Por The New York Times | Lora Kelley
Al inicio de una sesión de Caveday, suena una música suave. Un facilitador les da la bienvenida a los participantes —un grupo de desconocidos que están ahí para lograr sus metas personales— y quizá diga algunas citas inspiradoras. No es una clase de yoga. Es una sala de Zoom y las decenas de personas conectadas han pagado para trabajar en silencio durante una o tres horas mientras son observadas por personas que no conocen.
Por una cuota de $39,99 dólares al mes, los usuarios pueden programar sesiones ilimitadas en “cuevas” de Zoom. Ahí, es posible ver a otros trabajadores fruncir el ceño y rascarse la cabeza, mientras buscan cumplir metas declaradas que van desde “desarrollar una lluvia de ideas” o “encontrar claridad”.
A dos años y medio de trabajar desde casa, muchas personas están viendo que una silla y un escritorio —aunque sea una ergonómica muy buena que se compró con un estipendio de la compañía— no constituyen una oficina.
Como realmente no hay un final a la vista para el trabajo desde casa de los empleados de cuello blanco, algunos están intentando imbuir algo más elusivo en sus oficinas domésticas: la sensación de responsabilidad (o culpa, simple y llanamente) que te da el ser observado por otros mientras trabajas.
A menudo se llaman plataformas de “cotrabajo virtual”, una serie de herramientas tecnológicas permite que la gente sea vista trabajando, pero, por supuesto, no por los jefes que podrían estar revisando lo que hacen o colegas que podrían aprovecharse de ellos. Las plataformas son especialmente populares con los trabajadores independientes, empresarios, estudiantes y gente con trastorno de déficit atención e hiperactividad (TDAH) que buscan estructura y responsabilidad.
Los admiradores dicen que estas plataformas combinan la libertad del trabajo a distancia con el enfoque adicional que tienes cuando alguien más está trabajando cerca de ti, en la siguiente pantalla de Zoom. Algunos expertos laborales dicen que para quienes no están trabajando en una oficina, este método (un facsimilar de la responsabilidad que sientes en los lugares de trabajo con plano abierto) podría ser una buena medianía.
Nick Bloom, profesor de Economía en la Universidad de Stanford, dijo que hay una cualidad de “trabajosidad” en la oficina tradicional que a muchos les parece útil. “Estás en un ambiente profesional, la gente está cumpliendo con su trabajo y tú también tienes que hacerlo”, explicó.
Añadió que las plataformas virtuales podrían ayudar a recrear un poco esa sensación. “Estás participando en la experiencia laboral, un 10 o 20 por ciento de ella, quizá para algunas personas sea más, y la estás replicando. Yo lo veo como algo que podría atraer a un nicho de personas”, opinó.
Beck Tench, una candidata doctoral de 43 años en la Facultad de Información de la Universidad de Washington, se conecta a una plataforma llamada Focusmate unas cuatro o doce veces al días. El servicio, que le cuesta 5 dólares al mes, le permite agendar sesiones de trabajo uno a uno en silencio y con desconocidos de todo el mundo.
Al inicio de una sesión, cada persona dice qué es lo que espera lograr. Luego, cada quién se pone a trabajar en su projecto y al final dicen cómo les fue.
“Al principio me sentía un poco aprehensiva, porque tenía estas ideas de que cosas malas pasaban con desconocidos del internet”, dijo, pero “todas las experiencias han sido de neutras a positivas”. (Taylor Jacobson, director ejecutivo de Focusmate, comentó que la compañía tiene cero tolerancia para el acoso en la plataforma).
Un día de trabajo típico para Tench, en su casa de 27 metros cuadrados en Bainbridge Island, Washington, que comparte con su esposa, comienza a las 6 de la mañana. Antes de la pandemia, trabajaba en una oficina grande que compartía con otros doce estudiantes de posgrado.
“Estaba llena de distracciones”, dijo. “A cada persona que llegaba la saludas y eso ya te desviaba”.
Ahora, muchas veces trabaja desde su EuroVan Volkswagen o desde el techo de su casa. En cualquier lugar menos en la oficina, a donde no planea regresar en el futuro previsible.
Las personas a quienes les parecen atractivos esos espacios virtuales suelen usarlos mucho. Alyssa Padron, una joven de 27 que trabaja en una organización sin fines de lucro en Austin, Texas, se conecta a sus sesiones de Caveday tres veces a la semana (meta: obtener un certificado de gestión de proyectos). Michelle Retter, una empresaria tecnológica de 31 años en Portland, Maine, se conecta desde su recámara dos o tres horas en Flow Club entre semana (meta: avanzar en su lista pública de pendientes). Maria De Maci, una maestra de 51 años en Riverside, California, usa el servicio varias veces a la semana en el verano (meta: avanzar en su novela).
Padrón, Retter y De Maci han dicho que tienen TDAH y que les ha sido útil programar bloques de trabajo para mantenerse responsables y en la tarea. “Creo que incluso es una especie de falso sentido de la responsabilidad”, dijo Padrón. Pero de todos modos les ayuda.
Estas herramientas también pueden ser útiles para quienes no trabajan todos los días en un entorno de trabajo tradicional. Chad Brooks, un pastor de 43 años en Alexandria, Luisiana, ha llegado a estar hasta 12 horas al día en Caveday. “Preparar un sermón requiere de trabajo concentrado”, afirmó Brooks, quien también capacita a otros pastores y tiene un pódcast. Agregó que a veces también ingresa a sesiones en Preacher’s Block, una plataforma virtual de cotrabajo para líderes espirituales. Anthony Ronda, de 30 años, un ingeniero de software de Hillsdale, Nueva Jersey, que está creando una empresa de juegos de mesa virtuales, participa en varias sesiones de Focusmate al día y ha encontrado el valor del rendirle cuentas a otra persona mientras trabaja. También ha experimentado un beneficio más personal: conoció a su novio en Focusmate a principios de este año. Tienen planeado conocerse en persona por primera vez a finales de este mes.
Ronda dijo que constantemente se topaban enfrente de la cámara, pues iniciaban sesión en el mismo horario; al poco tiempo empezaron a ponerse de acuerdo para trabajar juntos e intercambiaron sus números de Signal. “Obviamente, no es una plataforma de citas”, dijo de Focusmate. “Solo que así se dio”. No tiene planeado regresar a una oficina en el futuro próximo. Beck Tench, estudiante de doctorado, en su improvisada oficina en la azotea de Bainbridge Island, Washington, el 12 de julio de 2022. (Grant Hindsley/The New York Times) Beck Tench, estudiante de doctorado, y su perro, Lewis, en la camioneta que suele utilizar como oficina en la isla de Bainbridge, Washington, el 12 de julio de 2022. (Grant Hindsley/The New York Times)