El 23 de setiembre de 1913, este francés nacido en 1888 completó la primera travesía aérea del Mediterráneo. Garros partió de Frejús, en el sur de Francia, y 5 horas y 53 minutos más tarde su avión Morane-Saulnier G aterrizaba en Bizerta, Túnez. La travesía no fue nada fácil: el aparato sufrió una avería a mitad de camino, y llegó a destino apenas con el "olor" del combustible en el tanque.
Al año siguiente estalló la Primera Guerra Mundial. La aviación era una disciplina novísima y los pilotos conformaban una reducida colectividad internacional. Llamados a filas, al principio no portaban ningún tipo de arma y su misión era de observación. En los inicios del conflicto, no era raro que aviadores de bandos enfrentados se saludaran en el cielo. Sin embargo, la guerra recrudeció y pronto esa "paz aérea" desapareció. Los aviones se artillaron y comenzaron a atacarse entre sí.
La instalación de ametralladoras en aquellos rústicos aviones de tela y madera no fue cosa sencilla. Lo lógico era instalarlas en el morro y que las operara el piloto, pero había un problema: allí estaba la hélice. Así las cosas, se ensayaron diferentes alternativas, que generalmente involucraban a una segunda persona a bordo. En algunos casos se situaban en la parte trasera, algo que obligaba a una perfecta coordinación entre piloto y artillero, y a maniobras complejas para ofrecer a este último posibilidades de tiro. En otros casos se colocó el arma encima de las alas, lo que obligaba al artillero a ir acostado y poco menos que flameando sobre el aparato.
Entonces entró en acción la visión de Roland Garros, quien estaba interesado en los experimentos de sincronización de tiro en los que trabaja el mecánico Raymond Saulnier. En realidad, las experiencias habían fracasado, y Saulnier se había decidido por una solución más rudimentaria: blindar las aspas de la hélice por el lado de adentro. De ese modo, algunas balas impactaban sobre ellas y eran despedidas hacia afuera sin causar daños. Los proyectiles que lograban pasar seguían su recorrido rumbo al objetivo.
Garros pidió a Saulnier que blindara las hélices de su avión, y algunas versiones aseguran que el propio piloto y su mecánico personal, Jules Hue, se encargaron de probar y perfeccionar el sistema.
Garros logró derribar al menos cuatro aparatos alemanes, pero luego las cosas se torcieron. El 18 de abril de 1915 se vio obligado a hacer un aterrizaje forzoso en territorio enemigo. Al tocar tierra intentó incendiar su avión para que su truco no fuera revelado, pero fue hecho prisionero antes de conseguirlo.
Los alemanes investigaron el aparato, y el ingenioso método de Garros inspiró al holandés Anthony Fokker, un talentoso fabricante de aviones radicado en Alemania.
Al ver las hélices del avión francés, a Fokker se le "prendió la lamparita" y triunfó donde Saulnier había fracasado. Desarrolló un sistema de relojería que coordinaba el movimiento de la hélice con los disparos de la ametralladora, un invento que permitió disparar a través de las aspas y se conoció como el "Látigo de Fokker". Rápidamente se instaló en las aeronaves alemanas, brindándoles una superioridad que sólo fue emparejada meses más tarde, cuando franceses y británicos adoptaron el mismo sistema.
Garros pasó tres años cautivo hasta que logró escapar y se reintegró a su escuadrilla, insistiendo en volar pese a que las malas condiciones de reclusión habían afectado seriamente su vista. El 5 de octubre de 1918, un día antes de cumplir treinta años, murió al ser derribado en combate cerca de las Ardenas. La guerra terminó el 11 de noviembre.
¿Y el tenis? Roland Garros fue deportista, pero su verdadero fuerte era el rugby, llegando a formar parte de la selección nacional. Como tenista se desempeñó a nivel amateur. Sin embargo, cuando en 1928 se inauguró el ahora famoso recinto deportivo, los amigos del héroe de guerra -en especial el prestigioso atleta Émile Lesieur- insistieron en ponerle su nombre.
En la actualidad, pocos de quienes siguen de cerca uno de los principales torneos de tenis del mundo, recuerdan que su nombre se debe a alguien no demasiado vinculado a ese deporte, y cuyas hazañas estuvieron -literalmente- por encima de los campos de juego.