Por Martín Maidana
“En la música me defino como cantautora criolla, porque me he dado cuenta de
que tengo una gran influencia de nuestra historia criolla, de nuestros ritmos
criollos, y eso es lo que voy transmitiendo a través de mi música, a través de
lo que quiero transmitir como persona; hasta con mis vestuarios”, dice a
Montevideo Portal Catherine Vergnes (Paysandú, 1996) cuando se le pide que se defina a sí misma.
Su vinculación con el folclore tiene diferentes dimensiones, pero todas están relacionadas al ambiente, al territorio y a la familia como primer espacio de socialización. “Tengo una gran relación con el campo. Mi padre es apicultor y mi madre es maestra, y los dos vivieron toda la vida en el campo. Mi madre, como maestra, también es una apasionada por las enseñanzas tradicionales. Eso de tener siempre presente la historia uruguaya, de saber de lo nuestro, se lo agradezco mucho a mi madre. Pero la relación con el campo viene por los dos, más que nada por mi padre, que ha trabajado siempre en el campo. Tenemos una chacra desde hace añares, que ha crecido día a día y que es hoy en día el lugar en el que vivo. Así que por un lado está lo campero, el campo mismo, y por otro lado todo lo que es la enseñanza sobre nuestras raíces, sobre nuestras tradiciones, que es lo que hace que a mí me guste tanto el folclore”, explica.
En ese ambiente fue transitando, desde la infancia, un camino de constante crecimiento al lado de la guitarra. Primero merodeando la que tenía su madre, y luego aprendiendo a dominar las cuerdas para elegir qué sucesión de sonidos y silencios acompañarían su canto. “A los 7 años comencé con las clases. Antes pasaba mucho rato al lado de la guitarra, y cuando podía le tocaba las cuerdas, pero sin saber nada. A partir de ahí no paré nunca más. Ya a la semana estaba con La ariscona, con Milagro… Era como que tenía una fluidez muy grande, y pasaba encerrada, ensayando, porque me encantaba”, dice Catherine, quien siente a la guitarra como una compañera de la infancia.
Sapucai al miedo
A los 8 años ya estaba en los escenarios locales, en Paysandú, a los que la invitaban a participar. “De a poco, así, fui sumando escenarios. Estaba en los festejos de Paysandú, en actos por Leandro Gómez, en la fiesta de la escuela… Fui haciéndome como artista, ya desde muy chiquita, y también fui derribando un miedo personal, porque era una niña muy introvertida, muy silenciosa. De pronto me pasó eso de estar frente a la gente, de tener errores y aceptarlos o hacer que pasaran lo más desapercibidos posible”, explica, apuntando que en todo su proceso artístico ha sido fundamental la contención familiar, que no fue únicamente la de sus padres.
“Me acuerdo de mi hermano diciéndome ‘dale, Cathy, a vos te sale. Si yo te escucho todos los días tocar la guitarra”, cuenta. Con él compartió mucho tiempo escuchando música y cantando, así como también compartió la fe a través de la experiencia salesiana. “Con mi hermana toda mi infancia hice ballet. Compartí lo que era la expresión corporal, el humor… Con ella saqué todas esas cosas”, añade, enfatizando que el de sus hermanos es un apoyo que continúa sintiendo: “Ellos se siguen emocionando, y se siguen poniendo nerviosos cuando me ven arriba del escenario”.
La contención familiar ha sido cardinal, así como la educación. “Te da una apertura y uno se va superando y va entendiendo que puede llegar a más”, señala, destacando también la actitud personal que resume en “tener agallas”. “Eso hace que uno tome coraje, que por más que pueda haber miedito o vergüenza, al final siempre terminás saliendo al escenario y derribando todo”.
Laura, la ‘compañerita’ que incentivó a aquella niña
Hija de cantor folclórico y nieta de intérprete lírica, no fue extraño que Laura Elduayen se convirtiera, como madre, en el canal medular de transmisión de la inquietud artística. Ha sido un pilar fundamental en la carrera de su hija, según subraya la propia Catherine. Para dar cuenta de la relación entre ambas tal vez alcance con narrar que hablan de ellas mismas como “las compañeritas”.
“Ella tiene el don desde chica, con el que nació, y lo cultivó con años de estudio; ella nunca ha parado de estudiar”, comenta Laura, recordando que no sólo fueron las clases con su primer profesor, sino también la escuela de música, así como clases en Montevideo y un cúmulo de instancias de formación. “Eso le fue dando mucho aprendizaje, pero también pasó que Cathy cultivó lo que todo niño tiene y que necesita ser incentivado por padres atentos. Lo que le gustaba se lo incentivábamos, tal como hicimos con los tres hijos”, cuenta.
De niña Catherine “se metía también en su mundo, se encerraba con el pasacasete y el reproductor de CD. Comprábamos mucho material de diferentes géneros, no sólo de folclore, y ella escuchaba de todo, pero le daba y le daba al folclore”.
Cuando comenzó con las
clases de guitarra, se enfocó en “el folclore clásico, que era lo que a ella le
gustaba”, y así se fue formando, cuenta Laura. En la adolescencia ya no pudo
contener la necesidad de componer. Si bien Catherine “tiene muchas canciones
escritas”, una en particular, que la artista no incluye en su repertorio
público, sintetiza a quien “es una persona con la guitarra y otra sin la
guitarra”. “La canción se llama ‘Mi guitarra habla por mí’. Así fue y así ha
sido hasta ahora”, subraya Laura.
La sonrisa que contagia
En 2019 Vergnes obtuvo el premio Revelación en Patria Gaucha; en 2020, el Musa de Hum; en 2022, el Charrúa de Oro. Son mojones de un recorrido que la ha tenido transitando Uruguay de punta a punta, y presentándose en algunos de los escenarios más relevantes de la región, como Cosquín y Jesús María en Argentina, o el de la Expo Esteio en Río Grande do Sul, Brasil. Representó a Uruguay en Festivales Internacionales de Folklore en Serbia, Hungría e Italia, además de Brasil y Argentina. Su trabajo discográfico ha cosechado premiaciones, como la de mejor álbum de folklore en los Graffitis.
Su voz, así como la energía que transmite desde el escenario, se han consolidado como algunos de los elementos característicos del perfil artístico de quien, además, es psicóloga.
Catherine admite que se siente cómoda cuando la definen como ‘la sonrisa del folclore’. “Es divino ese apodo. Hace añares, en un festival, un presentador dijo ‘ahora vamos a recibir a la sonrisa del folclore’. Y fue muy lindo eso porque la sonrisa es parte de una actitud que yo tomo ante la vida: sonreírle. Detrás de esa sonrisa obviamente también hay un montón de frustraciones, de caídas, de superación. Pero, pese a todo eso, la sonrisa siempre tiene que estar, porque la actitud positiva siempre tiene que estar ante todas las circunstancias. Es mi actitud en el día a día y, obviamente, es algo que se ve reflejado arriba del escenario. Mucha gente lo acepta y se contagia. Hay gente que me dice de la energía que le transmito, de la energía que le transmite mi banda, a la que hoy en día le digo ‘Los sonrisos del folclore’ —lo cuenta y se ríe—. Vos los mirás en el show y realmente hay toda una alegría, una sonrisa que se contagia; hay una actitud que se contagia”.