Una investigación con murciélagos salvajes refuerza una idea esencial para frenar futuras pandemias: cuando las poblaciones de animales silvestres se mantienen sanas, las probabilidades de que los virus "salten" e infecten a los humanos se reducen.
En Australia, la deforestación ha provocado que un letal virus respiratorio pase de los murciélagos de la fruta a los humanos, al obligar a las dos especies a tener un contacto más cercano, informa un nuevo estudio.
Al perder sus hábitats invernales, las grandes poblaciones de murciélagos "zorros voladores" comenzaron a dividirse en los últimos 25 años y a anidar en grupos más pequeños y más cerca de las áreas agrícolas y urbanas de los humanos en Australia subtropical, explicaron los autores del estudio.
Estos murciélagos son un reservorio natural del virus Hendra, que pasó de los murciélagos a los caballos, y de los caballos a los humanos, según el informe, que se publicó en la edición del 16 de noviembre de la revista Nature.
El virus Hendra provoca una grave infección respiratoria que resulta letal en un 75 por ciento de los caballos y en un 57 por ciento de los humanos.
El estudio de caso ofrece un vistazo del proceso que hace que enfermedades infecciosas, como el ébola, pasen de los animales a los humanos, un proceso conocido como "derrame de patógenos", anotaron los investigadores.
"Recolectamos y cotejamos 25 años de datos, y observamos este increíble patrón. Capturamos esta rápida transición en los murciélagos, de alimentarse en grandes poblaciones de animales nómadas a murciélagos que apenas sobrevivían en pequeñas poblaciones, en áreas en las que hay personas", señaló la investigadora sénior, Raina Plowright, profesora de salud pública y de los ecosistemas de la Universidad de Cornell en Ithaca, Nueva York.
En el estudio, los investigadores monitorizaron las ubicaciones y el tamaño de las poblaciones de murciélagos de la fruta en Australia subtropical, de 1996 a 2020.
En general, los murciélagos de la fruta permanecían juntos en grandes grupos, vivían en áreas boscosas y se alimentaban del néctar de los árboles en flor.
Pero durante los eventos climáticos de El Niño, que ocurren en ciclos, los capullos de los árboles de los que los murciélagos dependen no producían flores durante el invierno, lo que conducía a una escasez de alimentos.
Cuando esto sucedía, los murciélagos se dividían en grupos más pequeños y se desplazaban a áreas agrícolas y urbanas, donde se alimentaban de la maleza y los árboles de higo, mango y de sombra, apuntó Plowright. Estas fuentes de alimento son más constantes, pero proveen menos nutrición que el néctar de los árboles en flor.
"Dividirse en grupos pequeños tiene mucho sentido en términos de conservar energía, para no tener que competir demasiado entre sí", aclaró en declaraciones recogidas por el reportero especializado Dennis Thompson, en un artículo que publica HealthDay News.
Resulta que la escasez de alimento invernal provocada por El Niño era una señal de lo que sucedería como resultado de la deforestación, anotaron los investigadores.
La destrucción de los hábitats en los bosques provocada por los humanos para crear tierras de cultivo y desarrollo urbano ha reducido el número de lugares que podían producir suficiente néctar de árbol para mantener a unas grandes poblaciones de murciélagos nómadas, dijo Plowright.
"La conducta que observamos antes es una respuesta a una escasez de alimentos que fue muy breve, y ahora observamos que esta conducta se vuelve persistente en la población de murciélagos a lo largo de todo el año", comentó.
Los grupos más pequeños de murciélagos hambrientos tienden a excretar más virus, descubrieron los investigadores, posiblemente debido a que sus cuerpos hambrientos no tienen la energía para sostener una respuesta inmunitaria efectiva.
En las áreas agrícolas, los virus Hendra se propagan cuando la orina y las heces de los murciélagos caen al suelo donde los caballos pastan, lo que conduce a infecciones. Los excrementos de los propios caballos a veces propagan el virus a las personas.
"Eliminamos de forma selectiva los árboles que proveen comida en invierno, así que los murciélagos tuvieron que morir o adaptarse", enfatizó Plowright. "Han acudido a poblaciones pequeñas en áreas agrícolas para encontrar nuevas fuentes de alimentos. En esencia, cambiamos sus fuentes de comida, así que tuvieron que acudir a nosotros".
La eliminación de los murciélagos también ha puesto en peligro la continuación de la existencia de las pocas áreas boscosas que quedan, advirtió Plowright. Esto se debe a que los murciélagos que se alimentaban del néctar actúan de la misma forma que las abejas, y propagan el polen de un árbol a otro.
El estudio "ilustra de una forma precisa lo que sucedió en esta circunstancia ecológica particular, y refuerza la idea de que la intromisión humana en el ambiente altera el equilibrio natural", señaló el Dr. William Schaffner, director médico de la National Foundation for Infectious Diseases, que tiene su sede en Bethesda, Maryland. "Entonces, los animales que son la fuente del virus tienen que alterar su conducta con el fin de sobrevivir, lo que los lleva a una asociación más cercana con los humanos y provee una oportunidad para un salto entre especies".
Un punto interesante es que los investigadores descubrieron que cuando las arboledas de eucaliptos que quedaban lograron florecer en invierno, unos grandes números de murciélagos se dirigieron a esas áreas, y los eventos de derrames de virus pararon.
Esto muestra que los humanos pueden prevenir las epidemias futuras provocadas por los derrames de virus, al conservar los hábitats naturales existentes y restaurar parte de los bosques que se han cortado sin necesidad, apuntó Plowright. Los animales salvajes pueden volver a sus patrones anteriores, si se les da la oportunidad.
"Pensamos que si restauramos el hábitat invernal, en un plazo de 10 o 20 años podríamos tener una población sana de murciélagos que se mueva de forma nómada por el paisaje, y restaure esa polinización que proveen a los bosques", apuntó Plowright. "Es un problema que se puede resolver. En realidad no es ni siquiera muy caro, ni tan difícil. Esto no requiere ningún tipo de tecnología. Solo hay que replantar los árboles".
Schaffner se muestra un poco más escéptico de que replantar los bosques restaurará los patrones naturales que en general evitan que las criaturas que portan los virus se acerquen a los seres humanos y al ganado.
"Debemos restringirnos de ir a ese hábitat y destruir el ambiente natural, porque esto es los que nos pone en contacto con la flora y la fauna silvestres, y esto ofrece oportunidades para la transferencia de estos virus de las especies silvestres a los humanos", enfatizó. "Esta historia ya se ha contado una y otra vez".
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