Por The New York Times | Rhonda Garelick
Conforme el mundo regresa titubeante a la normalidad, y más gente vuelve a las oficinas, tenemos que aceptar que la era de la ropa deportiva quizá esté llegando a su fin. Pero, ¿realmente queremos abandonar la libertad y la comodidad que hemos encontrado durante esta época tan sombría? Yo sé que no. Y parece que no soy la única.
Resulta que dos años es el tiempo suficiente para convencer a muchas de nosotras, especialmente las mujeres de más de 40 años, de que no tenemos que volver a sufrir molestias físicas por la moda.
“No tengo paciencia para la ropa incómoda”, comentó Shira Lander, de 59 años, profesora de Estudios Religiosos en la Universidad Metodista del Sur de Dallas. “Me deshice de la mayor parte de mi ropa que se debe limpiar en seco, ¡y ya no me preocupa llevarme una plancha de vapor cuando viajo!”.
Ante un mundo exterior aterrador, ¿quién no anhela meterse bajo las cobijas y cubrirse con una prenda de vestir vaporosa, fluida y cómoda que, aunque está pensada para usarse de día, parece y se siente como ropa de dormir, y a veces incluso como una sábana?
El lado más amable y gentil de la moda femenina ha sido visible en todo el espectro, desde la pantalla de Zoom hasta la pasarela. En 2020, Anna Sui mostró vestidos campiranos, e incluso hizo que algunas modelos llevaran edredones a juego. Prada propuso chaquetas acolchonadas, tipo capullo, y capas con cinturón que parecían batas. Jason Wu preparó caftanes ligeros.
“Me encanta que la ropa de dormir se haya convertido en una nueva categoría predominante”, opinó Barbara Lippert, escritora de 65 años. “Durante la peor parte de la pandemia, incluso los pantalones de mezclilla parecían una exageración, pues requerían esa compleja acción de abotonarte y subirte el cierre. También los suéteres con botones eran demasiado esfuerzo”.
Muchas mujeres entrevistadas para esta columna llevaron la conversación a los zapatos y a la eterna búsqueda de estilo y elegancia para unos pies que ya no pueden o no quieren contorsionarse en posiciones antinaturales. “Me niego a ponerme zapatos que me lastimen los pies o que me parezcan poco elegantes”, aseguró Anne Higonnet, de 63 años, profesora de Historia del Arte en la Universidad de Columbia. “Así que recurro a las viejas y elegantes marcas de zapatos planos con cordones ingleses y franceses: Crockett & Jones y Paraboot”.
Jody Sperling, de 51 años, bailarina y coreógrafa, prefiere los zapatos que permiten el movimiento, y señala que, con su estilo preferido de zuecos, “puedo elegir colores escandalosos, y siguen siendo zapatos cómodos”. Los Dansko plateados son sus favoritos en este momento.
Lippert dijo que había estado usando botas con suela de plataforma, pero incluso esos modelos “comenzaron a sentirse demasiado rígidos”, por lo que cambió a “botines de gamuza con forro de imitación de piel”.
“Se acabaron los tacones”, coincidió Angela Cason, de 61 años, propietaria de una agencia digital que también ha sucumbido ante los encantos del calzado con forro tipo borrego. En cuanto te pones unas botas UGG, dice, ya no quieres usar ningún otro tipo de zapato.
Los diseñadores de gama alta llevan tiempo admitiendo ese punto, como bien lo ejemplifica la moda de las sandalias de peluche o forradas con piel o, más recientemente, la colaboración entre Birkenstock y el mismísimo rey del dolor, Manolo Blahnik, que ha mezclado el ADN de ambos para producir sandalias anchas, planas y jipis de terciopelo en tonos brillantes, adornadas con hebillas de pedrería. Otras de las marcas de calzado de renombre mencionadas fueron: Madewell, Aerosoles, Arche, Aquatalia, Blondo, Fly of London y, para los tacones superbajos (los únicos que se mencionaron), Isabel Marant. Durante más de un siglo, la moda femenina ha pasado por varios intentos de uniformidad, desde la Rational Dress Society del Londres de finales del siglo XIX (que denunciaba los corsés de hueso de ballena y promovía los voluminosos pantalones de ciclista conocidos como “bloomers”), pasando por los conjuntos de Coco Chanel, los pantalones de mezclilla y las camisetas unisex de la década de 1960, hasta los trajes sastres de la década de 1980, que servían de armadura para las mujeres que acababan de entrar al campo de batalla empresarial.
Lippert ve una correlación directa entre los atuendos relajados para estar en casa que se usan en la actualidad y esos primeros trajes. “Me parece que la moda de los atuendos cómodos es una versión inversa de los ‘trajes de poder’ para una generación anterior de mujeres trabajadoras”.
Sperling relató la compra de una serie de monos de algodón suave, en múltiples colores y tejidos, todos ellos fabricados en Tailandia. “Me gusta ponerme ropa con la que pueda bailar”, aseguró. También citó como uniformes favoritos “unos mallones y una camiseta de tirantes con sujetador incorporado” o una “camisa de lino con botones de estilo masculino”.
Alys George, de 45 años, historiadora de la cultura, es partidaria de un atuendo similar: mallones y un suéter o una blusa larga tipo túnica, todo en negro. El apogeo de los confinamientos pandémicos coincidió con el reciente embarazo de George, que no hizo sino aumentar su deseo de sentirse cómoda. Después del embarazo, sigue apegada a su nueva apariencia, y hasta ella misma se sorprende un poco.
En el fondo, la moda relajada es democrática y se adapta a los cambios de mente, cuerpo y cultura. Puede ser neutra en cuanto al género o no binaria, y es inclusiva en cuanto al cuerpo, pues favorece diversas formas, pesos y tamaños. También es una forma de hacer más con menos. Muchas mujeres mencionan que confían en el mismo número limitado de prendas que se mantienen en rotación constante. Cason suele utilizar los mismos cinco pares de pantalones Eddie Bauer de varios colores, comentó.
En este sentido, la moda relajada se siente muy acorde con algunos de los movimientos políticos y sociales más urgentes de la actualidad. “La ropa que te pones refleja tus valores”, señaló Sperling. Es difícil saber cuánto tiempo permaneceremos anclados en nuestros capullos. La moda es cíclica. Pero la moda relajada ha tardado mucho en llegar y responde profundamente tanto al momento político actual como a algunos de nuestros deseos más íntimos: comodidad, espacio y liberación del dolor. Como resultado, sospecho que este ciclo estará con nosotros durante mucho tiempo, para mujeres de muchas edades.
Yo misma ahora estoy enamorada de la primera sudadera con capucha que tenido en mi vida (Tahari, negra, de tela jersey sedosa). Y Sperling dijo que su hija de 10 años, Evie, anunció hace poco: “Nunca sufriré dolor por la belleza”. Los niños son tan sabios. Después de dos años de pandemia, la gente le tiene menos paciencia a la ropa incómoda. (Shuhua Xiong/The New York Times).