Una nueva clase de medicamentos sumamente eficaces para la pérdida de peso pueden marcan el primer avance significativo en décadas en la lucha contra la obesidad.
Ozempic y Wegovy son las marcas más populares en el mundo en esta vanguardia farmacológica. Ambos tienen como principio activo la semaglutida, una sustancia capaz de imitar a la hormona GLP-1 que regula las áreas del cerebro encargadas del apetito y la ingesta de alimentos. Por tanto, provocan una sensación de saciedad que hace que el paciente tenga menos ganas de comer, sin experimentar ansiedad o angustia por ello.
Tal como informáramos, estos nuevos productos estaban destinados en primera instancia a los pacientes de diabetes tipo 2, pero pronto fueron adoptados como panacea contra la obesidad y todo se salió de control: la demanda se disparó y los efectos de estos medicamentos trascendieron la salud.
Por ejemplo, la cadena estadounidense Walmart llevó a cabo un estudio en el que constató una baja en la compra de comida, alimentos ultraprocesados y golosinas en aquellos clientes que compraban Ozempic.
Un buen ejemplo de los cambios de salud que afectan a aspectos económicos es recogido por la web neoyorquina Skift.
Se trata de la estadounidense Katrina Cox, quien en 2010 voló a España para disfrutar de lo que debería haber sido un viaje de ensueño. Ella estaba acompañando a un grupo de sus estudiantes de secundaria de Arkansas que alegremente daban paseos en camello por la península ibérica. Pero mientras observaba a los adolescentes, e incluso a los otros adultos, subir rápidamente a los enormes animales, supo que no sería posible para ella.
Cox tenía sobrepeso. “Simplemente no sabía cómo iba a conseguir que mi trasero llegara hasta allí. Me perdí esa aventura”, recuerda hoy con una sonrisa. Desde entonces, pasaron 13 años y 40 kilos.
Cox, que ahora tiene 65 años, es parte de una cohorte cada vez mayor de personas que han perdido cantidades enormes de peso tomando esos nuevos medicamentos, denominados y abreviados por la sigla de la hormona que replican: GLP-1.
Además de frenar el apetito “ansioso”, ayuda a los usuarios a regular los niveles de glucosa en sangre y retrasar el vaciado gástrico, lo que conduce a la pérdida de peso. Oficialmente, en los estudios de las compañías farmacéuticas, los pacientes perdieron hasta el 26% de su peso corporal. Como anécdota, en los grupos de redes sociales se los anuncia como “un cambio de vida” y “un milagro”.
“De repente, viajar en avión fue diez veces mejor”, dice Cox. “Fui a Alaska y viajé en un pequeño avión. Hice rafting en rápidos sin dudarlo. Simplemente salgo a hacer todo tipo de actividades físicas”, asegura.
El problema del sobrepeso se disparó en todo el planeta hacia la década de 1970, con el auge de los alimentos ultraprocesados y la comida rápida. Desde 1975, las tasas mundiales de obesidad casi se han triplicado.
Esto ocurrió a pesar de la lucha de la sociedad toda y de los directamente damnificados. Solo en Estados Unidos, personas obesas gastan más de 70 mil millones de dólares cada año en dietas y tratamientos para bajar de peso.
Sin embargo, esa batalla parecía estar perdida, al punto de que la Organización Mundial de la Salud (OMS), estimó que más de la mitad de la población mundial tendrá sobrepeso u obesidad en 2035. Sin embargo, los medicamentos GLP-1 llegaron para marcar un hito en la historia de la lucha contra la obesidad, y traer el primer cambio real en ese sentido en los últimos 50 años.
Ganadores y perdedores
Además de hacer que la gente pierda peso sin pasar por angustia y estrés, los GLP-1 están sacudiendo con fuerza las ramas del árbol de la economía.
Tal como informáramos, los efectos se hicieron sentir de varias maneras. Por ejemplo, el ingreso de dólares en Dinamarca —principal fabricante del producto— creció de forma exponencial, y esto influyó en las tasas de interés del país.
Además, ante el cumplimiento de la utopía del fin de la obesidad, las acciones de fabricantes de válvulas cardíacas y equipos para diálisis cayeron en el mercado de valores, debido a que sus productos suelen ir —aunque no siempre— asociados al sobrepeso.
Para el sector de viajes y turismo, los ganadores en este nuevo juego serán aquellos que tengan como costo alimentos y bebidas. Los perdedores serán aquellos que los tengan como generador de ingresos.
Eso significa que la era Ozempic podría ser buena para las aerolíneas, los complejos turísticos con todo incluido, los cruceros, los proveedores de experiencias y los operadores turísticos. En contrapartida, podría perjudicar a los parques temáticos, hoteles, cines y lugares de entretenimiento que dependen de alimentos, bebidas y concesiones.
En el caso de las aerolíneas, existe una clara ecuación entre peso y rentabilidad. Cuanto más pesa un avión (incluidos los pasajeros humanos), más combustible se necesita para volarlo. El combustible a veces representa el mayor gasto de la aerolínea, a menudo casi igual a la mano de obra.
Históricamente, las empresas de ese rubro han alcanzado el límite de lo ridículo cuando se trata de eliminar el exceso de peso. Los asientos se han vuelto mucho más livianos con el tiempo. También dejaron de lado los voluminosos manuales en papel por unos digitales más ligeros. Y disminuyó la cantidad de carritos de bebidas pesadas. Existe una famosa anécdota acerca de que que American Airlines eliminó una aceituna de sus ensaladas, reduciendo tanto el peso físico como el costo de los ingredientes.
“Si el pasajero promedio perdiera unos cinco kilos, esto implicaría cerca de 800 kilos menos en cada vuelo de United, lo que implicaría un ahorro de algo más de cien millones de litros de carburante al año. Con un precio promedio del combustible en 2023 de 2,89 dólares el galón, United ahorraría 80 millones de dólares al año”, informó Bloomberg, citando palabras de Sheila Kahyaoglu, analista sénior de investigación de acciones y directora general del banco de inversión Jefferies.
Los proveedores de experiencias y los operadores turísticos también se beneficiarán de la pérdida de peso de los turistas. De hecho, ya está sucediendo.
En 2023, TripAdvisor descubrió que las reservas en Estados Unidos para sus actividades que requieren un esfuerzo físico mayor al promedio superaron con creces las de 2022. Las excursiones a pie por la naturaleza aumentaron un 55%. Los recorridos en bicicleta aumentaron un 46% y hubo un aumento del 52% en las excursiones de senderismo y acampada. Skift Research predice que los operadores turísticos de aventuras podrían obtener 1.300 millones de dólares adicionales en ingresos gracias a los fármacos GLP-1.
En gran medida, un público más sano y ligero beneficia al ecosistema de viajes. Pero podría haber perdedores.
Los restaurantes pueden estar entre los más perjudicados. Según Jefferies, un destino similar puede amenazar a los productores, proveedores y distribuidores de alcohol, ya que los usuarios de los medicamentos GLP-1 sienten menos deseos de beber.
Si estos medicamentos causan solo una disminución del 1% en el gasto en alimentos y bebidas durante los viajes, eso equivale a mil millones de dólares solo en Estados Unidos. Esta podría ser una gran oportunidad. Por ejemplo, un viajero en Ozempic podría optar por un asiento de avión mejorado utilizando los ahorros de una factura de restaurante más baja.
¿Y en Uruguay?
En el país, la semaglutida no existe oficialmente por ahora. El Ministerio de Salud Pública no la incluye en sus registros, y su importación y venta están prohibidas. Sin embargo, el producto es de venta libre en Argentina y Brasil, por lo que sería candoroso suponer que ninguna dosis entró jamás a territorio nacional.
“Nos consta que hay mucha gente que lo está tomando acá, todos los endocrinólogos y también diabetólogos estamos en contacto con eso”, explicaba en abril pasado Mariana Elhordoy, endocrinóloga y vicepresidenta de la Sociedad Uruguaya para el estudio de la Obesidad, en declaraciones al matutino El País.
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