Por The New York Times | (Tag bylines with individual items.)
Los gobiernos se comprometen a lograr el cero neto. Se venden productos sustentables en Instagram. Los bancos promueven los criterios ESG (las siglas en inglés que hacen referencia a factores ambientales, sociales y de gobierno corporativo). A medida que el cambio climático empeora, parece que todo el mundo quiere que sepas que está haciendo algo al respecto. Pero, ¿qué significan esas palabras? ¿En realidad comunican información... u ofuscan?
Hay una larga historia de elección de palabras que pretenden promover una agenda. Hace dos décadas, un encuestador llamado Frank Luntz aconsejó a los republicanos que dijeran “cambio climático” en lugar de “calentamiento global”, una frase que sonaba menos alarmante, para tratar de evitar las peticiones de acción urgente. Muchas cosas han cambiado desde entonces, pero lo que no ha cambiado es el poder de las palabras para moldear la manera en que la gente piensa en los riesgos climáticos.
El equipo del clima de The New York Times ha recopilado una lista de términos que es probable que escuches, junto con definiciones, contexto y advertencias. Términos como compra de carbono e impuesto sobre el carbono, energías renovables contra energías limpias y gas natural contra gas hidrofracturado o de esquisto. Considéralo una guía de usuario para el debate sobre el clima, en el que la ciencia es clara, pero el lenguaje es todo lo contrario.
CERO NETO
Asegúrate de leer las letras pequeñas.
Los científicos han advertido que el calentamiento global seguirá empeorando hasta que la humanidad alcance las emisiones “cero netas” a nivel mundial, es decir, el punto en el que ya no inyectamos más gases de efecto invernadero a la atmósfera. Por eso, en los últimos años, un número cada vez mayor de países y empresas se han comprometido a “llegar al cero neto” en diversas fechas. Tanto Estados Unidos como China se proponen alcanzar este objetivo. También Amazon y Apple.
En teoría, el cero neto es una buena idea; en la práctica, se puede abusar con facilidad del término.
Cuando los gobiernos o las empresas se comprometen a alcanzar el cero neto, no siempre están prometiendo dejar de emitir dióxido de carbono. Muchas veces se refieren a que reducirán las emisiones de combustibles fósiles de sus fábricas, hogares y autos lo más que puedan y luego compensarán lo que no puedan eliminar por otros medios, como plantar árboles o utilizar tecnología para extraer el dióxido de carbono del aire.
Estas compensaciones pueden ser polémicas. Los árboles pueden absorber carbono, pero también pueden arder en incendios forestales. La tecnología de eliminación de carbono aún está en pañales. A los críticos les preocupa que los líderes y las empresas puedan estar utilizando la promesa de esas compensaciones para evitar hacer recortes más profundos en este momento.
Al mismo tiempo, las promesas de emisiones cero netas de muchos países son vagas y aún no están respaldadas por políticas concretas para frenar las emisiones. Es el caso de Estados Unidos y China. Muchas promesas empresariales de alcanzar las emisiones cero netas tienen asteriscos: algunas empresas se han comprometido a limpiar sus oficinas, pero no sus cadenas de suministro más amplias. Es posible establecer un objetivo cero neto riguroso, pero estas promesas suelen requerir mucho escrutinio. — BRAD PLUMER
SOSTENIBILIDAD
Alcanzarla es más difícil de lo que crees.
Las promesas de sostenibilidad o sustentabilidad están por doquier. Una búsqueda rápida en línea arroja una vasta selección de productos con esa marca, como una “Caja de regalo para la sustentabilidad”, con utensilios de madera y un vaso envuelto en bambú; una camiseta con las palabras “Sustainable AF”; y un soporte de papel higiénico que anima a los usuarios a usar menos dispensando una hoja a la vez. En muchos casos, ni siquiera está claro lo que la empresa afirma. Sin una verificación independiente, el término carece de sentido. Si nos tomamos en serio la sustentabilidad, ¿qué tal si reducimos el consumo?
¿Qué pasa si lo hacemos bien?
Las Naciones Unidas definen la sostenibilidad como que “satisface las necesidades del presente sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades”.
Ese tipo de sustentabilidad verdadera significa poner a los seres humanos en equilibrio con el planeta y sus recursos. Requiere cambios transformadores en nuestra forma de vivir. Pero si somos capaces de trabajar arduamente para conseguirlo, no haremos más que salvar nuestro mundo. — CATRIN EINHORN
HUELLA DE CARBONO
¿Un concepto útil o una estratagema de la industria?
Digamos que decides cenar un buen corte de carne. Tal vez sepas que las vacas emiten gas a la atmósfera, lo cual hace que el ganado sea una fuente considerable de emisiones de gases de efecto invernadero. Pero eso no es todo: las copas de vino de California, el agua potable embotellada que se pone en la mesa y el pastel de queso del postre también generaron emisiones cuando se produjeron y de nuevo cuando viajaron hasta tu mesa. Esas cantidades se suman a la “huella de carbono” de tu cena.
El recuento de las emisiones relacionadas con todo lo demás en tu vida (la calefacción de tu casa, el viaje en auto hacia y desde el trabajo y hasta la comida de tu gato o perro) es la huella de carbono de tu hogar o tu contribución al calentamiento global.
Los investigadores desarrollaron la idea de la huella de carbono en la década de 1990 como una herramienta legítima de investigación sobre la sostenibilidad (no la inventó el gigante petrolero BP como algunos han insinuado), pero los críticos afirman que la industria de los combustibles fósiles se ha apropiado de la idea para centrar la atención en la responsabilidad y las acciones individuales, en lugar de en los cambios estructurales más amplios necesarios para frenar las emisiones, incluyendo un cambio más rápido hacia la energía limpia o renovable.
Podemos hablar de la huella de carbono de empresas, industrias o naciones. Y sí, las acciones individuales son importantes: los vuelos frecuentes, por ejemplo, conllevan una enorme huella de carbono. Ayudaría usar este término con más cuidado. — HIROKO TABUCHI
MITIGACIÓN
No es lo mismo que mitigación de desastres.
Se trata de un término utilizado tanto por climatólogos como por expertos en catástrofes, pero para escenarios muy diferentes.
En el contexto del cambio climático, la mitigación se refiere a cualquier cosa que reduzca las emisiones de gases que calientan el planeta. Pensemos en el cambio de la generación de electricidad con carbón a la producción eólica y solar, de los autos de gasolina a los eléctricos, o hacia electrodomésticos más eficientes desde el punto de vista energético. Sin un progreso significativo, y rápido, en la mitigación, el planeta se enfrenta a una catástrofe.
La mitigación tiene un significado por completo distinto entre los gestores de emergencias y otros expertos en catástrofes, que la utilizan para hablar de la protección de las personas contra los efectos de las tormentas, los incendios forestales u otros peligros. De forma confusa, esto es lo que los expertos en el clima llaman a veces “adaptación” (consulta la siguiente entrada para entender esto). — CHRISTOPHER FLAVELLE
ADAPTACIÓN
No es lo mismo que “resiliencia”.
La adaptación es el complemento de la mitigación. Se refiere a las medidas destinadas a atenuar las consecuencias actuales del cambio climático y a prepararse para lo que ocurra cuando empeoren. Algunos ejemplos son cambiar cómo y dónde construimos casas y carreteras, o ayudar a la gente a alejarse de los lugares vulnerables a inundaciones o incendios forestales.
Este término se utiliza a veces como sinónimo de resiliencia, pero hay diferencias importantes. La resiliencia significa mantener un modo de vida pero con mayor protección; la adaptación significa cambiar un modo de vida que se está volviendo demasiado difícil de mantener. Pensemos en la protección de una ciudad costera contra los huracanes con un muro marino (resiliencia) frente a la ayuda que se le da a la gente para que se traslade a otro lugar (adaptación).
La adaptación solía ser una palabra sucia entre los ecologistas, que consideraban la idea derrotista. A medida que los efectos del cambio climático empeoran, esa crítica se ha desvanecido. La necesidad de adaptarse, sin dejar de intentar reducir las emisiones, se ha hecho indiscutible. Pero el término aún conlleva un elemento de eufemismo, en especial porque las comunidades y naciones más pobres tienen mucha menos capacidad de adaptación que los grupos más ricos. — CHRISTOPHER FLAVELLE
SOLUCIONES BASADAS EN LA NATURALEZA
No es una excusa para quemar combustibles fósiles.
Las soluciones basadas en la naturaleza utilizan la naturaleza para ayudar a resolver problemas humanos. Por ejemplo, las turberas, las praderas de hierbas marinas y los bosques actúan como sumideros de carbono, que mantienen los gases de efecto invernadero fuera del aire. En las ciudades y los poblados, los árboles refrescan a la gente durante las olas de calor. Los manglares y los arrecifes de coral protegen las costas de las tormentas. Las soluciones basadas en la naturaleza pueden ayudarnos a luchar contra el cambio climático y a protegernos de sus consecuencias, al tiempo que nutren la biodiversidad del mundo. Son una herramienta fundamental.
Pero algunas empresas las consideran una forma de conseguir las emisiones cero netas sin reducir el uso de combustibles fósiles. La ciencia es clara: la naturaleza no puede almacenar suficientes gases de efecto invernadero para que podamos seguir arrojándolos a la atmósfera al ritmo actual. Además, las soluciones basadas en la naturaleza se ven amenazadas por el cambio climático. Cuando los ecosistemas sucumben, pasan de almacenar gases de efecto invernadero a emitirlos. Así que, a menos que las soluciones basadas en la naturaleza se combinen con reducciones drásticas en las emisiones de combustibles fósiles, están destinadas a convertirse en un engaño ecológico.
¿La solución definitiva al cambio climático basada en la naturaleza? Dejar los combustibles fósiles en el suelo. — CATRIN EINHORN
CAPTURA DE CARBONO
También, está su prima, la eliminación de carbono.
La forma más sencilla para mantener el carbono fuera de la atmósfera es no ponerlo ahí en primer lugar. Pero como la quema de combustibles fósiles sigue siendo generalizada, los ingenieros también están explorando estrategias para capturar o eliminar el dióxido de carbono resultante a posteriori. Hay dos ideas generales.
La captura de carbono se refiere por lo general a la tecnología que puede atrapar el dióxido de carbono que sale de una chimenea antes de que pueda escapar a la atmósfera. El dióxido de carbono capturado se entierra bajo tierra de manera permanente, se convierte en un producto útil como el hormigón o, lo que es más polémico, se utiliza para extraer más petróleo del suelo.
La eliminación del carbono es un tanto diferente y, en general, se refiere a la extracción del dióxido de carbono de la atmósfera mucho después de que se haya liberado. Los árboles pueden hacer esto de forma natural, por supuesto, y plantar bosques puede ser una forma de eliminación de carbono. Pero algunas empresas están experimentando con la eliminación tecnológica del carbono, como la captura directa del aire: en esencia, ventiladores gigantes que aspiran el carbono del cielo y lo inyectan bajo tierra. Esta tecnología está aún menos desarrollada que la captura de carbono y suele ser mucho más cara, aunque los científicos afirman que puede ser necesaria si queremos alcanzar las emisiones cero netas. — BRAD PLUMER
GEOINGENIERÍA
También conocida como “intervención climática”.
En ocasiones, a la eliminación de carbono se le llama geoingeniería: intervenir de manera deliberada en la composición de la atmósfera. Sin embargo, el término geoingeniería también se utiliza para describir algo muy distinto: inyectar aerosoles en la estratósfera para reflejar más energía del Sol hacia el espacio (a veces llamada geoingeniería solar o modificación de la radiación solar), que según los científicos podría reducir las temperaturas globales de manera rápida y barata pero temporal, como una especie de medida provisional hasta que el mundo pueda reducir las emisiones.
El concepto es muy controvertido. Incluso si este sistema funcionara, nadie sabe con certeza cuál sería el efecto en distintas partes del mundo. Algunas regiones podrían sufrir reducciones devastadoras de las precipitaciones u otros cambios en los patrones climáticos. Muchos consideran que incluso la investigación básica sobre geoingeniería solar es un riesgo moral, ya que se corre el peligro de que la sociedad llegue a la conclusión (errónea) de que ya no es necesario reducir las emisiones de gases de efecto invernadero.
La reacción negativa ha sido tan intensa que algunos defensores de la investigación de geoingeniería han empezado a referirse a ella como intervención climática. Sea cual sea el término que se utilice, el debate sobre cómo bloquear los rayos del Sol, y si se debe hacer, no hará más que intensificarse a medida que aumenten los efectos del cambio climático y el mundo empiece a quedarse sin tiempo para encontrar mejores opciones. — CHRISTOPHER FLAVELLE
ELÉCTRICO
VE, HEV, PHEV, FCV. ¡Uf!
Un concesionario del futuro podría vender una serie de vehículos con acrónimos confusos. ¿Qué significan, qué posibilidades hay de que conduzcas uno y qué significa para las emisiones?
Empecemos por los HEV, a veces llamados simplemente HV. Es posible que conozcas a alguien que conduzca un HEV, o vehículo eléctrico híbrido, o incluso que tú mismo tengas uno: Toyota presentó el primer híbrido de gasolina y electricidad, el Prius, en 1997. Esta tecnología revolucionó la industria automovilística con un motor de gasolina asistido por un motor eléctrico que reducía en gran medida la cantidad de gasolina que necesitaba el vehículo.
Un PHEV, o vehículo híbrido enchufable, es simplemente una extensión de esa tecnología. Un PHEV suele funcionar solo con su batería, que puede conectarse a una estación de carga. Pero, al igual que el Prius, el motor de gasolina puede activarse (en un híbrido normal, las baterías se cargan a través de la frenada regenerativa, que toma la energía generada al frenar o detener el coche y la almacena, o del propio motor de gasolina).
Un VE, o vehículo eléctrico, funciona solo con baterías que alimentan un motor eléctrico. Por tanto, no hay motor de combustión interna, ni depósito de combustible, ni tubo de escape. Numerosos estudios han revelado que los VE —llamados en ocasiones BEV, la sigla en inglés para vehículos eléctricos de batería— tienen, por lo general, las menores emisiones de todas las tecnologías disponibles en la actualidad, aunque mucho depende de la red eléctrica local.
Los FCV, o vehículos de pila de combustible, funcionan con hidrógeno en lugar de con una batería y no producen más emisiones que el vapor de agua y el aire. Pero, en la actualidad, el hidrógeno se obtiene casi en su totalidad del gas natural, un combustible fósil, y llevar el hidrógeno a todas partes requeriría nuevas e importantes inversiones en infraestructura de hidrógeno, además de nuestra creciente infraestructura de recarga de vehículos eléctricos. Esto plantea dudas sobre la compatibilidad con el clima y la viabilidad de los FCV. — HIROKO TABUCHI
ENERGÍA LIMPIA
No hay que confundirla con energía renovable.
Las personas suelen utilizar “energía limpia” para referirse a cualquier fuente de energía que no añade una cantidad importante de gases de efecto invernadero a la atmósfera, y suelen contrastarla con los combustibles fósiles. Pero lo que se considera energía limpia puede ser muy debatible. Y no siempre es lo mismo que energía renovable.
La energía eólica y la solar se consideran en general limpias, aunque, para empezar, la fabricación de turbinas eólicas y paneles solares puede añadir un poco de carbono al aire. También se consideran renovables, ya que no se espera que el viento y la luz solar se agoten pronto.
Pero no todas las energías renovables son necesariamente limpias. Por ejemplo, la bioenergía, la quema de madera u otras plantas para obtener electricidad o combustible, puede ser renovable. Pero, si se maneja mal, puede crear una buena cantidad de emisiones.
Las centrales nucleares suelen considerarse limpias, ya que no liberan dióxido de carbono una vez que generan electricidad. No todo el mundo está de acuerdo con esta caracterización debido a los residuos radiactivos que quedan. Y las centrales nucleares no se consideran renovables, ya que las reservas de combustible no son infinitas.
De forma más controvertida, los grupos de la industria se refieren a veces al gas natural como limpio, ya que produce menos dióxido de carbono y menos contaminantes que el carbón cuando se quema. Pero el gas natural sigue produciendo más carbono que la energía eólica, solar o nuclear, y su uso puede provocar fugas de metano, un potente gas de efecto invernadero por derecho propio. — BRAD PLUMER
GAS NATURAL
¿Qué tiene de natural?
Esa es una pregunta que algunos grupos ambientales han comenzado a hacer sobre el gas que usamos en nuestros hogares, pero que también es un combustible fósil, y los combustibles fósiles son los principales causantes del cambio climático motivado por los humanos.
Desde el punto de vista técnico, el gas natural se genera de manera natural y se extrae del suelo junto con el petróleo. Sin embargo, en Estados Unidos, las compañías suelen recurrir a la “facturación hidráulica” para extraer gas, lo cual requiere inyectar una mezcla de agua, arena y químicos a alta presión en las rocas. Los críticos opinan que ese proceso dista de ser natural y algunos han comenzado a llamar al gas natural “gas hidrofracturado” o “gas fósil” para hablar con mayor claridad.
Este no es el único debate que gira en torno al gas. Dado que el gas se quema de forma más limpia que el carbón o el petróleo, la industria se ha referido a él como un “combustible puente” entre el carbón y las energías renovables. Pero la investigación científica ha empezado a mostrar cómo la perforación hidráulica para obtener gas libera grandes cantidades de metano, un potente gas de efecto invernadero, hacia la atmósfera.
Un creciente número de críticos sugiere otro nombre para el gas natural: gas metano. Cualquier cosa, dicen, menos “natural”. — HIROKO TABUCHI
ESG
La sigla consentida del mundo financiero.
Tal vez hayas escuchado este acrónimo en relación con tu fondo de retiro o de inversión, si tienes alguno. La inversión en empresas rentables que también intentan adoptar mejores prácticas, o al menos no tener un impacto negativo, es cada vez más popular.
Entre 2018 y 2020, las inversiones estadounidenses en empresas ESG (la sigla para referirse a lo medioambiental, social y de gobierno) crecieron un 42 por ciento hasta alcanzar los 17 billones de dólares. Hoy, más de un tercio de todos los activos de inversión en Estados Unidos entran en la categoría de inversión sustentable y responsable. Pero, ¿qué tipo de empresa cumple los requisitos para obtener esta denominación?
Al igual que con el término sostenibilidad, hay poco consenso sobre lo que significa realmente ESG. Existe un debate sobre si una empresa debe cumplir los tres principios. ¿Qué pasa si una empresa de fabricación de equipos pone a sus trabajadores en primer lugar pero suministra a la industria de los combustibles fósiles? ¿O qué pasa si una empresa de energías renovables tiene malas prácticas laborales? ¿Deben ambas empresas tener derecho a llevar la etiqueta? ¿Y deben clasificarse también las emisiones de carbono anteriores, o los efectos al final de la vida útil, de los productos de una empresa?
La inversión ESG no es lo mismo que la inversión de impacto, que se centra en empresas cuyo objetivo es tener un impacto positivo en la sociedad. — WINSTON CHOI-SCHAGRIN
COMPRA DE CARBONO
Una solución basada en el mercado.
Desde hace tiempo, algunos economistas argumentan que la compra de carbono es una manera elegante de combatir el cambio climático. Basta con cobrar más por las emisiones producidas, y la gente tendrá un amplio incentivo para quemar menos petróleo, carbón o gas, y cambiar a una energía más limpia. En la práctica, por supuesto, es complicado.
El precio del carbono puede fijarse principalmente de dos maneras. La más sencilla es un impuesto sobre el carbono, que suele ser un impuesto fijo sobre el petróleo, el gas y el carbón. Países como Canadá y Suecia tienen impuestos sobre el carbono, aunque en la práctica estas políticas a veces vienen con exenciones y lagunas. Y los políticos suelen ser reacios a fijar un impuesto sobre el carbono que sea lo bastante elevado como para tener un impacto considerable en el comportamiento, debido a que temen el rechazo de los electores.
También existe un sistema de comercio de derechos de emisión, en el que un gobierno establece un límite a las emisiones totales y lo va reduciendo con el tiempo. Los grandes contaminadores deben obtener permisos por cada tonelada de dióxido de carbono que emiten, y el número de permisos disminuye con el tiempo, lo cual aumenta el precio. — BRAD PLUMER Ahora que los líderes gubernamentales y empresariales se reúnen en Glasgow, el equipo del clima de The New York Times recopiló una lista de términos que probablemente escuches, junto con definiciones, contexto y advertencias. Términos como compra de carbono e impuesto sobre el carbono, energías renovables contra energías limpias y gas natural contra gas hidrofracturado. (The New York Times).
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