En 1953 compuso su primera letra de canción, "La uñera", musicalizada por Rosendo Vega. El duo "Los Olimareños difundió a nivel masivo otros versos que se hicieron famosos como A Don José, El mangangá, De cojinillo, Del templao.
Trabajó como maestro en Sierras del Yerbal, muy cerca de la Quebrada de los Cuervos. Luego en Arrayanes de Corrales del Cebollatí y también en Isla Patrulla.
En 1959 fue becado por la O.E.A. a Venezuela, donde participó con 74 becarios de 16 países de Latinoamérica.
En 1961 se le ocurre hacer un cancionero para la escuela donde ejercía el cargo de Maestro Director, donde surgieron entre otros "Esto del Sauce" y "A Don José".
Con los Olimareños
El nombre del dúo, integrado por Pepe Guerra y Braulio López tiene su origen en el río Olimar, que atraviesa la zona Este del Uruguay, en el departamento de Treinta y Tres del cual son oriundos.
El dúo reflejó todas las manifestaciones del hombre latinoamericano, dando prioridad a los temas cruciales de esos años y su creación artística se nutre de ritmos populares, tanto de origen campesino como urbano. Son pioneros en recoger ritmos como el candombe y la canción carnavalera, así como en imponer la serranera, junto a Rubén Lena, el poeta que fue el espejo sensible donde se miraba el dúo y que logró las canciones exactas para ellos.
Los Olimareños siempre fueron Tres. Ni Pepe, ni Braulio hubieran sido universales sin las canciones del Maestro; ni las canciones de Rubito hubieran recorrido el mundo sin las voces y las guitarras de "Los Olimareños".
En una entrevista decía Pepe Guerra: En ese tiempo todavía Braulio (López) no tocaba la guitarra, tocaba el bombo; la influencia del imperio cultural ¿verdad? (se ríe). Y bueno, después conocimos a Ruben Lena y a Víctor Lima. Fueron dos pilares, ahí entró la canción a adquirir estéticamente un vuelo mucho mayor. Canciones que hasta ahora duran, se hicieron clásicas.
La canción, decía Lena, la verdadera canción, es la que resiste el tiempo. No solamente el tiempo, sino que resiste los avatares de, por ejemplo, producciones de mucho dinero que mandan desde Buenos Aires. Canciones que duran un año, dos años, y ya está. Logran su objetivo que es la guita, pero después nadie más las canta, se olvidaron. En cambio ese otro tipo de canciones permanecen por el peso de la calidad.
Son clásicos.
La importancia de Los Olimareños trasciende las fronteras de su país, donde son considerados primeras figuras del arte popular y reconocidos en su valor artístico por el público latinoamericano o europeo, a través de más de 40 LP o cassettes.
Lena falleció a los 70 años en Montevideo el 28 de octubre de 1995, y su cuerpo fue trasladado a Treinta y Tres.
BIBLIOGRAFIA: "Las cuerdas añadidas", Montevideo, 1980. "Vagabundeos y canciones de Zenobio Rosas", Montevideo, 1982. "Cancionero de los Olimareños", Montevideo, 1984. "Meditaciones", Montevideo, 1993. "Canciones", Montevideo, 1994. El autor dió a conocer más tarde un "Cancionero de los Olimareños". También publicó "Las cuerdas añadidas" y "Vagabundeos y canciones de Zenobio Rosas". En Meditaciones narró su experiencia pedagógica.
Nota publicada en "Brecha" el Viernes 3 de Noviembre de 1995
LA MUERTE DE RUBEN LENA
"La única medida de una canción: resistir"
Hablaba bajito y pausado, con dulzura, con paciencia para su interlocutor, desparramando con pudor sus afectividades. Así, comunicó a los demás, que se encargaron a su vez de comunicarlo a otros, mucho de lo que ha pasado a ser esencial en nuestra cultura común en el Uruguay de estos últimos tres decenios.
Coriún Aharonián
Los mediadores de Rubén Lena con la muchedumbre fueron, en la mayor parte de los casos, Los Olimareños, ese dúo que (parafraseando la definición de Chico Buarque hecha por Millôr Fernandes) se constituyó, después de Gardel, en la mayor unanimidad nacional. Y Rubén Lena fue el principal alimentador de materia prima de ese curioso milagro. Sus canciones tuvieron otros trasmisores también. Y su palabra contenida, medida, se esparció además a través de la docencia.
La canción popular, cuando está bien hecha, "nos llama a parar las orejas del alma para ver de qué se trata", nos decía. (1) "Cada canción debe sostenerse en sí misma (ahora y siempre)". (2) "En el canto, como en todas las disciplinas de la creación, hay unos indicadores delgaditos, que nos dicen dónde está el camino". (3) "Lograr un producto que sea comprensible a todos, sin perder calidad (...) es un martirio para el creador", decía. (4) "Es muy difícil, pero se logra." Y ahí aparecía, entrelíneas, su sonrisa.
Vaya si lo logró. Sorteando con fuerte intuición las trampas que le tendía su formación colonial y colonizadora de egresado de un Instituto Normal de la década del 40. (5) Rubén Lena elaboró un sutil mecanismo creativo que le permitió dialogar con todas las capas socioculturales del país suministrando varios puntos de apoyo a su memoria colectiva. Y lo elaboró a partir de vivencias ya al comienzo de su labor de maestro rural, su primer oficio (que continuaría como director de escuela, director de instituto normal, y finalmente inspector, primero en Treinta y Tres y luego en Montevideo). "Aprendí que en pagos de hombres de a caballo, no se puede andar a pie o en sulkis, si se quiere mantener un diálogo lleno de sentido y establecer una comunicación confiable, según mi profesión." (6)
Según Lena, las personas que más influyeron sobre sus comienzos como hacedor de canciones fueron Víctor Lima (el segundo alimentador de canciones de Los Olimareños) y Santiago "el Indio" Baladán, dos figuras sobre las que sabemos bastante menos de lo que deberíamos. De Baladán admiró "el estilo de cantar y de tocar la guitarra". (7) "Los desarrollos musicales que hacía me daban mucho que pensar. (...) Y en Lima me impresionó muchísimo la belleza del texto, la poesía que había en sus canciones. (...) Estas dos personas (...), sin decírmelo, me estaban marcando el rumbo de lo que yo tenía que hacer.
Yo estaba trabajando con niños, tenía que enseñarles canciones y, como no las había, tenía que tomarlas de lugares extraños. Generalmente eran hermosas, pero no eran nuestras, y en la medida que el ambiente era netamente rural, sonaban menos nuestras . (...) Rubén Lena supo armar canciones que dicen, justamente, "escuchen qué lindo es esto", sin mostrarse a sí mismas, pasando de incógnito. Colándose, así, en la gente. Los recursos y las variantes son innumerables. En "A don José", hecha efectivamente para los alumnos de la escuela que dirigía en 1961 en la ciudad de Treinta y Tres, consigue el disparate de que el público adulto, masivamente, acepte y adopte una canción infantil, sin sentirla como tal. En "De Cojinillo" (quizás el primer gran éxito de masas de Los Olimareños) demuestra que lo muy local, cuando está logrado, trasciende cómoda y rápidamente esa condición para, de alguna manera, universalizarse. En "Adiós amargo al Carao Peralta" demuestra que el llanto por la muerte de un amigo del pago pequeño puede convertirse en un llanto compartible con muchos y por muchos. En "Pobre Joaquín" demuestra, caramba, que el la Lena utiliza esquemas musicales y letrísticos de la tradición popular uruguaya, recorriendo cariñosamente el territorio del país.
Pero también acepta y usa con astucia estructuras provenientes de otras partes de la patria grande (incluidas las zambas lanzadas por y desde Buenos Aires, la submetrópoli imperial), patria grande que conocía bien y amaba mejor. Es más: unos y otras le sirven para inventar especies nuevas (la serranera, la media-serranera), como Aníbal Sampayo lo hiciera desde Paysandú. Todo hace suponer que Treinta y Tres era hacia 1960 una ciudad con un particular hormigueo cultural.
La vinculación con Los Olimareños se produce casi por casualidad. Lena era el director de la escuela del barrio donde vivía Pepe Guerra. "Un día hacían una fiesta -cuenta Braulio López (9)- y Rubito (Lena) nos invitó a cantar; el que nos conectó con él fue el Laucha (Oscar) Prieto. Creo que "Lo que siempre tuve claro fueron los destinatarios de mis cosas: los pobres, los ignorados, los que nadie jamás nombra", dice Rubén Lena.(11) Los conjuntos excepcionales de hechos creativos no son producto de la casualidad. El tercer Olimareño supo muy bien cómo abonar el terreno -y con qué entrega, con qué humildad, con qué constancia, con qué tenacidad!- para que germinara en él su imponente cancionero popular criollo. Gracias por el desafío, don Rubén.
NOTAS
1. En su cursillo sobre "Folclore y canto popular: su polisemia" en el Primer Taller Latinoamericano de Música Popular organizado en Montevideo por Luis Trochón en noviembre de 1983.
2. En su antología Las cuerdas añadidas, Banda Oriental, Montevideo, 1980.
3. En un reportaje que se le hiciera en 1981, citado en la autobiografía que se incluye en Rubén Lena: Canciones, un libro publicado por el Ministerio de Educación y Cultura en ocasión del homenaje nacional que se le brindara el 5 de abril de 1994. No existe a la fecha ninguna antología completa de sus textos de canciones (y por supuesto ninguna -en un país donde no se editan partituras jamás, desde hace varias décadas- antología de sus canciones completas, en letra y música).
4. En la misma autobiografía.
5. Véase, por ejemplo, el capítulo "La mentira desubicada" en su libro de memorias Meditaciones, Banda Oriental, Montevideo, 1993.
6. En el capítulo "Modos de pensar" del mismo libro. Véase también su libro Vagabundeos y canciones de Zenobio Rosas, Banda Oriental, Montevideo, 1982.
7. Reportaje de Daniel Cabalero publicado en el semanario Aquí, Montevideo. El título de esta nota está extraído del mismo reportaje.
8. Mismo reportaje de Daniel Cabalero.
9. Reportaje de Mauricio Ubal a Los Olimareños en BRECHA, del 19-XII-1986 (lo citado fue accidentalmente omitido en el armado de página y aparece en la fe de erratas publicada el 23-I-1987).
10. En la autobiografía arriba mencionada.
11. Reportaje de César di Candia en Búsqueda, del 16-XII-1993.
En el 2003 fue aprobado por ley como Himno Popular del Uruguay, el tema de Ruben Lena, A Don Jose .
A don José
Texto y música: Ruben Lena
Ven a ese criollo rodear, rodear, rodear...
Los paisanos le dicen: Mi general.
Va alumbrando con su voz la oscuridad
y hasta las piedras saben adonde va.
Con libertad, ni ofendo ni temo.
¡Qué don José!
Oriental en la vida y en la muerte también.
Ven a los indios formar el escuadrón
y aprontar los morenos el corazón.
Y de fogón en fogón se oye la voz:
Si la patria me llama aquí estoy yo.
Con libertad, ni ofendo ni temo.
¡Qué don José!
Oriental en la vida y en la muerte también.
(Tomado de "Cancionero de LOS OLIMAREÑOS", selección de Rubén Lena, Ediciones de la Banda Oriental, Montevideo, Marzo de 1984)
Montevideo COMM / Portal
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