Mientras en Uruguay la crisis de 2002 sumía en la pobreza a miles de uruguayos, al británcio Michael Carroll le sucedía lo contrario. Ganó 9,7 millones de libras esterlinas (unos 11,1 millones de dólares al cambio actual) en la lotería.
Por entonces, Carroll tenía 19 años, estaba casado, tenía una hija y trabajaba como barrendero. Cuando recibió el dinero sintió que su vida cambiaba radicalmente. El cambio se produjo, pero no fue definitivo: la rueda de la fortuna lo elevó, pero él se encargó de bajar.
Tal como informáramos en el año 2010, Carroll se abocó de inmediato a gastarse el dinero de mil formas.
Pagaba cientos de libras al día en drogas para él y sus amigos, dedicó más de 300.000 a comprarse una casona señorial en Norfolk y adquirió una verdadera flota de automóviles de lujo.
Su esposa, cansada de tales excesos, lo dejó y se llevó a la hija de ambos. Eso no lo hizo recapacitar, y llegó a contratar los servicios de hasta cuatro prostitutas en un mismo día. En 2004, estuvo cinco meses preso por posesión de cocaína. Compañeros de juergas de aquellos tiempos dijeron que el joven organizaba “orgías al estilo romano”, para las que contrataba a numerosas prostitutas y “servía cocaína en bandejas de plata”.
Abocado a una verdadera carrera de dilapidación, dejó cerca de un millón de libras en apuestas en hipódromos y canódromos, y otro millón lo invirtió en su equipo favorito, los Rangers. Finalmente, en 2009 gastó sus últimas libras —que obtuvo vendiendo los automóviles de lujo— y se declaró en bancarrota.
Luego de ello pasó un tiempo percibiendo un seguro de desempleo de menos de 50 libras, y vivió tres meses en un refugio para indigentes, ya que no lograba acceder a empleo alguno.
Posteriormente consiguió trabajo en una fábrica de galletas y luego en un matadero. En 2019, se mudó a Escocia, donde logró reunirse con su exesposa. Actualmente, trabaja repartiendo leña y carbón.
Ahora, con 39 años, y luego de gastarse toda su fortuna, se siente feliz con su nueva vida y dice que no se arrepiente del modo en que usó su dinero. “No cambiaría nada”, asegura.