Por Santiago Magni
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Sin una fecha definida por los componentes de la murga, un fin de semana de abril de 2001 Agarrate Catalina comenzó los ensayos. Pasaron 20 años, alegrías, celebraciones, viajes, festivales, pero también traspiés o momentos difíciles.
Esta murga ha transitado por diversas emociones en su historia, y va por más. El próximo viernes 1° de octubre, a las 21 horas, se presentará en el Antel Arena, en lo que estima será una celebración “con emotividad e intensidad”. En diálogo con Montevideo Portal, Yamandú Cardozo, director responsable de la murga, adelantó algunos detalles del show, habló sobre la historia de La Catalina y su esencia, entre otros temas.
Montevideo Portal: ¿Cómo vienen con los preparativos de cara al 1° de octubre?
Yamandú Cardozo: Los preparativos vienen muy bien, muy intensos, removedores, emocionantes y disfrutables. Estamos ensayando mucho, costó armar la lista y dejar cosas afuera. Hasta último momento seguimos modificándola. Estamos muy conectados a revivir un montón de momentos.
M.P.: ¿Cómo será la dinámica del show? ¿Habrá invitados además de los componentes de la murga?
Y.C.: Ese es todo un tema, porque La Catalina ha participado, compartido y colaborado con un montón de artistas que queremos y admiramos mucho. Justo en esta situación donde hay que cuidar absolutamente todos los protocolos arriba, abajo, delante y detrás del escenario, y teniendo en cuenta que ya somos cerca de 30 en el colectivo de la murga, va a haber mucha gente alrededor del escenario. Si a eso sumamos que la murga tiene que dejar afuera un montón de canciones entendimos que para este show no vamos a tener la presencia física de compañeros y compañeras, seguramente hay un montón de esos artistas llenos de magia, con quienes nos hemos cruzado, que van a estar acompañándonos desde la platea y el recuerdo.
M.P.: ¿Es difícil armar un show pensado para una celebración donde tiene que haber cuplés o canciones que les gusten a ustedes y a la gente?
Y.C.: Sí, es difícil, pero es una lindísima dificultad, más teniendo en cuenta que el show va a estar seguramente agotado. Va a haber gente que va a querer haber ido y va a quedar afuera porque la capacidad del aforo es reducida. Debemos tener en cuenta no solamente qué canciones son más pedidas por la gente, algo que es muy difícil de medir más allá que puedas entrar a Spotify y ver cuántas reproducciones tienen las canciones. Siempre es muy difícil medir qué es lo que a la gente más le gusta de toda tu obra o lo más conveniente de cantar o compartir. Hay que atender eso y qué es lo que tenemos ganas de cantar, y qué repertorio seleccionar con tal o cuál momento, qué les interesa a las personas revivir. Hay que tener un equilibrio saludable para que no se vuelva o un chiste interno o algo autorreferencial; pero por otro lado es celebrar estos 20 años de encuentro y camino en conjunto. Tiene que haber un poco de todo creemos.
M.P.: ¿Qué significa para vos y la murga volver a hacer un show de este tipo en un contexto de pandemia, después de estar tanto tiempo sin presentarse ni ensayar?
Y.C.: La murga es mi género favorito para ejercer de emisor. La Catalina en particular es el colectivo al que le dediqué una parte importantísima de mi vida y es un lugar de reunión con un montón de mis afectos. Es una de las cosas que hoy me define, mi mundo a escala, mi universo mejor construido. Volver al ruedo con esta murga, con esta gente que la compone, la integra y le da sentido, a encontrarnos con toda esa otra gente que le da el sentido que le falta, es sumamente emocionante. Encima después de habernos sobrevivido en este contexto de pandemia, alejamiento, distancia, bronca por un montón de cosas, valoración de privilegios y protesta por no poder ejercer nuestro trabajo, que a su vez es lo que nos hace vivir más allá de ser lo que nos da el sustento y nos permite el jornal.
M.P.: ¿Cómo esperás que sea el ida y vuelta con la gente, en un escenario de festejo y mucho humor, pero con la peculiaridad del aforo y las medidas sanitarias?
Y.C.: Según lo que hemos estado detectado en nuestros radares y percibiendo en los toques más pequeños, desde que hemos empezado a volver de a poquito y con muchos cuidados, entendemos que será un show con un tremendo ida y vuelta y una emotividad súper grande, más allá de los aforos, las distancias. La gente le ha puesto a esta realidad una energía que hace suplir cualquier falta de más personas. Los shows de esta nueva posibilidad de salida en pandemia están siendo de una intensidad que nunca había visto antes, eso espero para este 1° de octubre.
M.P.: ¿Cuál es el mensaje de la murga para quienes asistirán al show?
Y.C.: Fundamentalmente de agradecimiento por animarse a seguir intentando el encuentro, primero que nada. También por animarse a apostar por el arte popular, llenar la vida con las emociones que les proponen diferentes artistas. A darle ese lugar al arte popular en sus vidas. Son palabras de agradecimiento por la decisión de valorar nuestro laburo, gastarse unos cuantos pesos en épocas en las que cualquier moneda significa un dineral realmente. En temporadas en que los y las artistas vemos con tristeza que el apoyo institucional a la cultura es cada vez menos frecuente, más retaceado, y el lugar en que se deja a la cultura, fundamentalmente a la popular, es muy precario, ahí este público se transforma en la única garantía que tenemos en tiempos de señales muy negativas para la importancia de lo cultural. Este público se transforma en la última trinchera de resistencia que tienen los y las artistas populares en este momento.
M.P.: Pasando un poco a la historia de la murga, les ha tocado vivir momentos buenos y de los otros, ¿la unión fue importante para que el proyecto se sostenga a lo largo del tiempo?
Y.C.: Sin ninguna duda que esa unión de la que me preguntás es pilar fundamental de la supervivencia de este proyecto. Cuando digo unión no nos imaginemos la perfección, corrección absoluta y el mundo ideal en las relaciones humanas. Me refiero a la unión real que hemos sabido construir a nuestra manera, a nuestra escala, con las herramientas que tenemos. Una unión desprolija a veces, rota, emparchada, pinchuda, estirada, dolorosa, salvadora y esperanzadora siempre. Unión que hemos forjado y cocido con nuestras propias vidas como pudimos. Unión que significa que con estas personas yo he compartido un enorme tiempo de mi vida, por elección propia y mutua, y con quienes me ha tocado atravesar los momentos más difíciles y alegres y fantásticos en nuestras vidas en común y separadas. La unión de este colectivo está reflejada entre otras cosas en el enorme porcentaje de gente que viene ejerciendo el compañerismo desde el 2001 a la fecha. Esto no es, aunque también es valorable, una reunión de amigos y amigas que formaron algo hace 20 años y ahora se vuelven a reencontrar. Siempre hay reencuentro, el reencuentro es con la gente que convivís. Venimos conviviendo y ejerciendo esa amistad y ese compañerismo.
M.P.: ¿Cuáles son las claves para que la murga perdure en el tiempo de cara al futuro?
Y.C.: No lo sé del todo. El género tiene por definición una cantidad de bondades que han hecho que se sostenga durante más de 100 años. En un país que no tiene ni 200 años, en más de la mitad de esa vida hay murgas haciendo editoriales a escala popular, a tamaño peatón, con fotografías caricaturizadas de nuestra realidad. Confío en que, si se ha sostenido durante más de un siglo, incluso en épocas aterradoramente difíciles, supongo que se seguirá sosteniendo. Ahora navega otras aguas, como la de los nuevos paradigmas de comunicación; sin embargo, la murga sigue sosteniéndose y siendo atractiva, interesante, más allá de todo el contenido de información, entretenimiento, diversión que encontramos en las redes y se comparte no solo entre quienes viven en Uruguay, sino que se importa desde cualquier parte del mundo. Creo que la murga tiene enormes posibilidades de irse acomodando y rejuveneciendo a pesar, y apoyada, en sus años.
M.P.: ¿Cuál crees es la esencia de la murga?
Y.C.: Es una pregunta muy importante, muy linda (risas). No sé si la puedo contestar realmente, no sé si la sé porque no sé exactamente dónde está la esencia más que en un grupo de personas que necesitan comunicarse urgentemente con otras, desde un lugar artístico que con ciertas huellas o posibilidades estilísticas le permitan la búsqueda de la belleza y la conexión mutua. Mientras a la vez se intenta transformar al mundo a su alcance. Supongo que deberá tener que ver con eso, más allá de los mandatos formales a nivel rítmico, artístico, de los requerimientos que la propia murga haga a quienes la quieran ejecutar y se haga a sí misma, cada vez que se conforma un elenco. Supongo que tiene que ver con las ganas enormes de editorializar y de compartir preguntas, y de comunicarse y conectarse a través del arte.
M.P.: ¿Qué momentos de la murga tenés en la retina y considerás como mojones del recorrido?
Y.C.: De esta murga tengo un montón de recuerdos y cosas, mojones tan importantes, que los voy cambiando y los pongo en un podio infinito. Todos con la misma o similares importancias e incidencias en mi vida. Siempre recuerdo el año 2006 (espectáculo El fin del mundo) porque es el primer año en el que yo hago carnaval y me subo a un escenario a la misma vez con mis dos hermanos y mi compañera de vida. Fue un año particularísimo para mí, para mis amigos, amigas y familia. Además, fue un espectáculo que disfruté mucho escribir y ejecutar.
También el año 2005 (espectáculo Los Sueños), ese año el primer tablado fue el (Defensor) Sporting. Recuerdo el momento exacto en el que entra Martín (Cardozo), ya empezado el concurso de Carnaval, y sacamos por primera vez el cuplé de Pepe Mujica a la calle. Entra Martín haciendo de Pepe, enfundado en una campera mía, con una remera vieja de mi padre y en un jean mío, con una máscara que había hecho Alfredo Iriarte, y nunca había sentido desde el lado de arriba del escenario una oleada tan grande de risa, grito. La gente gritaba de la risa, del asombro, se movían como una ola hacia atrás y hacia adelante, en un desorden físico que creo no volví a ver. Nunca me sentí tan felizmente ignorado, todas las personas que estábamos ahí arriba del escenario pasamos a un segundísimo o tercerísimo plano mientras todos los ojos se iban hacia Martín, y esa sensación no me la olvido nunca más.
Otro momento impactante fue en el año 2008 (espectáculo El viaje), cuando terminamos de cantar nuestra despedida y nos empezamos a aprontar para hacer la bajada y cantar ese latiguillo circular con el que nos despedimos y nos perdemos entre el público. Cuando Tabaré (Cardozo), nuestro director, de espaldas al público y de frente a la murga empieza a hacernos cantar pone unas caras súper raras y con un gesto de extrañeza nos manda a alejar de los micrófonos. Él sentía algo raro, no sabía qué estaba pasando y se da cuenta de que es la gente que se había aprendido la bajada, su último pedacito, que era inédita hasta ese Carnaval. Sin incidencia de redes, sin previo cultivo, ni obligación, ni pedido, ni organización para que la gente se la aprendiera, de manera completamente espontánea. Yo nunca había visto eso en un concurso de murgas, menos lo había protagonizado. La gente se lo aprendió y lo empezó a cantar más fuerte que la propia murga. Tabaré nos mandó para atrás y nos dedicamos a escuchar eso, a la gente tomando el show por el mango y en pleno concurso, todavía siendo juzgados por el jurado, la gente decidió cantar y meterse. Eso es algo que no se me olvida nunca más tampoco.
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