Con menos de 40 años, Samir Santos es capitán de la Guardia Civil Española en un destacamento de la costa valenciana, y va a camino a ser coronel. Reputado dentro de la Fuerza, goza de un éxito que sus modestísimos orígenes no permitían augurar, especialmente luego de aquella tarde en la playa, cuando él tenía apenas tres años, o quizá menos.
Dentro de sus confusas memorias —a veces vívidas, otras desdibujadas— Samir recordaba que no era la primera vez que su madre le vendaba los ojos. Era un juego entre ambos, en el que la imaginación del pequeño debía vencer a la oscuridad. “No te muevas, vengo enseguida”, dijo ella, y jamás regresó.
Criado en un orfanato religioso y sin dato alguno sobre su familia, Samir creció marcado a fuego por ese abandono y barajando una y otra vez sus escasos recuerdos. A veces creía —o más bien deseaba— recordar que su mamá, antes de alejarse, le había dicho que lo quería.
Súbitamente, el pasado regresa en un violento ramalazo. El cadáver semiputrefacto de una joven es hallado exactamente en el mismo sitio donde 37 años antes lo habían encontrado a él, dormido sobre la arena y entumecido de frío. En un bolsillo del pantalón de la infortunada mujer hay un papel con unas breves anotaciones: el nombre de Samir Santos y su teléfono.
Tras ser notificado del hecho, el detective recordó una vez más las enseñanzas del padre Delacroix, el sacerdote que había sido como un padre de verdad para él en el centro de menores: “No hay casualidades, sino causalidades. Vemos lo que podemos ver, y el resto lo intuimos”.
Tal es el punto de partida de Algún día volveré a buscarte (Editorial Umbriel) la nueva novela del escritor español Javier Arias Artacho (1972).
Nacido en Barcelona, criado en Argentina y radicado desde hace décadas en Valencia, Arias estuvo en las últimas horas en nuestro país para presentar su obra más reciente, ocasión en la que fue entrevistado por Montevideo Portal.
Modelo para armar
Interrogado acerca de la génesis de su obra, Arias no tiene inconveniente en admitir que, más allá de la satisfacción profesional, fue impulsado por motivaciones de índole comercial.
“Busqué un argumento potente, que me pareciese que pudiera vender, que pudiera ser editado, porque uno siempre está con la angustia de que no va a encontrar editor. Parece algo fácil, pero no lo es”, comienza.
Respecto al funcionamiento de la “cocina de la escritura”, cuenta lo siguiente: “Construyo la historia, el argumento, y luego voy metiendo en él temas que me interesan, como las diferencias raciales, la lucha por superarse a uno mismo, la diversidad, los abusos, la búsqueda. . . todos temas que siempre me mueven. Pero el argumento en sí siempre se me ocurre trabajando, es algo forzado por mí”.
Una vez escogido ese argumento, dice tener claro cuál será el desenlace, pero no así los caminos que lo llevaran hasta ahí.
“Este tipo de novela requiere que exista una estructura, un plan, porque de lo contrario no se llega a buen puerto. No sé lo que va a pasar durante el transcurso, quizá no sé cómo las cosas se van a ir hilando en los detalles, pero sí sé a dónde tengo que ir. Es una novela de armar, compleja, y requiere saber de antemano el final”, asevera.
El tiempo es una ola que rompe y regresa
En Algún día volveré a buscarte, el relato está vertebrado en varias líneas temporales que se alternan capítulo a capítulo. Sin riesgo de incurrir en spoilers, puede decirse que una de ellas narra la historia del pequeño Samir y sus escasas memorias antes del abandono; una segunda lo retoma a comienzos de los años 90, en su niñez y adolescencia en el centro de menores, y una tercera transcurre en 2018, presente de la novela, y comienza con el macabro y ya mencionado hallazgo. La obra incluye una cuarta línea temporal paralela, que aporta a pequeñas dosis información sobre la ignota madre del protagonista.
El autor asegura que escogió ese modo de relatar la historia “porque es de mayor esfuerzo y está más valorado”. “El lector nota que allí hay un esfuerzo narrativo, y además me venía bien para contar esta historia, porque en todo momento el lector va avanzando y ve alternativamente el presente y el pasado, y la idea es que note el contraste. A veces puedes pensar dónde estarás tú mismo dentro de diez años, y de repente ahí estás”, plantea.
¿Quién está preparado para ser un chico abandonado?
Uno de lo puntos fuertes de la obra es la construcción de su personaje principal. Marcado por el temprano e inexplicable abandono, Samir carga paradójicamente con el peso del vacío. Privado del amor materno y con la mente llena de preguntas, luchará para salir adelante y también para ocultar a la mirada del prójimo sus vulnerabilidades.
“Vi varios documentales sobre huérfanos, sobre centros de menores”, reconoce el autor, quien asegura que no le resultó especialmente difícil “dibujar” a Samir.
“Me empapé un poco en el tema, y luego es fácil ponerse en la piel de ellos”, asegura. “Todas las personas, pero especialmente los niños, necesitan amor. Eso es clave para crecer como personas sanas. Un niño que no recibe afecto de pequeño no va a ser un chico normal”, asegura Arias, quien además de escritor es docente en secundaria y bachillerato.
También la experiencia personal agregó algunos trazos al personaje, según cuenta el autor.
“Me crié en Argentina, y mi madre trabajaba en colegios con niños carenciados. Me acuerdo de haber visto en cumpleaños que algún niño llegaba mal vestido, seguramente porque no tendría otra ropa ni modo de vestirse mejor, y eso marcaba una diferencia. En mi cabeza había un cóctel de cosas y de ahí salió Samir. Buscaba que el lector viera que ese niño era rechazado por ser diferente, huérfano, con aspecto de moro, de inmigrante”, detalla, características que siguen siendo en España —y no solo allí— elementos que desatan reacciones de discriminación en muchas personas.
“Le puse todos los boletos en contra, pero lo hice también para mostrar cómo él remonta todo eso; que se puede luchar, perseverar y salir adelante”, expresa.
Alguien que anda por ahí
En su vida marcada por la soledad, Samir sentía a menudo una extraña compañía. Podría hablarse de intuiciones, jugarretas de la memoria, experiencias paranormales o corazonadas. Cualquiera sea la explicación elegida, a menudo Samir sentía de modo íntimo e inefable la llamada de algo desconocido. Situación similar a lo que el escritor Julio Cortázar definiera como una voluntad de mensaje incapaz de valerse de los medios colectivos de expresión. Y Samir sentía que, de donde fuera que estuviese, su madre trataba de decirle algo.
“En mis novelas siempre aparece ese atisbo de lo sobrenatural, de que existe algo más, y que ese algo cada uno lo puede percibir distinto: de una manera religiosa, psicológica, etcétera”, indica el novelista. En cuanto a lo que pasa por la mente y las emociones del protagonista, y que este se guarda muy bien de confesar al prójimo, asegura que “siente que en su vida hay algo a lo que no puede dar forma, pero que de algún modo entiende”.
“Yo creo mucho en esas cosas, y lo que sucede con Samir cada lector puede verlo de diferente forma. Puede pensarse que ata cabos con sus pocas memorias y lo que va averiguando, o bien que la fuerza de lo trascendente actúa a través de casualidades que no son tales. Esa apertura a lo trascendente, esa intuición, es algo que me gusta colocar en mis personajes”, sostiene.
Por esa razón, y más allá del peso de la acción y el discurso de cada personaje, el monólogo interior del protagonista es otro de los elementos valiosos de la novela. Es en esos párrafos donde la narración alcanza sus momentos de mayor profundidad y complejidad.
En esos pasajes “se ve la corriente de conciencia de Samir, lo que está pensando. Es una voz en off que deja al desnudo su alma, sus inseguridades. Ahí se ve al capitán de la Guardia Civil en su faceta más débil”, en la que el niño abandonado escapa por debajo del uniforme policial.
El tesón del clavo enmohecido
Lejos de soltar moralejas, Arias admite que su novela sí intenta transmitir un mensaje, y es uno que tiene que ver con la superación.
“La historia de Samir es similar a la de sus compañeros de orfanato, pero con visiones diferentes”. A diferencia de otro de los chicos, personaje secundario en la novela, “Samir hace todo el esfuerzo para salir adelante, aprovecha las oportunidades que se le presentan y supera la adversidad siendo resiliente”, describe.
“Yo, como docente, quería señalar eso: la importancia de esforzarse. Me interesaba todo eso y me alegra haberlo plasmado”, concluye.
Sobre el
autor
Javier Arias Artacho nació en 1972, en Barcelona, aunque creció en
Argentina, país al que está ligado emocional y familiarmente. Es licenciado en
Filología Hispánica y diplomado en Ciencias Religiosas. Ejerce como profesor en
secundaria y bachillerato, y como articulista en medios de comunicación. Está
casado, tiene tres hijas y reside en Valencia.
Su trayectoria como escritor le ha permitido sumar el respeto de crítica y lectores. En el ámbito de la educación, destacan sus libros de marcado trasfondo social, como Náufragos o Solo donde estés tú. Sin embargo, sus novelas más conocidas son Eitana, la esclava judía, El general maldito, La tierra del viento y su última obra, Nadie sabrá de mí.