Por The New York Times | Victor J. Blue and David Zucchino

KABUL, Afganistán — La directora de una escuela para niñas en Kabul desea con desesperación conocer los detalles del plan de los talibanes para la educación de las niñas, pero no puede asistir a las reuniones semanales del comité talibán sobre educación. Son solo para hombres.

“Dicen que hay que enviar a un representante masculino”, explicó la directora, Aqila, dentro de la escuela preparatoria Sayed Ul-Shuhada, que fue destrozada en mayo por un atentado terrorista que mató a decenas de niñas.

No obstante, Aqila y otros educadores afganos no necesitan asistir a reuniones para comprender la realidad nueva y hostil de la educación bajo el régimen talibán. El gobierno emergente ha dejado en claro que pretende restringir en gran medida las libertades educativas de las que han disfrutado muchas mujeres y niñas en los últimos 20 años.

La única cuestión es cuán draconiano será el sistema nuevo, y qué tipo de educación basada en el islam se impondrá a niños y niñas. Al igual que hicieron cuando gobernaron la mayor parte de Afganistán a finales de la década de 1990, los talibanes parecen decididos a gobernar no estrictamente por decreto, sino por inferencia e intimidación.

Cuando las escuelas volvieron a abrir el sábado para los grados séptimo a duodécimo, solo se les dijo a los estudiantes hombres que se presentaran a estudiar. Los talibanes no mencionaron a las mujeres de esos grados, por lo que se quedaron en casa, con sus familias nerviosas y sin tener certezas sobre su futuro. Tanto los niños como las niñas de primero a sexto han estado asistiendo a las escuelas, donde han dividido a los estudiantes por género en los tres grados superiores.

Cuando los talibanes estuvieron en el poder entre 1996 y 2001, les prohibieron a las mujeres y a las niñas ir a la escuela. Después de que la invasión liderada por Estados Unidos venció al régimen talibán a finales de 2001, las alumnas comenzaron a asistir a las escuelas y universidades pues se les habían abierto oportunidades. Las mujeres pudieron estudiar licenciaturas en el ámbito empresarial y gubernamental, y en profesiones como la medicina y el derecho.

En 2018, el índice de alfabetización femenina en Afganistán alcanzó el 30 por ciento, según un nuevo informe de la UNESCO.

No obstante, los talibanes volvieron a arrasar en Kabul, tomaron el poder el 15 de agosto y desde entonces han dicho que impondrán su interpretación severa de la sharía.

El nuevo gobierno ha dicho que se permitirá cierto tipo de educación para las niñas y las mujeres, pero los funcionarios talibanes no han definido esos parámetros con claridad.

Los talibanes también han señalado que ya no se les permitirá a los hombres enseñarles a las niñas o a las mujeres, lo que exacerbará la escasez de profesores que de por sí es grave. El informe de la UNESCO advierte que este hecho, combinado con las limitaciones para pagar los salarios de los profesores y la suspensión de la ayuda internacional, podría tener consecuencias “inmediatas y graves” para la educación en Afganistán.

Las alumnas deberán llevar el “hiyab islámico”, pero la definición queda abierta a la interpretación. La semana pasada, en una reunión de mujeres en favor de los talibanes, muchas llevaban nicabs, una prenda que cubre el pelo, la nariz y la boca de la mujer, y deja solo los ojos al descubierto.

“Estamos trabajando en un mecanismo para proporcionar transporte y otros servicios que se requieren para un entorno educativo mejor y más seguro”, dijo el lunes Zabihullah Mujahid, portavoz talibán y viceministro de Información y Cultura en funciones, y añadió que las clases para las niñas de séptimo grado en adelante se reanudarían pronto.

“Hay países de la región que se han comprometido a ayudarnos en nuestro sector educativo”, dijo. “Esto nos ayudará a proporcionar una mejor educación para todos”.

Aunque muchas niñas y mujeres de Kabul han adoptado los estándares occidentales de derechos y oportunidades para las mujeres, Afganistán sigue siendo una sociedad muy conservadora. En el campo, aunque no todas las mujeres le aplauden al gobierno talibán, muchas están acostumbradas a las prácticas que las mantenían en casa para cocinar, limpiar y criar a los hijos, incluso antes de que los talibanes tomaran el poder en la década de 1990.

El ministro de Educación Superior en funciones dijo la semana pasada que las mujeres podían seguir estudiando en las universidades y en los programas de posgrado, siempre y cuando estuvieran en aulas divididas por sexo, pero el viernes, el nuevo gobierno envió una señal ominosa de sus intenciones. El recinto del Ministerio de Asuntos de la Mujer se convirtió en oficinas de la policía de la moral religiosa, que hace dos décadas aplicaba de manera brutal la interpretación de la sharía de los militantes. Ahora el edificio alberga el Ministerio de Invitación, Orientación y Promoción de la Virtud y Prevención del Vicio.

Las profesoras, administradoras y alumnas se han preparado para las nuevas restricciones austeras. Muchas dicen que han empezado a usar nicabs y a preparar las aulas para llevar a cabo clases divididas de manera estricta por género. (Muchas escuelas también impartían clases solo para niños y solo para niñas bajo el gobierno respaldado por Estados Unidos).

“Empecé a usar el nicab desde el primer día de la llegada de los talibanes”, afirmó Parisa, quien trabaja en una escuela de Kabul. Dijo que no quería darles a los talibanes un pretexto para cerrar la escuela.

“Lo usaremos, pero no queremos dejar de educar”, comentó Parisa.

El Times se refiere a Parisa solo por su nombre de pila, y a los demás profesores y alumnos por apodos o sus nombres de pila, en aras de proteger sus identidades. Para las estudiantes, el fin repentino de sus libertades académicas ha sido traumatizante y paralizante. Muchas afirman que han perdido la alegría y la expectación que sentían antes al entrar en las aulas, y han sido sustituidas por el miedo y una sensación de inutilidad que las sobrepasa.

Zayba, de 17 años, sobrevivió en mayo a un atentado devastador en su escuela, del que ningún grupo se responsabilizó, aunque se le han atribuido ataques similares al grupo afiliado al Estado Islámico que opera en Afganistán.

Zayba dejó de asistir a la escuela tras la toma del poder por parte de los talibanes, lo que, según ella, la despojó de toda motivación. “Me gusta estudiar en casa”, dijo. “Lo intento, pero no puedo, porque no veo ningún futuro para mí con este régimen”.

Sanam, de 16 años y compañera de escuela de Zayba, fue sometida a dos cirugías para curar las heridas causadas por la metralla que la desgarró el día del bombardeo.

El 15 de agosto se presentó a un examen; quiere ser dentista. Cuando regresó a casa, se enteró de que los talibanes habían tomado el poder político.

“Pensé en la explosión y pensé que vendrían a matar a todos los estudiantes”, aseveró Sanam.

Todavía está en estado de shock. “No puedo concentrarme en mis estudios”, dijo. “Cuando pensamos en nuestro futuro, no vemos nada”. Mohamad Tariq, administrador de una escuela privada en Kabul, afirmó que los funcionarios de educación talibanes le habían dicho en las reuniones a las que asistió que el nuevo plan de estudios incluiría “asignaturas especiales” que los profesores tendrán que enseñar. Las mujeres les enseñarían a las niñas y los hombres a los niños, dijo.

“El cambio se producirá en los libros, en los libros islámicos”, comentó Mohamad Tariq. “Se eliminarán algunas asignaturas para las niñas: ingeniería, estudios gubernamentales, cocina, formación profesional. Las asignaturas principales se mantendrán”.

Mujahid, el portavoz de los talibanes, negó que se fueran a eliminar asignaturas concretas del plan de estudios de las escuelas.

Para muchas niñas, el fin de su libertad educativa significa también la cancelación de sus sueños. Zayba, la alumna de 12.º grado, dijo que desde niña había planeado estudiar para ser cirujana.

No obstante, dijo que el mes pasado su futuro pareció evaporarse.

“El día que los talibanes tomaron el control, pensé: Este es el fin de la vida para las mujeres”, señaló. Niñas esperando para ir a clases a una escuela de Kabul, Afganistán, el miércoles 15 de septiembre de 2021. (Victor J. Blue/The New York Times) Niñas asistiendo a clases en una escuela para niñas en Kabul el miércoles 15 de septiembre de 2021. (Victor J. Blue/The New York Times)