Cada mañana, antes de salir de casa para ir al colegio, Jackson Danzing, de 17 años, se asegura de tener sus libros, los deberes, el almuerzo... y un antídoto que puede reanimar a una víctima de sobredosis.
El uso de Narcan, una versión del fármaco naloxona, es cada vez más común entre los adolescentes de Estados Unidos, un país asolado por una crisis de opioides, entre ellos el fentanilo, una droga hasta 50 veces más potente que la heroína.
“Todo el mundo tiene un amigo o conocido que ha consumido drogas. Imagínate un escenario en el que encuentras a uno de tus amigos con una potencial sobredosis y no sabes qué hacer”, dice Jackson, quien junto a su compañero Marin Peale ha organizado cursos de formación sobre el uso de Narcan para 350 estudiantes.
En Arlington, cerca de la capital Washington, donde Jackson va al colegio, la policía intervino siete sobredosis el año pasado en colegios públicos. Un estudiante incluso murió.
Entre marzo de 2022 y el mismo mes de este año, se produjeron 110.000 muertes relacionadas con sobredosis en Estados Unidos, dos tercios de ellas por consumo de fentanilo, según el Centro de Control de Enfermedades (CDC).
Entre los adolescentes, las muertes por sobredosis se dispararon un 94% de 2019 a 2020, indica el CDC, que atribuye este fenómeno a la mayor “disponibilidad de fentanilo sintético producido ilegalmente”.
Apoyo político
Sin embargo, la creciente disponibilidad de naloxona también puede ser controvertida: algunos padres, como informaron estudiantes de Arlington, creen que este fármaco trivializa, o incluso justifica, el consumo de drogas duras.
En todo el país, las autoridades locales han adoptado políticas diferentes respecto a los opioides.
En Portland, una ciudad progresista de Oregón (oeste), se tomó la decisión de reducir las penas por consumo de drogas. Tanto es así que empezaron a surgir ferias al aire libre de productos ilegales, lo que provocó un aumento de las sobredosis.
Algunos estados han ido en dirección contraria, endureciendo sus leyes antidroga. A modo de ejemplo, tres estudiantes sufrieron sobredosis a principio de año en Tennessee (sur). Dos de ellos fallecieron y el tercero fue acusado del asesinato de sus dos compañeros.
Pero en general, “veo apoyo a la naloxona en todo el espectro político (...) y creo que es una victoria en términos de salud pública”, argumenta Keith Humphreys, investigador de la Universidad de Stanford.
En Arlington, como en todo Virginia, la prohibición de las drogas sigue vigente. Y los alumnos que lleven naloxona al colegio deben haber recibido antes formación sobre su uso y obtenido la aprobación de sus padres, explica Darrell Sampson, director de servicios estudiantiles de los colegios públicos de la ciudad.
“En las escuelas siempre hemos tenido que lidiar con las drogas. Pero ninguna de estas sustancias era tan barata de producir, tan letal incluso en pequeñas dosis y tan adictiva como los opioides y el fentanilo”, declaró a la AFP.
“Modesta ambición”
Para Keith Humphreys, aumentar el acceso al Narcan es sólo una parte de la solución a la gravedad de la crisis.
En su opinión, las autoridades deben dedicar más fondos públicos a la salud mental de los jóvenes, para ayudarles a gestionar sus emociones y a establecer relaciones más sanas. En cuanto a la naloxona, puede utilizarse en caso de sobredosis, pero no para tratar problemas de adicción.
“Sería un error pensar que reduciendo el número de muertes por sobredosis habremos hecho grandes progresos. Es una ambición extremadamente modesta”, declaró a la AFP.
Con el fin de evitarse problemas, Jackson Danzig y Marin Peale empezaron a llevar naloxona consigo el año pasado, antes de que su colegio les diera permiso oficial para hacerlo.
Un año después, el aerosol Narcan forma parte de su rutina diaria. “No importa en qué clase estés, siempre hay una caja y siempre llevo alguna conmigo. Así, siempre estoy preparado”, concluye Marin.
AFP