Todos los padres y madres saben que un día debería tener treinta horas, y aun así andarían corriendo: Madrugar, correr a la ducha, arreglar a los niños, llevarlos a la escuela, volar al trabajo, trabajar sin pausas, ir a buscar a sus hijos, ayudarlos a hacer los deberes, bañarlos, ordenar un poco la casa, preparar la cena y el desayuno para que lleven al día siguiente, etc. una tensión infinita. Y para colmo, aunque trabajen 12 horas en sus empleos, siempre hay algo pendiente. Y llega ese correo, llamada o mensaje de WhatsApp que obliga a cambiar nuevamente el foco y los deja sin cabeza para nada, ni siquiera para los hijos. Sobre todo para los hijos.

A ese respecto, la vida actual y su relación con el tiempo se parecería un tanto a las épocas de la esclavitud: "El esclavo (...) no tenía vida propia, voluntad propia y tiempo propio", señala el pediatra portugués Mário Cordeiro, en declaraciones a la agencia noticiosa Lusa

"Nunca, en la historia de la humanidad, hubo tanta calidad de vida como ahora, y sin embargo el ritmo moderno se ha vuelto insostenible", lamenta Cordeiro, quien advierte que hace falta ‘cambiar algunas cosas' para evitar que las familias colapsen.

"La sociedad del facilismo acabó por tener como efecto secundario el pensar que somos casi dioses, omnipotentes, con el mundo girando alrededor de nuestro ombligo. Pero, como esto no sucede, se generan frustraciones, rabia, malestar y una victimización que empeora más las cosas y puede malquistarnos con los demás", dice el experto en declaraciones recogidas por el periódico lisboeta Diario de Notícias, recordando que esos otros son a menudo las personas que más amamos.

Pensar en este estrés familiar desmedido, y en todas las pequeñas cosas que los padres pueden hacer en el día a día para no sucumbir a la tiranía del reloj, inspiró a Mário Cordeiro para escribir el libro ‘Padres apresurados, hijos estresados', que acaba de lanzarse en tierras lusitanas.

"Si hay algo que no podemos olvidar es que son los niños quienes más sufren con los modelos que tienen en casa", afirma el autor.

El pediatra comprende que los horarios escolares y laborales ‘no ayudan a nadie', y tampoco las tareas escolares domiciliarias, un recurso educativo que considera más perjudicial que beneficioso. A ellos se suman las pantallas de los celulares, de las tabletas y de la televisión, que roban las tardes y -si los padres no lo impiden- se apoderan también de la cena.

"Creo que las familias tienen que detenerse a repensar el tiempo de su vida en casa, organizarlo mejor según los ritmos de sus integrantes, en vez de consumirlo con idioteces sin sentido, o viendo por enésima vez los noticiero", sostiene.

Asimismo, advierte que no debemos esperar por la perfección, porque esta no existe, y la idea de que todos tenemos que ser perfectos sólo nos pone en los hombros un peso que no merecemos cargar.

"Por otro lado, hay que interiorizar que tenemos que pasar tiempo con los amigos y familiares, verlos cara a cara", dice el pediatra, que recomienda aprender a esperar ya disfrutar de esos momentos. "Saber expresar los sentimientos con gestos, palabras y hasta silencio, y no por emojis o smiles".

Una cosa es cierta, asegura Mário Cordeiro: padres e hijos no tienen nada que perder y mucho a ganar si apelan a alternativas constructivas, que los hagan sentirse valorados en conjunto, sin perderse unos de otros debido a "mega agendas" desajustadas.

Y a la hora de llevar a situaciones prácticas estas ideas, Cordeiro plantea una batería de consejos, algunos de los cuales se reproducen a continuación.

• Lea un cuento a sus hijos al final del día. Más importante que el relato en sí es mostrarles a los niños que el padre o la madre están allí con ellos, presentes, con imaginación y amor. Dormimos todos mejor cuando nos sentimos seguros.

• Haga de las comidas un momento reservado para la convivencia familiar. Para conversar, estar tranquilos, disfrutar de la comida y de las personas con las que se comparte la mesa, en vez de tragar el contenido del  plato para sumergirse cuanto antes en la TV o el celular.

• Reserve tiempo para preguntar a los suyos acerca de la jornada. ¿Cómo les fue en el trabajo o en la escuela? ¿Cómo se sienten? Cree rituales en la familia, ya que pueden convertirse en valiosos momentos de complicidad.

• Tómese algún tiempo de calidad para usted también. La capacidad de los padres para armonizarse con los ritmos de los hijos depende en gran medida de redescubrir su propia sensibilidad, que a veces van perdiendo por causa del frenesí cotidiano.

• Aprenda a simplificar. Pasar tiempo de calidad en familia no requiere dinero, sólo ganas de ir a dar un paseo, estar una tarde preparando juntos la merienda, o inventar un juego. Nos hemos habituado a complicar las cosas, cuando lo que los niños más quieren es nuestra disponibilidad.