Por Valentina Temesio
val3nt3na
Los dos nacieron en Libertad, San José. Los dos son periodistas; los dos trabajan en la televisión. Los dos llegan a las pantallas de uruguayos. Los dos tienen un rol similar, pero para canales que son competencia. Uno es padre, y otro su hijo.
Daniel y Joaquín Deleón son caras conocidas dentro de los canales de televisión y tienen roles similares, pues siguen la agenda de gobierno desde Torre Ejecutiva. El padre trabaja en Canal 12 y el hijo en Canal 5. Al principio, según contaron a Montevideo Portal, cuando Joaquín llegó al mundo de su padre, el de los móviles de televisión, eso llamó la atención. Ahora, que un padre y un hijo compartan la profesión, la calle, el detrás de cámara, es casi natural.
Los primeros días en el campo
Joaquín es el primer hijo del matrimonio de Daniel y Belén. Llegó un viernes, un día en el que su abuela paterna, que era “experiente”, aseguró que llegaría el susurro, y no se equivocó: después de varias horas del trabajo de parto de su mamá, nació el primer varón.
Los primeros años de la familia transcurrieron en el campo, un lugar en el que tenían a su abuela cerca, a sus vecinos. “La vida del campo es mucho más sana”, dice Joaquín. Por otro lado, Daniel asegura que allí “todos se cuidaban”.
Joaquín y su hermano Facundo, cuatro años menor que él, crecieron con el trabajo cerca. “Ellos siempre vieron en la madre o en mí el tema del trabajo; siempre se trabajó, se hicieron sacrificios”, dice Daniel.
Entonces, entre el horario laboral, también entraban los gajes de la paternidad. Como, por ejemplo, “machacar” a Joaquín con los estudios, sobre todo en el liceo.
“Siempre fuimos muy compañeros con todo el grupo de la familia; sabíamos qué estaba pasando, siempre estábamos al tanto de todo”, dice el periodista de Canal 12.
El primer paso al periodismo
En la casa de los Deleón el periodismo era parte de la cotidianidad. Daniel, además de su trabajo en Montevideo, grababa sus informes para la Radio 41 de San José, como lo sigue haciendo hasta la actualidad.
“Él vio cómo yo estaba en casa, a veces, de noche, redactando cosas, y él pispeaba”, recuerda Daniel. Y Joaquín tiene memorias similares: a su padre grabando qué iba a pasar al día siguiente o conectando la fichita del teléfono a la computadora; el sonido de la conexión a internet; de cuándo tomó la dimensión de qué era lo que hacía su padre.
Y también de los beneficios: Joaquín se pasaba las imágenes a las que accedía su padre de Nacional y Peñarol a su celular. “Me acuerdo que yo pasaba esas fotos con mis amigos y era como el mejor, porque tenía las imágenes robadas de esas páginas que nadie tenía. Era como si mi celular tuviera información de la CIA”, dice entre risas.
Sin embargo, cuando Joaquín empezó la universidad pensó en dos facultades: la de Comunicación y Ciencias Sociales. Quería ser “cualquier cosa menos periodista”, porque le “quería llevar la contra” a su padre.
Pero igual se quedó con Comunicación, y se fue, más que a lo académico, a lo práctico. Comenzó con un programa de actualidad en la Facultad de Información y Comunicación y después hacía el informativo de la Radio 41. Hasta que un día, al igual que como hizo con su padre en sus inicios de Radio Universal, Enrique Puig lo llevó a esa radio, y luego a Monte Carlo.
Puig fue quien le dio los primeros lineamientos sobre cómo trabajar en prensa a un joven Daniel, y también el que confió en Joaquín.
“Fue como una escuelita para todos”, dice el periodista de Canal 5. Pero no fue el único. Naturalemten, también recibió la formación y la experiencia de su padre.
“Algún vicio he agarrado de ahí [sobre el periodismo]. Porque está todo lindo, pero es una profesión que está llena de vicios, de mañas, de artilugios, y de sonrisas que no son sonrisas. Entonces, uno aprende de esas cosas, a endurecer la piel, porque uno entra muy tierno a este mundo, pero de a poco se va endureciendo”, dice Joaquín sobre la profesión.
Entonces, Daniel diferencia: dio lineamientos, no enseñó.
Aunque, los dos se acuerdan de la primera nota que tuvieron juntos, cuando les tocó entrevistar al subsecretario de Relaciones Exteriores de ese momento, Ariel Bergamino.
Para Daniel fue “bravo” tener a un “colega”, que también es hijo. “Tenés que dejarlo que haga su camino y no tratar de opacarlo tampoco”, dice.
No alcanzan las palabras para explicar esto tan sano que compartimos. ¡Que orgullo ser tu hijo! ¡Que tranquilidad saber que caminamos juntos! Feliz día @deleondaniel12 pic.twitter.com/hQACnp8SUW
— Joaquín Deleón (@dleonjoaquin) October 23, 2020
Y al hijo le pasó algo similar: tenía que discernir hasta qué momento Daniel era su padre y hasta qué otro era otro periodista.
Lo mismo sucedía con los modos. “A veces, cuando Joaquín estaba un poco más verde, porque en esto estás aprendiendo permanentemente, no tomaba los consejos como uno quería que lo tomara, o yo me estaba expresando mal”, dice Daniel. En ese entonces, se dio cuenta de que son personas distintas, que su hijo, quizá, tenga otra visión, y que está bien.
Padre, hijo y periodistas
Daniel y Joaquín se ven casi todos los días. Ambos cubren Presidencia, una labor que implica estar gran parte del día en la Torre Ejecutiva. Eso supone, además, ver con frecuencia a ministros, jerarcas, incluso al presidente de turno. En su caso, Luis Lacalle Pou.
Joaquín recuerda el día que el presidente de la República se enteró que dos de los periodistas que estaban a diario en su lugar de trabajo eran padre e hijo. Primero, como les pasó a muchos, dudó. Después, molestó a Daniel en tono jocoso: “Mirá lo que es él y lo que sos vos”. Esa es una escena que ocurrió muchas veces, dicen.
O también cuando hablan de las dos generaciones Deleón: que Daniel deja a la sangre joven, que Joaquín tiene que aprender de la voz de la experiencia.
De todos modos, ambos dicen que, a pesar de su vínculo familiar, a la hora de trabajar se tratan “mayormente como colegas”. Joaquín no dudaría en retar a su padre si él se pasa, por ejemplo, frente a la cámara en la que está grabando, dice.
La tarea diaria implica ayudarse, compartir, pero también saber que hay datos que son propios, que no se comparten. Es, a fin de cuentas, trabajar de manera profesional.
Es que ser padre e hijo compartiendo la misma profesión tiene sus pros y sus contras. A veces, es divertido: contar la historia de que son familiares, entrar en confianza y seducir a las fuentes, apoyarse y trabajar en conjunto. “Esto es una cooperativa, la cooperativa Deleón tiene eso”, dice Joaquín entre risas.
De todos modos, Joaquín padeció ser el “hijo de”. “Al principio no me asociaban por dónde trabajaba, sino porque era el hijo del Canario Deleón. En esas cosas, vos tenés que masticar”, cuenta.
Aunque dudan ante la pregunta de si les gustaría trabajar juntos, finalmente responden que sí. Daniel pone, una vez más, lineamientos: él debería ser el jefe. Joaquín se vuelve, de algún modo en aprendiz: “Sería un placer presentar a la institución Canario Deleón en el estudio”.
Es que a pesar de que no estén en el mismo canal, padre e hijo se ven casi a diario; se cuidan entre sí, comparten ideales y se vuelcan a su vocación de informar, la misma que los atrapó a ambos.
Por Valentina Temesio
val3nt3na
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla [email protected], para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]