Por The New York Times | Knvul Sheikh
La primera vez que notaste que se te caía el pelo, tal vez haya sido porque los mechones se acumulaban en la coladera de la regadera o en tu cepillo para el cabello. Tal vez te miraste en el espejo y te sorprendiste al ver que tu peinado no quedaba del todo bien, o quizá te recogiste el pelo en una colita y sentiste que habías perdido volumen.
Si te recuperaste del COVID-19 en los últimos meses, es probable que ese aumento de la caída no sea una coincidencia. Algunas investigaciones calculan que el 22 por ciento de las personas que fueron hospitalizadas con COVID-19 presentaron una caída temporal del cabello. Es más difícil evaluar cuán frecuente es esta afección en las personas que padecieron formas más leves de la enfermedad, pero los estudios sugieren que la caída del cabello también se encuentra entre los más de 60 síntomas persistentes que suelen relacionarse con el COVID-19 prolongado, algunos de los cuales son más conocidos, como la pérdida del olfato, el deterioro cognitivo y la disfunción sexual.
Los médicos aseguran que ellos también han notado un aumento de pacientes que buscan ayuda para este fenómeno. “Nunca vi nada igual en mi vida”, afirmó Michele Green, dermatóloga de Nueva York afiliada al Hospital Lenox Hill de Northwell Health y especializada en la caída del cabello. “Estoy atendiendo más hombres y mujeres de todos los grupos etarios y de todas las profesiones. Se ha extendido bastante”.
El estado de tu cuero cabelludo cambia después de una enfermedad.
La caída repentina y temporal del cabello tiene un término médico: efluvio telógeno. Este se presenta cuando el estrés o la enfermedad desencadenan una caída mucho mayor que la habitual de 50 a 100 cabellos que una persona pierde al día. No ocurre solo con el COVID-19: los expertos saben desde hace siglos que las enfermedades graves, las cirugías, la pérdida de sangre, la hospitalización, el parto y los acontecimientos emocionales extremos, como la muerte de un ser querido, pueden desencadenar el efluvio telógeno; sin embargo, los investigadores han descubierto que las personas con antecedentes de infección de COVID-19 tienen cuatro veces más probabilidades de desarrollar pérdida de cabello que las que no se contagiaron.
No está del todo claro cómo estos factores de estrés físico y emocional provocan el efluvio telógeno. Muchos dermatólogos creen que la hormona del estrés, el cortisol, puede tener cierta relación, aunque también podría haber otras sustancias químicas que les indiquen a los folículos pilosos que llegó el momento de desprenderse, según Luis Garza, profesor de dermatología de la Facultad de Medicina de la Universidad Johns Hopkins. El COVID-19 ha sido un golpe doble para muchas personas, ya que el estrés mental de vivir una pandemia acompaña al estrés físico de la propia enfermedad.
En épocas normales, cada uno de los cabellos pasa por tres fases: una fase de crecimiento, llamada fase anágena, una fase de transición, o catágena, y una fase de reposo, también conocida como fase telógena, tras la cual la hebra se cae y el folículo repite todo el proceso. Las hebras pasan por diferentes fases del ciclo en momentos distintos; solo entre el 5 y el 10 por ciento del cabello debería estar en la fase telógena al mismo tiempo. (El vello de otras partes del cuerpo entra en la fase telógena en distintas proporciones).
“El efluvio telógeno provoca un corto circuito en el ciclo de muchos cabellos”, explicó Garza. En consecuencia, al final entre el 30 y el 50 por ciento del cabello de la cabeza está en la fase de muda y es probable que notes que se caen mechones dos o tres meses después de un suceso desagradable.
La pérdida de cabello dura de seis a nueve meses, lo cual puede parecer una eternidad. A continuación, la caída se ralentiza y comienza a crecer pelo nuevo.
¿Puedes hacer algo más que esperar?
Si empiezas a notar una caída repentina del cabello o te preocupa la cantidad de volumen que estás perdiendo, quizá sea buena idea acudir al médico desde el principio. “Por lo general, sabrás si estás perdiendo pelo mucho antes de que alguien pueda corroborarlo clínicamente”, afirmó Green. Si actúas pronto, sobre todo si la caída del cabello está relacionada con una enfermedad subyacente, podrás tratarla con eficacia.
El médico elaborará tu historial médico, te pedirá algunos análisis de sangre y tal vez te haga una prueba de jalón de pelo, en la que tomará pequeñas secciones de pelo de diferentes partes del cuero cabelludo y jalará con suavidad. Si se caen seis o más hebras sin resistencia, es un indicador positivo de pérdida activa. En algunos casos, el médico también manda a hacer una biopsia para analizar los folículos pilosos.
Si la prueba de jalón del pelo es positiva y el cuero cabelludo no muestra signos de enrojecimiento o cicatrización, que son indicadores de otros tipos de pérdida de cabello, lo más probable es que tengas efluvio telógeno. La mayoría de los profesionales de la salud aconsejan esperar a que el pelo vuelva a crecer solo, porque se sabe que este fenómeno es temporal. “Gran parte de lo que hago es aconsejarles a las personas cuando se presenta el problema y animarlas asegurándoles que esto mejorará”, comentó Arash Mostaghimi, director del servicio de dermatología para pacientes del Brigham and Women’s Hospital de Boston.
Algunos dermatólogos pueden recomendar iniciar el proceso de crecimiento con la aplicación de una solución tópica de minoxidil, un medicamento para el crecimiento del cabello e ingrediente activo del Rogaine, o tomarlo en forma de píldora si te preocupa la pérdida de cabello o tienes un evento importante (como una boda) que hace que la situación sea urgente. No obstante, según Mostaghimi, el minoxidil puede ser un arma de doble filo. En ocasiones, el fármaco provoca la caída del cabello cuando empiezas a tomarlo, como parte del proceso de normalización de los ciclos capilares. Cuando sientas que alcanzaste el volumen deseado y dejes de tomar minoxidil, es posible que vuelvas a perder algunos mechones antes de que las cosas se estabilicen, añadió.
De acuerdo con Garza, el simple hecho de controlar el estrés puede ser otra solución para el efluvio telógeno. “Una cosa que les digo a los pacientes que vienen por la pérdida de cabello es que podría funcionarles ver a un terapeuta, porque sabemos que el estrés ocasiona la caída de cabello y esta a su vez provoca estrés”, dijo. “El pelo es parte muy importante de nuestra identidad”. El aumento de la caída del cabello tras una enfermedad no es poco cmún; la buena noticia es que lo más probable es que sea pasajera. (Paige Vickers/The New York Times)