Por The New York Times | Alyson Krueger
En febrero, toda la atención se centró en la fecundación in vitro cuando la Corte Suprema de Alabama dictaminó que los embriones congelados en el estado debían considerarse niños. La decisión provocó una pausa en los procedimientos de fecundación in vitro (FIV) en algunas partes del estado e incluso una suspensión de los envíos de embriones fuera del estado para evitar posibles responsabilidades penales. A principios de marzo, se aprobó una ley para proteger a los proveedores de FIV, lo que llevó a algunas clínicas a reanudar el procedimiento, aunque aún podrían surgir impugnaciones legales.
Estos fallos podrían tener amplias consecuencias para un gran número de futuros padres: en Estados Unidos, más del 2 por ciento de los niños nacidos son concebidos mediante técnicas de reproducción asistida, de las cuales la FIV es la más común. Según el Comité Nacional de Seguimiento de las Técnicas de Reproducción Asistida, desde 1978 han nacido en todo el mundo al menos 12 millones de niños gracias a la FIV.
Las parejas que optan por la FIV siguen siendo minoría entre quienes intentan concebir. Estas suelen tener un alto poder adquisitivo (el costo de un solo ciclo de FIV ronda los 23.474 dólares, según Fertility IQ, un sitio web educativo sobre fertilidad) y la mayoría se encuentra entre los 30 y los 40 años, cuando las estadísticas para concebir de manera natural no están a su favor: a los 35 años, hay un 15 por ciento de probabilidades de concebir de manera natural al mes, según el Colegio Estadounidense de Obstetras y Ginecólogos. A los 40 años, esa cifra desciende al 5 por ciento.
Alan Copperman, director general del centro de fertilidad RMA de Nueva York, es uno de los muchos médicos que ven cómo cada vez más parejas, conscientes de las dificultades de concebir y llevar a término un bebé sano, se saltan las relaciones sexuales y pasan directamente a la FIV.
Las dificultades citadas por las parejas son muy diversas. Puede que “no tengan tiempo para intentarlo de manera natural” afirma Copperman, que también es profesor de Obstetricia, Ginecología y Ciencias de la Reproducción en la Escuela Icahn de Medicina en Monte Sinaí de Nueva York. “Quieren utilizar la tecnología para alcanzar sus objetivos reproductivos”, añade.
Algunas parejas están motivadas por la salud y quieren examinar los embriones para detectar mutaciones genéticas nocivas que puedan tener o de las que ser portadores. Otras quieren utilizar el procedimiento para elegir el sexo de su hijo.
La mayoría de los seguros médicos no cubren la FIV hasta que una pareja heterosexual ha intentado concebir de manera natural durante al menos un año si la mujer es menor de 35 años y durante seis meses si es mayor (las parejas del mismo sexo o las mujeres que conciben por sus propios medios a veces están sujetas a normas diferentes).
Esto significa que las personas que optan por la fecundación in vitro tienen que pagarla de su bolsillo o mentir sobre el número de meses que llevan intentando concebir de manera natural (las compañías de seguros o los médicos no pueden demostrar lo que ocurre en el dormitorio).
Sin embargo, la FIV tiene pocas garantías de éxito: sigue existiendo un riesgo de aborto espontáneo, aunque la probabilidad es menor porque los embriones se someten a pruebas genéticas y solo se implantan los más viables. Y las tasas de éxito pueden variar en función de la edad materna. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, las mujeres menores de 35 años tienen casi un 50 por ciento de probabilidades de tener un hijo vivo tras un ciclo de FIV. En el caso de las mujeres mayores de 40 años que utilizan sus propios óvulos, esa cifra desciende al 7 por ciento.
“La inmensa mayoría de las personas que lo hacen están muy desesperadas y tienen un motivo médico para hacerlo”, afirmó Tarun Jain, profesor de Ginecología y Obstetricia de la Universidad Northwestern. “Es un proceso muy desafiante, que lleva mucho tiempo, que agota física y emocionalmente, y que implica una gran carga financiera si tu seguro no lo cubre”.
‘Empoderada y aliviada’
Sarafina El-Badry Nance, astrofísica de la Universidad de California en Berkeley, descubrió a los 23 años que era portadora de una mutación del gen BRCA, una variante hereditaria que aumenta significativamente las probabilidades de que una mujer desarrolle cáncer de mama y ovario. Los padres tienen un 50 por ciento de probabilidades de transmitirla a sus hijos.
“Después de recibir los resultados de las pruebas, me reuní con un asesor genético y hablamos de lo que eso significaba”, explica El-Badry Nance, quien ahora tiene 30 años. “Me informé sobre la FIV y las pruebas genéticas en embriones y supe que era una opción para mí mucho antes incluso de pensar en tener un bebé”.
Una vez que le extrajeron los óvulos y le hicieron la prueba de la mutación, ella y su marido, Taylor Nielsen, de 31 años, decidieron congelar embriones el verano pasado que le implantarán en los próximos años, cuando estén preparados para tener un hijo.
“En teoría, una vez congelados los embriones, pueden permanecer en ese estado estable de manera indefinida, sin ningún daño conocido”, dijo Jain.
“Perdí a mi abuela a causa del cáncer”, reveló El-Badry Nance. “A mi padre se lo diagnosticaron en estadio 4. El perfil de riesgo es muy alto para mi familia”.
“Sobre todo, me siento capacitada y aliviada porque prepararemos a nuestro hijo para una vida sana”, agregó.
La capacidad de elegir
Faith Hartley, de 35 años, y su esposo, Neil Robertson, de 49 años, concibieron a su primer hijo bastante rápido, en julio de 2019. Pero para su segundo hijo, que nació en diciembre de 2022, optaron por la FIV para poder asegurase de su sexo. “De verdad queríamos tener una segunda niña”, dijo Hartley.
Congelaron embriones en enero de 2022 e implantaron uno en marzo, con éxito (la mayoría de los médicos recomiendan que el paciente descongele el embrión que esté más sano, pero en Estados Unidos es legal seleccionar uno en función de su sexo).
Hartley, quien vive en Los Ángeles y trabaja como especialista del sueño, dice que el procedimiento, que ella y su marido pagaron de su bolsillo, fue lo más duro que ha hecho en su vida, físicamente hablando. “Las inyecciones son brutales”, recordó. Estaba tan adolorida que “algunos días no podía levantarme de la cama” y añadió que las hormonas afectaban su estado mental.
Pero la pareja cree que valió la pena al final: “por lograr que mis hijas fueran hermanas, habría hecho cualquier cosa”, dijo Hartley. Añadió que en sus círculos sociales, pasar por la FIV para elegir el sexo “no es inusual”, aunque la práctica de la selección de sexo es controvertida. “Tengo muchos amigos que lo han hecho y que están pensando en hacerlo”, dijo.
Mejor como plan b
Lucky Sekhon, quien también trabaja en la clínica de fertilidad RMA de Nueva York, señaló que aunque las pruebas genéticas de preimplantación de embriones no son perfectas, pueden garantizar que los embriones tienen el número correcto de cromosomas, lo que reduce las probabilidades de aborto.
Sekhon también cree que muchas parejas deberían considerar la FIV como un plan b y no como la primera opción. Muchas clientas acuden a ella pensando que tienen pocas posibilidades de concebir de manera natural, cuando en realidad gozan de buena salud para hacerlo. “La mayoría de estas mujeres pueden tener bebés muy sanos”, afirma.
Una excepción es alguien como El-Badry Nance, que tiene la mutación del gen BRCA. “Saben que su familia tiene algún tipo de riesgo”, dijo Sekhon, “y esas son razones para evitar quedarse embarazada de manera natural”.
Los médicos coinciden en que la FIV es un procedimiento donde se deben manejar cifras y cuantos más embriones congelados se tengan para trabajar mayores serán las probabilidades de éxito, ya que no todos se descongelan o implantan bien. Por eso, Sekhon cree que la mayoría de las parejas, si pueden, deberían intentar primero concebir naturalmente antes de utilizar embriones congelados.
“Es mucho más inteligente utilizar los embriones cuando de verdad es necesario”, afirmó. “¿No es mejor guardarlos para tiempos difíciles?”.
Pero algunas parejas no lo creen así. Como lo dijo Hartley: “Tenemos la ciencia para esto. Usémosla”.
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