Por The New York Times | Brooks Barnes and Nicole Sperling
LOS ÁNGELES — El primer fin de semana de septiembre suele ser el momento en que Hollywood se toma un respiro y evalúa el panorama. Después del escapismo de gran presupuesto del verano y antes de los aspirantes al Oscar del otoño, ¿qué señales envían los aficionados al cine?
Tratar de predecir el futuro de los resultados de la taquilla es como pontificar sobre el simbolismo en las obras de ficción: cualquier teoría medio verosímil funciona. Pero los jefes de los estudios necesitan algo, lo que sea, que pueda orientarlos mientras toman decisiones multimillonarias para las siguientes temporadas.
“Al parecer, los superhéroes todavía venden, sigan saqueando los cómics”. “Las comedias románticas fueron un fiasco, no haremos más de esas”. O algo así.
Este año, la única conclusión es que no hay conclusiones.
La taquilla permanece hundida y dispersa, pues los patrones de audiencias que alguna vez fueron confiables han sido derrocados por la pandemia del coronavirus y, en el caso de muchas películas, las ventas de boletos fueron canibalizadas por la disponibilidad instantánea de los servicios de emisión en continuo. Cada vez son más las películas que omiten su estreno en salas y debutan exclusivamente en Amazon Prime Video, Netflix, Apple TV+ y otras plataformas, pero esas empresas se rehúsan a divulgar datos significativos de audiencia.
Las salas de cine en América del Norte han vendido alrededor de 2200 millones de dólares en boletos en lo que va del año, en comparación con los 7800 millones de dólares en el mismo periodo de 2019, según Comscore, que recaba datos de billetaje. (Muchas salas estuvieron cerradas durante la mayor parte de 2020).
El resultado es una industria cinematográfica perdida que, en muchos casos, ni siquiera puede determinar si una película es un éxito o un fracaso. ¿Cómo se le asigna valor a una producción cuando no se tiene nada de información?
“El concepto del éxito se ha vuelto verdaderamente abstracto”, dijo Nina Jacobson, productora de cine y televisión y expresidenta de Walt Disney Studios. “No se trata solo de dinero. Para nosotros, el éxito en realidad responde a las preguntas: ¿Fue relevante? ¿La gente habló de ello? Es muy fácil perderse en una montaña de contenido”.
“Antes, al menos teníamos el lenguaje de la taquilla”, agregó Jacobson, cuyos créditos en colaboración con Brad Simpson, su productor asociado, incluyen “Locamente millonarios” y la miniserie de próximo estreno “Impeachment: American Crime Story”.
El registro de resultados de taquilla —los totales diarios por película, disponibles para todo público— se volvió común en la década de los ochenta luego de que los consultores empezaron a usar computadoras para recopilar datos de miles de salas de cine. Antes de eso, la revista Variety reunía información limitada, y los estudios revelaban cifras solo cuando les convenía, como lo hacen ahora los servicios de emisión en continuo. Los representantes no tardaron en aprovechar las estadísticas para conseguir mayores salarios para sus clientes. Los números positivos se convirtieron en una parte rutinaria del manual de publicidad cinematográfica. (“¡La comedia número uno en Estados Unidos!”). Los medios noticiosos nacionales informaban los recuentos de taquilla cada domingo, por lo que la información interna de Hollywood se convirtió en información de dominio público.
Sin embargo, la pandemia y la arremetida de los servicios de emisión en continuo han alterado la industria de manera profunda.
La mayoría de las películas ya no se distribuyen como solían hacerlo, primero en salas de cine durante un periodo exclusivo de unos tres meses, luego en línea para renta y compra, y después en servicios de emisión en continuo y televisión. Ahora, en su mayoría, decenas de películas se ven en línea. Tan solo Netflix planea estrenar 41 producciones originales entre principios de este mes y finales del año. Universal ahora ofrece sus películas bajo demanda tras un periodo de solo 17 días en salas. El catálogo de Warner Bros. se ha estrenado de manera simultánea en cines y en HBO Max.
Con esto como telón de fondo, ¿el éxito aún se puede basar en la venta de boletos? ¿Se trata más de formar una base de suscriptores más grande en los servicios de emisión en continuo? ¿O es una combinación confusa de ambas?
Esas preguntas son el meollo de la demanda de Scarlett Johansson contra Disney. Ella sostiene que la decisión de Disney de estrenar “Black Widow” en salas de cine y en Disney+ al mismo tiempo rebajó su remuneración como protagonista de la cinta, mientras que consolidó a Disney+ y, en consecuencia, la posición de la empresa en Wall Street. Disney ha declarado que su reclamo “no tiene mérito”.
O tal vez ha habido un cambio más profundo. ¿Acaso las personas se han acostumbrado tanto al mundo del contenido bajo demanda que sienten una menor necesidad de salir corriendo a ver el estreno de la semana? Eso significaría que las expectativas con respecto a la taquilla deben replantearse. Tal parece que ahora los nuevos estrenos compiten con todas las películas y series de la historia, pues todas están disponibles en algún servicio de emisión en continuo. .
El resultado más evidente: los espectadores acudieron en tropel a ver “Shang-Chi”, que se perfilaba para recaudar 83,5 millones de dólares en 4300 salas en Estados Unidos y Canadá de viernes a lunes, según Comscore, que recopila datos de taquilla. En el extranjero, la cinta elogiada por la crítica, destacada por ser la primera superproducción de Marvel con un superhéroe asiático como protagonista, generó 56,2 millones de dólares adicionales. La realización de “Shang-Chi” costó alrededor de 200 millones de dólares. Con base únicamente en la venta de boletos del verano, el género de terror sigue siendo una apuesta segura. “Un lugar en silencio: parte II”, que le costó a Paramount unos 60 millones de dólares, recaudó 300 millones de dólares a nivel mundial, un éxito arrollador bajo los estándares de la pandemia. Se estrenó en mayo, antes de que la variante delta empezara a propagarse por el planeta. Las películas dirigidas a audiencias mayores todavía enfrentan dificultades. “Reminiscencia”, protagonizada por Hugh Jackman, fue un fracaso digno del salón de la fama, pues costó alrededor de 60 millones de dólares y apenas llegó a 1,9 millones de dólares en venta de boletos. “Los espectadores mayores —de 35 años en adelante— piensan en su salud más que los jóvenes, y pueden permitirse mejores opciones de entretenimiento en casa”, comentó Gross.
Incluso las cintas de escapismo obtuvieron resultados mixtos. “Free Guy: tomando el control” de Disney, una película bien recibida por la crítica sobre un hombre ordinario que aparece dentro de un videojuego, se considera un éxito con 239 millones de dólares recaudados en ventas globales. Su presupuesto de producción fue de 115 millones de dólares y el de comercialización fue de aproximadamente 100 millones de dólares. Ya se está preparando una secuela.
No obstante, “G.I. Joe: Snake Eyes” fue una decepción, junto con “Un jefe en pañales 2: negocios de familia”, que hasta ahora ha recaudado 100 millones de dólares en todo el mundo, o unos 400 millones de dólares menos que la predecesora de la franquicia en 2017. La secuela, que sigue proyectándose en el extranjero, fue otro estreno híbrido en Estados Unidos, pues llegó de manera simultánea a las salas de cine y a Peacock, el servicio de emisión en continuo de NBCUniversal.
En una conferencia telefónica reciente con analistas, la empresa matriz de NBCUniversal, Comcast, citó la disponibilidad de la película en Peacock como una de las razones por las que el servicio vio un aumento de suscriptores en julio.
Pero no divulgó ninguna cifra de audiencia.
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