Por The New York Times | Jennifer Steinhauer
Amy Piccioni no es médica ni científica, pero a medida que la noticia de las infecciones posvacunación de coronavirus comenzó a extenderse este verano, comenzó a revisar una variedad de información técnica y a menudo contradictoria sobre la necesidad de dosis de refuerzo de la vacuna contra el coronavirus. Entonces, tomó la decisión de no esperar a que los reguladores federales autorizaran las dosis extras antes de aplicarse una.
“A los científicos les toma demasiado tiempo admitir que algunas personas necesitan un refuerzo”, dijo Piccioni, de 55 años, quien recibió la vacuna Johnson & Johnson de una dosis en noviembre a través de un ensayo clínico y programó su refuerzo considerando una visita a su padre en julio, con el objetivo de estar protegida durante el vuelo. Fue a su Walgreens más cercano, pidió una inyección de la vacuna Pfizer y se la administraron, sin hacerle ninguna pregunta.
“En lo único que podía pensar era en lo baja que es la tasa de vacunación en algunas zonas”, dijo Piccioni, quien vive cerca de Del Mar, California, y goza de buena salud. “Esas dosis no duran para siempre, así que no me sentí culpable por tomar una que probablemente habría caducado”.
Mientras decenas de millones de estadounidenses continúan rechazando incluso la primera dosis de la vacuna contra el COVID-19, un número pequeño pero cada vez mayor de personas ha buscado dosis adicionales a pesar de que la Administración de Alimentos y Medicamentos (FDA, por su sigla en inglés) aún no las ha aprobado y todavía no se sabe con claridad quién podría necesitar una y en qué momento.
Varios estudios en Estados Unidos han revelado que las vacunas continúan brindando una protección sólida contra casos graves de COVID-19, en especial para las personas menores de 65 años, incluso a medida que aumenta la evidencia de que su efectividad contra las infecciones disminuye con el tiempo. Un informe publicado el lunes 13 de septiembre por un grupo internacional de científicos, entre ellos dos de la FDA, encontró que ninguno de los datos hasta el momento proporciona alguna evidencia creíble que apoye la necesidad de dosis de refuerzos para la población general.
Aun así, muchos de los que ya están buscando dosis de refuerzo temen que las infecciones posvacunación puedan causarles inconvenientes, enfermarlos o peor, dicen, afectar a un ser querido. La mayoría no siente que le esté quitando una dosis a otra persona, ya que hay amplia disponibilidad de vacunas en Estados Unidos y las farmacias locales no están en capacidad de trasladar vacunas a otros países que las necesiten.
No está claro el número de estadounidenses que no están inmunodeprimidos pero que han recibido dosis adicionales. Cerca de 1,8 millones de personas se han aplicado dosis de refuerzo desde mediados de agosto, según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés), pero es probable que ese recuento incluya a muchos con sistemas inmunitarios debilitados. La FDA autorizó dosis adicionales para ese grupo el mes pasado.
Además, el mes pasado el gobierno de Joe Biden anunció que esperaba comenzar a ofrecer refuerzos a partir del 20 de septiembre a personas que habían recibido una segunda dosis de la vacuna Pfizer-BioNTech o Moderna al menos ocho meses antes. Pero las directivas de la FDA y los CDC respondieron a eso y afirmaron que necesitaban más tiempo para evaluar la seguridad de esa estrategia y otros datos. Janet Woodcock, comisionada interina de la FDA, ha instado a las personas a no buscar vacunas de refuerzo por su cuenta, sino a esperar una decisión regulatoria que les indique que son seguras y necesarias. El Departamento de Salud de Maryland decidió tomar medidas antes que la FDA: emitió una orden la semana pasada en la que autoriza de inmediato refuerzos para todos los residentes de 65 años o más que vivan en entornos grupales como hogares de ancianos. Michael Ricci, portavoz del gobernador Larry Hogan, mencionó la recomendación de los CDC el mes pasado de que las personas “con inmunodepresión moderada a grave” deberían recibir dosis adicionales.
“Confiamos en esa visión amplia para considerar como inmunodeprimidos a los adultos mayores en entornos comunitarios”, dijo Ricci. “Estamos orientando a esas instalaciones para que ofrezcan la vacuna de refuerzo a cualquier persona que desee una”.
Los lineamientos federales sobre cubrebocas, requisitos de vacunación, el riesgo de transmisión al aire libre y otros temas relacionados al virus han cambiado durante el curso de la pandemia. En ocasiones, tanto dentro del gobierno de Trump como del de Biden, ha habido desacuerdos explícitos entre las autoridades sanitarias sobre cómo proceder y orientaciones confusas que con el tiempo se han revertido.
Como resultado, los estadounidenses de todo el espectro político prefieren confiar en piezas informativas, como el anuncio en junio del Ministerio de Salud de Israel de que la efectividad de la vacuna Pfizer-BioNTech contra la infección sintomática —aunque no contra la enfermedad grave— disminuía con el tiempo. Otros han confiado en su intuición y han tomado decisiones como usar peligrosos medicamentos para ganado con la finalidad de “curar” el virus o buscar una dosis de refuerzo antes de que sea recomendada de manera oficial. Las farmacias niegan que estén permitiendo de manera consciente que las personas infrinjan los lineamientos.
“A los pacientes se les solicita que den fe de que toda la información proporcionada, incluyendo el estado de salud, es veraz y precisa cuando programan una cita de vacunación en CVS.com y cuando reciben la vacuna”, dijo Ethan Slavin, portavoz de la compañía. Slavin dijo: “No podemos comentar sobre informes anecdóticos” de que CVS le está dando dosis de refuerzo a clientes como Baeza, quien le mostró el registro de su tercera dosis a un periodista.
Los expertos en salud pública por lo general no ven con buenos ojos la decisión individual de administrarse refuerzos. Al igual que el rechazo a la vacuna, dicen, no toma en consideración la lucha general contra la pandemia, la cual creen debería centrarse en vacunar al 25 por ciento de los estadounidenses no vacunados que cumplen con las condiciones o en vacunar a las naciones pobres.
“Esto va en contra de lo que se necesita en una pandemia”, dijo Kirsten Bibbins-Domingo, investigadora de salud pública de la Universidad de California en San Francisco. “El desafío es entender que, particularmente en una pandemia, la elección individual es importante, pero toda la estrategia está relacionada con nuestras decisiones y responsabilidades colectivas”.
Isabella, una saludable estudiante de 18 años de primer año en Colorado College, decidió aplicarse una segunda vacuna Moderna para proteger a sus amigos inmunodeprimidos y otras personas.
“Siento que no puedo dejarle la responsabilidad de la protección a nadie más”, dijo Isabella, quien pidió ser identificada solo por su primer nombre porque no había sido honesta sobre su estado de salud cuando le dijo a un farmacéutico que estaba inmunodeprimida. “No quiero contribuir a la enfermedad en mi comunidad”.
Bibbins-Domingo ve otro inconveniente con este método: “Todas estas personas que mienten sobre ser inmunodeprimidos y sobre su estado de salud solo causarán estragos en los datos. Queremos que las decisiones de salud pública se basen en buenos datos. Es perjudicial tratar a la medicina como si fuera un restaurante al que entramos y pedimos algo de un menú”.