Por The New York Times | Gina Cherelus
Tal vez no sea una coincidencia que el corazón, también conocido como el símbolo más reconocido del amor, sea el órgano que bombea sangre a través de nuestro cuerpo y mantiene las cosas viables. Y la sangre, por asociación, a veces puede ser romántica, o espeluznante, dependiendo de cómo se comparta y si el receptor la quiere.
En un episodio reciente de “Succession”, el gigante tecnológico que funge de antagonista, Lukas Matsson, le describe a Siobhan “Shiv” Roy cómo acosó sexualmente a una de sus empleadas.
“Estaba saliendo con esta chica y, después de romper, debido a cosas que dijimos cuando teníamos una vida buena e intensa, le envié un poco de mi sangre, una especie de broma amistosa y desagradable sobre lo que yo no debía hacer,” le contó.
“Un contenedor de medio litro de sangre congelada. Era una broma, obviamente”, añadió.
A la examante, que más tarde reveló ser la jefa de comunicación de su empresa, no le hizo gracia (¡sorpresa!) y le pareció raro el gesto. Pero dijo que siguió enviándole contenedores, “una y otra vez”.
Sin ahondar en lo que se juega Matsson profesionalmente (o físicamente —la Cruz Roja Americana recomienda esperar al menos ocho semanas entre donaciones de sangre—), veamos la sangre y su uso como símbolo de deseo.
A principios de la década de 2000, durante su relación, Angelina Jolie y Billy Bob Thornton fueron noticia por portar frascos de su sangre en collares. En 2014, casi una década después de divorciarse, Thornton dijo en una entrevista con The Hollywood Reporter que Jolie había comprado los collares para que los usaran mientras estaban separados filmando.
“Pensó que sería interesante y romántico tomar una pequeña navaja y rebanarnos los dedos, untar un poco de sangre en esos relicarios y colgarlos del cuello como cuando la gente lleva el cabello de sus hijos cuando eran bebés”, explicó.
En efecto, dar sangre a otra persona tiene algo de incómodo y poderoso. Según Natalie Jones, psicoterapeuta de California especializada en relaciones y narcisismo, el tipo de persona, como Matsson, que enviaría “cosas extrañas”, especialmente sin consentimiento, es calculadora, perturbadora y está dispuesta a llegar a extremos para influir o buscar simpatía.
“Dice: ‘Sigo aquí, sigo teniendo el control. Sigo haciendo esto para intimidarte y recordarte que puedo tener lo que yo quiera’”, comentó en una entrevista telefónica.
Theresa DiDonato, profesora de Psicología de la Universidad Loyola de Maryland, afirmó que los comportamientos persecutorios no deseados, que pueden incluir regalos o interacciones no deseados, pueden ser un ejercicio de poder ante la impotencia de la ruptura. También puede hacer que la expareja se sienta como la víctima.
“En el caso de este programa de televisión, incluso las flores no deseadas podrían representar una amenaza”, escribió DiDonato en un correo electrónico. La sangre, dijo, podría ser especialmente alarmante.
“Quizá el acto, que él sabe que causará miedo, lo haga sentirse poderoso porque le permite controlar las emociones de ella”, añadió.
Según Elisabeth Gordon, psiquiatra especializada en salud sexual y terapeuta sexual, en el caso de las relaciones románticas consentidas, una manía o fetiche con la sangre se da cuando uno o ambos miembros de la pareja tienen fantasías sexuales con ella o adoptan comportamientos en los que interviene la sangre para producir o aumentar la excitación sexual.
“Para algunas personas la sangre quizá sea simbólica y lo que simboliza les excita”, opinó Gordon en una entrevista telefónica. Dijo que podría considerarse como compartir una “parte esencial de ti”.
En una encuesta sobre fantasías sexuales, en la que participaron más de 4000 personas, el 17 por ciento de las mujeres y el 9,5 por ciento de los hombres declararon tener fantasías con sangre, según la investigación de Justin Lehmiller, miembro del Instituto Kinsey y autor de “Tell Me What You Want”, un libro sobre la ciencia del deseo sexual.
Gordon también destacó la importancia de la seguridad en estos actos debido al riesgo de daños corporales o de contagio de enfermedades infecciosas.
En una entrevista con la revista Glamour, la actriz Megan Fox aseguró que ella y el músico Machine Gun Kelly a veces bebían gotas de su sangre, incluso después de la propuesta de matrimonio de él en 2022, “solo con fines rituales”. (Actualmente no está claro el estado de su relación).
En el episodio más reciente de “Succession”, los guiños al dolor y su correlación con el romance hacen otra aparición. En una escena, Shiv y Tom juegan a morderse, y el primero que dice “basta” pierde.
Aunque Matsson es una representación ficticia de un supuesto “tech bro”, la idea de enviar a alguien sangre congelada no parece ser tan extraña en Silicon Valley: en el pódcast de HBO que acompaña a “Succession”, la presentadora Kara Swisher dijo que podría “hacer una lista de cuatro personas” que harían algo así. Machine Gun Kelly y Megan Fox en la gala TIME100 Next 2022 en Nueva York, el 25 de octubre de 2022. (Jutharat Pinyodoonyachet/The New York Times)