"Mateína" plantea la peor pesadilla uruguaya: ¿Qué pasa si prohíben el mate?

Ni bombardeos ni robots que toman las calles, el Uruguay de un futuro distópico tiene una sola pesadilla: que se prohíba el mate; apocalipsis con el que una película tan cómica como absurda apuesta a tocar una de las "fibras" más sensibles de los uruguayos.

"Un Uruguay sin mate, dos casi héroes, una gran hazaña" es la frase que presenta a "Mateína", película en la que la que Uruguay se enfrenta a la prohibición del consumo y venta de yerba mate.

Pablo Abdala, director de la película, cuenta a EFE que el film habla de imaginar un futuro sin la infusión preferida de los uruguayos. "Nos gustó mucho jugar con esa idea de qué haría la gente (sin poder tomar mate). 'Mateína' está ambientada fuera de Montevideo, es toda en el interior, entonces nos parecía rica la situación de que los veteranos de pueblo iban a pegar (comprar) yerba como si fuese porro", dice.

Una "cruzada libertadora" liderada por dos pueblerinos "de poca monta" devenidos en traficantes de mateína, se vuelve la única esperanza en recuperar la pieza identitaria que el mate supone para Uruguay, que según indica la BBC, consume 8 kilos de yerba anuales por persona.

Para el cineasta, que trabajó por más de una década en este proyecto ideado por su codirector Joaquín Peñagaricano 16 años atrás, la película pone en tela de juicio "lo ridículas que son las prohibiciones", abriendo un debate mucho más amplio y profundo.

"Muchas veces te dicen 'te prohíbo esto por tu bien, porque soy el Estado y mi obligación es protegerte', pero en realidad todos sabemos que las prohibiciones también están motivadas por motivos que no exactamente son la salud de las personas, tienen otros motivos ocultos", valora.

Tras un proceso de montaje que resultó más largo y complejo de lo esperado porque fue difícil descartar "hasta escenas enteras”, la road movie  que tiene a la dupla de "Moncho" y "Fico" como protagonistas llegó este marzo a las salas de cine. Abdala calificó como “de milagro” este encuentro con el público.

Según el director esto es así porque, en tiempos en que el cine es visto más y más a solas desde alguna plataforma, la experiencia de las salas es tan extraña como valiosa. En este sentido y después de asistir a varias funciones y sostiene que la gente "se está adueñando de la película". Y narra, por ejemplo, que un espectador lagrimeó al sentir que la historia le recordaba a una situación vivida en la Dictadura cívico-militar uruguaya (1973-1985).

"Estamos hablando de una comedia absurda pero que claramente tiene un montón de paralelismos que buscamos, que podían funcionar o no y, por suerte, por lo menos para un grupo de personas están funcionando", agrega.

A su vez, cuenta que el impacto fue mayor con algunas personas oriundas de Florida donde se filmó buena parte de la película, porque quienes participaron como extras se vieron en la pantalla grande, para algunos, primera vez mirando un largometraje.

"Que una persona de un pueblo chiquito como es La Cruz vaya al cine, vea la película, le guste, se sienta identificada y te lo diga re emocionada es como 'ya está'", destaca y se refiere al caso de Irma de 70 años, quien nunca antes había ido al cine.

Por su parte, Abdala que una preocupación de ambos directores era si el film, coproducción con Argentina y Brasil, lograría llegar a espectadores extranjeros.

Si bien dice que hay quienes no saben qué es el mate, el cineasta subraya que cualquier persona "hace una asociación casi instantánea con elementos de su cultura" y, sea por imaginarlo con el té, la cerveza, la sangría o la caipiriña, se acerca a la trama de la película.

"Las cosas más lindas de la vida uno las hace pa' tomar unos mates después, es así. Te digo más, uno en realidad coge pa' tomar unos matecitos después", dice Moncho, uno de los personajes del largometraje.

Nota de Alejandro Pietro para EFE