Romano ya ha hecho mucho en su vida, y no sólo en el teatro. Ha pasado por actividad política, fue boxeador y guardaespaldas. El escenario no fue su primera opción de vida. Pero recalca que cuando emprendió esta etapa, que ya le lleva ocupando muchos años, fue para hacer cosas con contenido, sin superficialidad. Y ahora, con este nuevo emprendimiento, siente que no sólo lidia con un desafío como actor sino con la necesidad de transmitir un mensaje social contra la discriminación, las injusticias y los odios.
Por eso, esta entrevista, no es sólo sobre una obra de teatro. Este es, en parte, un diálogo sobre una mirada a la vida.
¿Cómo llegaste a esta obra, "Un judío común y corriente"?
Un día me llama mi representante y me dice que está con Lázaro Droznes, el traductor de esta obra alemana, escrita por un judío suizo-alemán, y me cuenta que trata de un profesor que vive en Alemania, que está estudiando el nazismo..Y ya ahí le dije que la quería hacer.
¿Por qué, qué te atrapó?
La relación con el Holocausto. No hay hecho más tremendo en la historia de la humanidad que el Holocausto. Es como dice mi parte en la obra, si Dios existió murió en Auschwitz, se suicidó en Auschwitz. Hay otros genocidios, ya más lejos en el tiempo, hubo muchas tragedias en el mundo. Y yo soy un tipo con mucha sensibilidad por cualquier tipo de injusticia, yo soy un tipo que va por la calle y ve situaciones injustas y tiendo a meterme sin saber si voy a salir bien parado. Pero el Holocausto fue algo singular. Como dijo Primo Levi, podemos no comprender la locura, pero estamos en la obligación de estar atentos a cuáles son los factores que se conjugaron para desatarla. Además, hoy siento que tengo alma judía, producto de todo lo que he ido aprendiendo y viendo en la vida.
Ya entraremos en eso... ¿Pero me contarías primero de qué trata la obra?
La obra trata de un judío que vive en Alemania, en Hamburgo, hoy, en el 2017, y tiene que convivir con el peso psicológico de una sociedad que produjo el nazismo, con los nietos y los hijos de los genocidas....
¿Siente dilemas por estar ahí pero no logra irse?
Es que uno quiere vivir en el lugar en el que están sus raíces, sus muertos, su cultura. El exilio no es algo agradable, es doloroso siempre, en cualquier circunstancia. Es más, en la ficción mi padre, o sea el padre del personaje, a los 14 años, escapa de Alemania a Inglaterra cuando se viene complicando todo. Está basado en algo real: después del Kristallnacht, la Noche de los Cristales Rotos en 1938, Inglaterra autorizó que 10.000 chicos alemanes judíos pudieran escapar en un convoy especial, sin sus padres, sin adultos, a Inglaterra, a exiliarse allí. Y el padre del personaje, con 14 años, fue enviado en ese convoy, pasa toda la guerra en Inglaterra y le va bien, porque es un resiliente, un tipo que lucha contra la adversidad y le gana, y sin embargo, después de la guerra, en 1946, se vuelve a Alemania, vuelve a su país.
Es la ficción de la obra y sin duda que pasó también en la vida real, aunque los que volvieron no encontraron mucho de lo que habían dejado.
Claro. Yo he hablado con muchísimos judíos polacos, mujeres sobre todo, sobrevivientes, que tenían ocho, nueve o diez años cuando fue la invasión de Polonia, estuvieron en Auschwitz o en otros lugares que eran un infierno... y que luego de la guerra volvieron a su pueblo. A una de las chiquitas de 10 años cuando baja el tren en Auschwitz, que los llevan desde Polonia, al lado de los portones la separan de un tío con el que ella había viajado. El tío le grita desde el alambrado: "Nos encontramos después", dando el nombre del pueblito polaco del que vivían. Ella vuelve allí después de cinco años de infierno y no solo no estaba su tío sino que no había nadie, ni de su familia ni nadie, nada.
No era lógico concebir que eso podría ser el resultado...
Hubo otra que volvió, encontró su casa y los nuevos dueños estaban muy agresivos y no la dejaron ni entrar al lugar, por temor a que hiciera un planteo por los papeles o lo que sea...
COMPAÑEROS, AMIGOS, VIVENCIAS
Imagino que al aceptar el papel, además de esta dimensión histórica que explicaste, habrán pasado por tu mente las figuras judías que conociste en lo personal.
Hay una atracción por el judaísmo por infinidad de motivos, por lo que implica históricamente, por las características propias del pueblo... Yo nací en un barrio judío, El Once, y mi vecino, mi amiguito de chico, desde mi primer año hasta los nueve o 10 era un chico judío, íbamos los dos al colegio del Estado, que quedaba en el barrio, donde de 35 o 30 chicos 27 eran judíos.
Después fui al colegio secundario y hubo dos fenómenos. Uno era que había una época de mucho antisemitismo y era la época de la organización nacionalista tipo nazi Tacuara.. En esos días un chico de la oligarquía le metió un tiro a un chico judío de 14 años que se llamaba Edgardo Trolnik y yo quedé muy impresionado, tenía 13 años, estaba entrando a la secundaria. Y en mi clase yo tuve de compañeros a dos chicos judíos, Carlos Oscar Lerner y Sergio Bernblum. Había una distancia abismal entre su capacidad de estudio, sus conocimientos, su razonamiento y el resto de la clase. Carlos era un 10 absoluto en el Colegio Nacional Sarmiento, que era un colegio grande, enorme, y de los tres turnos él era por lejos el mejor alumno.
¿Tuviste relación personal con ellos?
Yo me hice amigo, dentro del limitado tiempo que podía durar una amistad, y era a quien le pedía apuntes o que me ayudara con cosas que no sabía. Después lo encontré en la facultad del Estado donde estudié abogacía (soy abogado) y él estudiaba abogacía y filosofía paralelamente. Ahí se trazó una continuación de la admiración.
Además, otro recuerdo de años atrás. A los siete u ocho años iba a mi club, que era católico y existe todavía, se llama Ateneo de la Juventud, donde jugaba al basquetbol con otros clubes, entre los cuales estaba la Sociedad Hebraica Argentina, el Club Náutico Hacoaj y la Organización Hebrea Macabi. Nosotros éramos chicos "católicos" de un club "católico", teníamos seis o siete años y ya despreciábamos a los chicos que venían a jugar al basquetbol y eran judíos....
¿Porque eran judíos o porque eran sus rivales?
Porque teníamos una episteme, una semilla antisemita metida por el catolicismo, así de simple. ¿Cómo un chico de seis o siete años va a sentir un odio religioso? Después está todo el enamoramiento de la inteligencia, de la perseverancia de todos los judíos históricos, desde Moisés hasta Cristo, hasta Marx, Einstein, Woody Allen.... Toda la lista. Y judíos que uno sigue conociendo.A partir de la obra me puse a leer mucho sobre el judaísmo y ya el teatro adquirió otro libreto, otra connotación existencial, el escenario ya no es solo un lugar testimonial, es un lugar que te puede ayudar a construir memoria...
APRENDIZAJE Y REIVINDICACIÓN
¿O sea que subirte al escenario con "Un judío común y corriente"es también una forma de reivindicar al judaísmo?
Te tengo que responder contándote algo más que pasa por lo personal. Resulta que yo tenía una tía que envejeció viviendo sola, no tenía hijos, y que yo me la llevé a vivir conmigo para cuidarla en una casa grande que tenía y ella cada vez que se sentía mejor volvía a su apartamento. La persona que la cuidaba ahí, le hacía las compras, sin ningún interés de ningún tipo, ni a material ni espiritual, era una vecina judía que se llamaba Tita Makaroff . Durante los 40 o 50 años que vivió, mi tía se refería a esa vecina llamándola despectivamente "la judía". Las vueltas de la vida la ponen en una posición en la que ella no puede valerse por sí misma y Tita protagoniza un gesto de solidaridad tremendo, a tal punto que un día mi tía llorando me cuenta que habló con Tita y era tal la vergüenza y el arrepentimiento que sentía que le contó que ella durante 40 o 50 años cimentó odio y antisemitismo llamándola despectivamente "la judía". Supongo que Tita, obviamente habría percibido lo que le pasaba a mi tía con ella e igual tuvo ese gesto de solidaridad.
¿O sea que en esta obra no es solo la sangre de actor que te fluye sino que acá hay también una lección social, un aporte a la sociedad, a la convivencia?
Absolutamente, para mí es una enseñanza, un aprendizaje... Imaginate que hacer una obra que habla de amor trunco, de enamoramiento, de soledad, todo pierde dimensión frente a cómo los sentimientos humanos afloran frente a unas circunstancias como estas. Quien haya visto una foto o una imagen de lo que era el cuerpo de un prisionero en un campo de concentración, habrá recibido una enseñanza contundente. Igual la semilla antisemita persiste.
Y tengo que decirte también que esto también me despertó una consciencia sobre el holocausto argentino, en donde el motivo social no fue racial, como en el nazi, sino ideológico. ¿Cómo establezco hacer desaparecer a una persona por lo que piensa? ¿Cómo establezco fehacientemente que esta persona tiene un pensamiento que para mí, como verdugo, lo hace acreedor a que lo mate, a que lo tire de un avión con los pies vestidos en cemento dormido? ¿Porque yo pienso que porque leyó a Marx salió a matar gente? Porque está lleno de estas situaciones en las cuales había alguien que estaba en la agenda de alguien. Y combinando ahora, desde este ángulo, el tema judío con lo que pasó en Argentina, te voy a dar un par de datos: los judíos del holocausto argentino pasaron del 1% al 10%...
Eran el 1% de la población argentina, pero fueron el 10% de los desaparecidos y víctimas de la dictadura. ¿A eso ibas?
Claro. Eso muestra un valor, un compromiso, una solidaridad, un sentido de justicia, todos esos fueron factores de enamoramiento para mí.
COMPARACIONES
Vinculaste este tema a algo que ocurrió en Argentina, tu país. ¿Te despierta otras asociaciones?
Te puedo decir que Argentina es el país pionero en el mundo en juzgar a los genocidas como ejército de ocupación en su propio país y en estos trágicos días que estamos viviendo me angustia y me avergüenza saber que el 2x1 es algo más que una entrada de teatro. En estos días en Argentina se libera a genocidas aplicando la ley del 2x1, se les computan doble los años que estuvieron bajo proceso sin sentencia [a partir del tercero]. Pero yo digo que los delitos de desaparición de personas y de apropiación de identidad son continuos, no se agotan como en un homicidio, no prescriben porque se siguen cometiendo, la persona desaparecida todavía no apareció y el chico que perdió su identidad todavía no la recuperó, sigue sin saber quién es. Entonces no puede empezar a correr la prescripción de la pena, no se puede aplicar los institutos del derecho penal común a los delitos de lesa humanidad.
¿Por qué vinculás esto con la obra?
Porque establezco una similitud, creo que lo que pasa en el judaísmo, en mi alma judía, se parece profundamente a lo argentino, al drama y el genocidio argentinos, para mí es muy similar.
Y esta postura yo la haría extensiva a todos los seres humanos que han sufrido cualquier injusticia de este tipo. Tendría esa generosidad, no sería como una expansión del pueblo elegido, no mantendría eso del pueblo elegido y el holocausto elegido. El dios que yo quiero, el bueno, sea judío o lo que sea, sería un dios que ampare a todos sus hijos.
EL MENSAJE CENTRAL. Y URUGUAY.
En las cuatro funciones en Uruguay ¿hay un mensaje para los judíos y otro más universal?
Hay un mensaje para todos, pero es más para los no judíos que para los judíos. La mirada sobre el ser humano es mucho más sobre el que ha pecado, el que ha delinquido, el que ha cometido el engaño injusto.
¿Cómo te parece que va a salir el espectador del teatro?
Me parece que sale modificado, shoqueado...
Querés que se ponga a pensar.
Y sí...Si no, no me subiría a un escenario, nunca me he subido para hacer cosas superficiales frívolas, intrascendentes. La más profunda seducción pasa por ahí.
¿También hay acá un desafío importante como actor?
Es bravo, es dificultoso protagonizar solo en un escenario durante una hora y media. Yo ya había tenido experiencias con unipersonales, pero desde el humor, la interacción, no desde la cuarta pared de un conflicto tan trágico, que dentro de la tragedia tiene también mucho humor, ahí aparece el humor judío como manera de rescatar al alma de lugares insondables.
Después de tu vida tan multifacética, en política, boxeador, guardaespaldas ¿qué trae Gerardo Romano en la obra?
Entra en un lugar central, es como la frutilla del postre, es condensar todo lo que he aprendido histórica, filosófica, metafísica y existencialmente, todo lo que me ha movilizado e inquietado aparece en este momento de mi vida resumido. "Un judío común y corriente" ha sido un vehículo para poder darle forma a todo lo que yo sentí y estoy sintiendo a lo largo de mi vida. incluso tiene bastante incidencia en la situación que estamos viviendo en la Argentina actual en estas circunstancias políticas, con un gobierno oligárquico, de derecha, violento, con políticas económicas de ajuste, neoliberal...
Volvés siempre-y como argentino que sos, es natural- a lo que pasa en tu país, desde tu óptica política. Pero yo me voy con tu permiso, a nuestra orilla. Ya sos medio uruguayo, ¿cuánto hace que estás viviendo parte del año en Uruguay?
Casi 30 años, una vida, además tengo una hija uruguaya, y cuando uno echa raíces con un hijo ya forma parte del folclore del lugar, sí o sí. Tengo amigos, gente que conozco y que quiero, necesito irme a Uruguay.
Adoptaste a Uruguay como otra patria.
Sí, absolutamente. Hay muchos factores folclóricos por los cuales uno elige Uruguay. Al tener una hija uruguaya que estudia y vive ahí ya tengo la obligación de ir a verla, de estar presente. Además, soy muy rural, toda mi vida quise tener un pedacito de campo, hacer actividades rurales y relacionarme con los tiempos, las maneras y la idiosincrasia de la gente de campo, entonces yo llego y estoy tomando un mate, acariciando a un perro, prendiendo un fuego y hablando con un tipo en uruguayo de campo.
Te lo preguntaba también para saber si te parece algo particular salir con una unipersonal en la que de hecho sentís que estás aportando a desmitificar, a luchar contra la discriminación, justamente en Uruguay. ¿Es significativo hacerlo en Uruguay?
Si, la principal razón es que mi hija se va a enterar y va a ver esta función, va a ver en el país de ella cómo su padre se sube a un escenario con 500 personas para decir lo que está diciendo, y ese es un motivo de orgullo enorme. Y, sobre todo, y en el mismo paquete, porque el público uruguayo, el de Montevideo, es el más exigente que he conocido y es un público que me ha aceptado, he percibido su exigencia pero también su generosidad cuando aceptan el trabajo de uno. Montevideo es como una prueba de fuego, es como un Buenos Aires concentrado, son todos poetas, actores, dramaturgos y todos tienen un anarquista y un político encima, están muy capacitados y son muy exigentes. Además, tengo una profunda admiración por Montevideo y los montevideanos, hace muchos años que voy, he ido con unipersonales. Así que es un enorme desafío, la verdad que me da mucho miedo y excitación.
¿A quién te parece que va a atraer más esta obra, a judíos o no judíos?
A los espectadores sensibles, inteligentes, cultos, con inquietudes. No importa quiénes son.
También te iba a preguntar eso: ¿qué atraerá más, el título de la obra o que sea una unipersonal de Gerardo Romano?
¡Qué pregunta difícil! No tengo la menor idea. Pienso que pesa Gerardo Romano, después pesa también el título, pero sé que hay que poder sostener ese título. También hay algo catártico en el encuentro con toda mi familia, con todos los momentos felices y no tanto que he vivido... La obra es algo profundamente catártico.
¿Algo más que quieras agregar?
Me pareció divina la entrevista.
Ya mí me encantó hablar contigo. Gracias mil Gerardo.
Gracias a vos.
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