Escribe Fernando Amaral / Direcor

Corría el año 1995, yo estaba cursando mi último año en la escuela de teatro. Carlos Rodríguez, mi profesor de Teatro Rioplatense, nos plantea hacer la puesta en escena de la obra Doña Ramona, de Víctor Manuel Leites, como examen de egreso.

Jamás había oído hablar del autor o del texto, yo debía representar al único personaje masculino de la obra: Alfonso. Sin lugar a dudas, fue una revelación para mí, no solo por la importancia de mi personaje, sino por la historia en sí misma. Para los que no conocen el argumento hago un pequeño resumen: relata un momento en la vida de una familia acaudalada de principios del 1900, dicha familia, compuesta por tres hermanas y un hermano (además de una sirvienta), está obligada a recibir en su casa a una nueva integrante: un ama de llaves (la Doña Ramona del título). A partir de ese momento, la casa da un vuelco y nuevas emociones comienzan a surgir. Los temas de la obra son muy amplios: política, religión, patriarcado, lucha de poderes y un largo etcétera.

La genialidad de la obra consiste, sin dudas, en plantear desde el humor todos los problemas que una familia de esa época puede vivenciar; hasta llegar a uno de los finales más magistrales e inesperados que me ha tocado representar. Doña Ramona tiene todos los ingredientes para enamorar al público, pero también para que el mismo se vea identificado sin importar de que época seamos.

Originalmente, la obra fue estrenada en 1973 en El Galpón, pero fue la versión con dirección de Jorge Curi, en 1982, la que puso al texto en las páginas más importantes de la historia del teatro nacional. Dicha versión fue ovacionada, y logró estar en cartel varias temporadas, siendo una de las obras más representadas en el Teatro Circular con un elenco de primera: Cecilia Baranda, Pelusa Vidal, Liliana García, Isabel Legarra, Norma Quijano, Amalia Lons y Jorge Bolani.

Luego, en el año 2011, la Comedia Nacional decide ponerla en escena en la Sala Zavala Muniz con dirección de Jorge Bolani (el Alfonso de 1982). En esa oportunidad, el elenco estaba integrado por Andrea Davidovics, Alejandra Wolf, Florencia Zabaleta, Jimena Pérez, Catherina Pascale, Cristina Machado y Luis Martínez. Una vez más, el éxito, una vez más el público aplaudiendo de pie, no solo a ese equipo de actores y técnicos, sino también agradeciendo en ese aplauso la posibilidad de volver a vivir esta historia.

Pasaron los años y volvemos a pensar en ella: en doña Ramona, y en su trágica, pero a la vez divertida historia. No, no quiero spoilear, pero, indudablemente, en esta obra hay una gran tragedia y aún así nos reímos. Me doy cuenta que en una comedia de esta altura era necesaria la tragedia. En el texto hay víctimas y victimarios, hay personajes que tiran la piedra, pero esconden la mano, otros creen ser “buenos”, pero su pasividad los convierte en “no tan buenos”.

Pienso en Alfonso (uno de los personajes más ricos que pude interpretar), su camino en esta historia, pienso en sus risas, en su forma de amar, en sus silencios llenos de ebullición interna; pienso en el alcohol que va mostrando a su verdadero ser. Y pienso en ese final donde se convierte en protagonista absoluto, pero mejor ahí me callo. 

Hoy, año 2022, me encuentro trabajando en La Cretina, miro a mi alrededor y descubro, en esa casa, la casa de los Fernández y Fernández que puede albergar los personajes de esta historia. Así que los vamos a invitar, a estos personajes, a que vuelvan a subir al escenario, a que vuelvan a contar desde la carne todo lo que ocurrió a principios del 1900. Todos los lunes, a partir del 3 de octubre, es lo que haremos, La Cretina evocará ese pasado y seremos los testigos de esta divertida pero trágica historia, con estos personajes paseando por La Cretina como si fueran fantasmas.

Increíblemente, lo que pasó a principios del 1900 sigue ocurriendo, y, por eso, queremos que vuelva Doña Ramona, para que nos veamos reflejados, para que arranquemos máscaras y sigamos interpelando lo social y lo político. El mundo cambió pero no tanto, queremos una nueva Doña Ramona, pero que tampoco sea tan diferente a las anteriores. Los dueños del poder cambiaron, pero siguen siendo los mismos, y los de abajo siguen peleando, incluso entre ellos, para poder acercarse a una vida digna.

La Doña Ramona de La Cretina tendrá nuevas historias que contar, tendrá nuevas formas de contarlas y habrá otros personajes. Siento que es hora de retomar el cuento de la familia rica que recibe a la ama de llaves devota de la religión y que, hasta ese momento, no supo amar a nadie más. Es momento de desempolvar estos personajes tan comunes pero que saben transformarse en algo trascendental. Y me viene a la cabeza el final…, ese final que siempre logra quebrarme.

Sigo sin querer spoilear, pero hay una frase al final de la obra que siempre se queda: “Ni a una perra se le hace esto…”. Todos lo sabemos y todos lo sufrimos, pero seguimos siendo testigos de cómo las “perras” siguen sufriendo.