El alzheimer es una de las enfermedades neurodegenerativas que más preocupa en las sociedades actuales y el aumento de casos es visto cada vez más como un problema mayor de salud pública.
Sólo en Europa hay un millón de personas que viven con alzheimer, a quienes se agregan varios millones más si se tiene en cuenta a las familias y al entorno que sufren el impacto de esta patología neurodegenerativa.
El equipo médico detrás de este descubrimiento pertenece a la Universidad y al Hospital Universitario de Ginebra, que han recibido el apoyo del Centro Nacional de Investigación y Atención del Alzheimer en Brescia, y de la Universidad y del Centro IRCCS SDN de Nápoles.
"Ya habíamos mostrado que la microbiota intestinal en los pacientes con alzheimer estaba alterada con respecto a la de personas que no sufrían transtornos similares. En los primeros, la diversidad de la microbiota es reducida, con una sobrrepresentación de ciertas bacterias y una disminución de otras", explica en un comunicado el director del Centro de la Memoria del Hospital de Ginebra, Giovanni Frisoni.
Se calcula que el organismo humano tiene unas 2.000 especies bacterianas diferentes, de las cuales unas cien pueden llegar a ser perjudiciales.
Avanzando en la investigación -con la participación de 89 personas de 65 a 85 años, entre enfermos de alzheimer, de otras patologías neurodegenerativas y personas sin problemas de memoria- se detectó que había un vínculo entre una inflamación detectada en la sangre, ciertas bacterias intestinales y el alzheimer.
Los expertos afirman que hay varias maneras en las que las bacterias intestinales pueden influir en el funcionamiento del cerebro.
Una de ellas ocurre por la influencia de esas bacterias en el sistema inmunitario (albergado en el intestino delgado), lo que modifica la interacción de este último con el sistema nervioso.
Otro hallazgo importante fue comprobar la presencia en el cerebro de personas con alzheimer de lipoposacáridos, una proteína que está encima de la membrana de las bacterias proinflamatorias.
Los científicos afirman que los resultados que han obtenido son indiscutibles y confirman que ciertos agentes bacterianos de la microbiota (también conocida como flora intestinal) tienen relación con la cantidad de placas seniles en el cerebro y que el sistema sanguíneo juega el papel de intermediario entre ambos, transportando las proteínas de las bacterias hasta el cerebro.
El impacto más importante de este descubrimiento, cuyos detalles serán publicados en la revista especializada Journal of Alzheimer Disease, se podrá ver en el terreno de la prevención porque abrirá la puerta a nuevas estrategias basadas en la modulación de la microbiota de personas consideradas de riesgo.
Ello a través de cocteles bacterianos o productos prebióticos con el objetivo de nutrir las bacterias "buenas", aunque los expertos han advertido que todavía habrá que esperar hasta que se identifique cuáles son las buenas cepas que deben entrar en este cóctel.
Además, el efecto protector de esos tratamientos solo sería eficaz si la enfermedad es detectada en una etapa precoz, por lo que se trata más de tratamientos preventivos que de terapias.
Con información de EFE
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