Por Valentina Temesio
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Dos hombres están parados sobre la arena, descalzos. Son pelados, argentinos y visten las remeras de un equipo de rugby con los colores verde, amarillo y negro. Se están besando. Mientras, uno sostiene la pelota ovalada entre sus manos.
Sobre el pasto, en una noche oscura, lluviosa y ecuatoriana, una drag queen posa con una pelota de rugby sobre su pecho. Viste medias de red, botas con tacos y cuernos. Está maquillada: su cara es blanca, la sombra de sus ojos amarilla y celeste, sus labios rojos, casi carmesí. Tiene un aro en la nariz, broches sobre su pelo y un cuerno en su cabeza.
En un gimnasio de México, un hombre está sobre una silla de ruedas roja y negra. Sus zapatos son azules, su bermuda negra, su remera blanca. Levanta, con sus dos manos, unas pesas que se unen por un caño que parece tener varios años.
Una mujer posa frente a un océano turquesa. A sus costados, vegetación; la arena, los árboles, la corriente del mar. Sobre sus manos: una tabla de surf. Su sari negro apenas deja ver su traje de neopreno color petróleo.
Dos mujeres se toman una de sus manos, y con la otra sostienen una pelota de vóley. Una tiene colgada la bandera de la diversidad roja, naranja, amarilla, verde, azul y violeta. Cae por su espalda. Sus caras están cerca, como si estuvieran por besarse. Se miran.
Quizá, hasta que el francés Émilien Buffard llegara a sus vidas, estas personas de diferentes continentes, países y diversidades no serían la cara visible de una muestra fotográfica que recorre el mundo, que no busca cambiarlo, pero sí dejar un mensaje, interpelar a los ojos que la ven: Sport Friendly, la cancha de la diversidad.
La exposición fotográfica que se inauguró este viernes 26 de julio en la Alianza Francesa de Montevideo e incluye fotografías uruguayas busca “hablar de diversidades”. Estará en exhibición hasta el 30 de agosto, de lunes a viernes de 10:00 a 20:00 horas.
El amor como motor
Hasta que se enamoró de un rosarino en Rumania, Buffard vivió en su Francia natal. En 2014, él, que tenía una tecnicatura en Gestión de Aguas y una maestría en coordinación de Proyectos Internacionales, siguió al amor. En 2014, se instaló en la capital santafesina.
En aquel entonces, Buffard no se dedicaba a la fotografía; incluso, en diálogo con Montevideo Portal, asegura que le cayó “un poco de sorpresa”. Quizá, entonces, si el francés no se hubiese enamorado de un argentino, nunca habría viajado a Bolivia, el lugar en el que surgió su primera muestra fotográfica tras documentar junto con un pescador la desaparición del lago Poopó, el segundo más grande del territorio boliviano.
Sin las capturas de aquellas aguas que dejaban de existir, Buffard tampoco habría llegado a la Asociación de Reporteros Gráficos de la República Argentina, donde comenzó a gestar la muestra que, con la diversidad como bandera, muestra las distintas realidades que conviven dentro del mundo del deporte.
Las primeras fotos surgieron en su club, el Yaguaretés de Rosario, un espacio al que llegó porque quería practicar un deporte en grupo y se encontró con el vóley.
“Me encontré con mucha diversidad dentro de la cancha, y especialmente un espacio donde sentí que no era tan malo en el deporte como creía en la escuela, sino que sentí que era un espacio donde realmente podía aprender y estaba acompañado para eso”, dice el fotógrafo. Había cuerpos gordos, flacos; personas transgénero, no binarias, sin género y “aliadas a la lucha”.
Entonces, en ese club se dio cuenta: no era el único diverso, sino que era uno más de los tantos que convivían en el territorio argentino. Después de haber parado por la inevitable pausa de la pandemia, Buffard comenzó a recorrer el país que había hecho su casa: fotografió a más de 500 deportistas de 12 disciplinas distintas en ocho provincias con la “idea de visibilizar las reivindicaciones sociales que llevan adelante en las canchas y en la sociedad de manera general”.
Usó un flash para que los protagonistas fueran visibles, para que salieran de las sombras, para que fueran el foco, y les pidió que posaran junto a un objeto que los representaran.
Las muchas diversidades
Cuando hablamos de inclusión, de diversidad, dice el fotógrafo, la mayoría de las veces se hace alusión a dos minorías dentro de algunos ámbitos deportivos: la discapacidad y la cuota femenina.
No se habla en demasía, entonces, de la identidad de género, de la orientación sexual, de las personas trans, no binarias, sin género. Por eso, Buffard también contempló la comunidad LGBTQI+.
“Este trabajo, a través de los equipos llevados adelante por personas de la comunidad LGBTQI+, me permitió trabajar tanto el tema de las transidentidades en el deporte, el lugar de las personas no binarias, la cuestión de la identidad sexual, pero también la discapacidad, el feminismo y de otras reivindicaciones, como el derecho al aborto”, dice.
Así, impresos en fotos, con el apoyo de instituciones francesas, esos grupos deportivos inclusivos buscan “seguir siendo visibles para seguir defendiendo sus derechos”.
“Estoy convencido de que estos equipos son repuestas concretas a muchos desafíos en el deporte y a la sociedad en cuanto a la inclusión de todas las personas”, explica el autor.
De acá para allá
Buffard asegura que “las discriminaciones no tienen fronteras”. Bajo esa premisa, la de compartir lo que su lente congelaba y sus ojos veían, buscó la forma de que sus fotografías trascendieran los límites geográficos. Así, entró en contacto con el Instituto Francés de París, que promovió la exhibición, y luego llegó a otros centros franceses en distintas ciudades.
En el momento en el que las fotos comenzaron a viajar, el fotógrafo decidió que la muestra sería colectiva: buscó contactar con equipos deportivos inclusivos en cada localidad. Así, en Montevideo llegaron a la Institución Social y Deportiva LGBTI+ Uruguay Celeste. Entonces, la muestra que comenzó capturando a equipos también creó nuevos y continuó “el diálogo a nivel internacional”.
La encargada de retratar a personas uruguayas fue la fotógrafa y periodista Meri Parrado, que considera este proyecto como “sumamente necesario en el siglo en el que estamos”.
“Visibilizar a las deportistas LGBTQ en las canchas es muy necesario, porque más allá de los avances culturales y de la apertura que hay, hoy en día siguen siendo masculinizadas; se utiliza lenguaje sexista y se discrimina. Este proyecto ayuda a generar consciencia sobre la importancia de la inclusión y la diversidad en el deporte”, dijo Parrado a Montevideo Portal.
La fotógrafa uruguaya señala que antes de este proyecto no conocía instituciones deportivas que “realmente fomenten o que tengan como prioridad fomentar la diversidad, como Uruguay Celeste, y destaca que este tipo de espacios “sirven como una red de apoyo”.
Por su parte, Buffard expresa sobre la muestra internacional: “A través de Sport Friendly no busco cambiar el mundo, eso es muy imposible, pero podemos cambiar realidades alrededor nuestro”.
La idea de la foto es, también, mostrar “referentes
positivos” dentro las disidencias, mostrar cómo es su vida cotidiana, y agregar
otra perspectiva de la comunidad LGBTQI+ por fuera de la fiesta, las drogas, el
chem sex, la precariedad y el trabajo sexual.
La muestra alcanzó a 22 equipos de 16 países y territorios distintos: Taiwán, Polonia, Uruguay, Canadá, Estados Unidos, Santa Lucía, Brasil, Sri Lanka, México, Francia, Ecuador, Argentina, España, Jersey, Italia y Seychelles.
Por qué el deporte es político
“Escuchen, corran la bola / Juega Francia pero son todos de Angola / Qué lindo eh, van a correr / Son cometravas, como el puto de Mbappé / Su vieja es nigeriana, su viejo camerunés, pero en el documento nacionalidad francés”, entonaban cinco hinchas de Argentina el pasado 18 de diciembre de 2022, antes de que su país se convirtiera en campeón del mundo en fútbol. Estaban en una nota con el canal deportivo TyC. Ellos saltaban; el conductor les quitó de una manera correcta el micrófono.
El domingo 14 de julio de este año, esos cánticos volvieron a sonar. Los jugadores argentinos que se habían coronado campeones de América tuvieron que disculparse públicamente por cantar una canción que insultaba a los migrantes, a las personas negras y a las trans. Sin embargo, de estas tres, un tipo de discriminación resonó más que los otros: el racismo.
Buffard insiste en que las discriminaciones tienen jerarquía. “Todas se tienen que tratar por igual, hoy en día hay mucho para hacer”.
Por eso la importancia de llevar la muestra —que además de fotografías incluye los testimonios de los retratados— a países como Santa Lucía, donde la actividad sexual entre dos personas del mismo género es ilegal.
Y también mostrarla en otros países donde quizá la inclusión esté desarrollada, pero haya otras falencias, como el acoso estudiantil.
En el marco de los Juegos Olímpicos que se llevan a cabo en París, donde el hecho de que drag queens portaran por primera vez en la historia la llama olímpica, el fotógrafo hace hincapié en por qué el deporte es político.
“No podemos olvidar que hace dos años tuvimos una copa mundial de fútbol en Catar, un país que pisa los derechos humanos, los derechos de las mujeres y de la comunidad LGBTQI+, por lo cual eso lleva a la gran pregunta de si el deporte tiene que ser o no político. Lo va a seguir siendo si seguimos otorgando copas, eventos internacionales deportivos, a países que usan esas competencias para limpiar un poco su imagen; pasó lo mismo en Beijín 2009 (China), Socchi 2014 (Rusia), en Argentina en el 78 en plena dictadura. Eso hace olvidar un poco lo que está pasando”, indica.
Buffard insiste en que el deporte debe ser y sigue siendo político. Y lo ejemplifica con la prohibición de atletas rusos en los Juegos Olímpicos, que “representan a un país que está involucrado a una guerra y no respeta los derechos internacionales”.
La semilla
En el flyer de la muestra Sport Friendly en el Centro Cultural San Martín, promocionado por dos rugbiers besándose, una mujer comentó: “Si yo veo a mi hijo besándose así con otro hombre en un espacio público, colorado le va a quedar el culo de la patada que le voy a meter”.
Por eso, el francés quiere que un hijo con una madre homofóbica pueda ver que “está todo bien, que es posible”. Que la muestra sea “una semilla plantada en la cabeza de uno y lo ayude a hablar después de verla”. Que las personas tomen consciencia. Que alguien que tenga preguntas se identifique y diga: “Yo también quiero ser feliz”.
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