El 13 de marzo, esta neoyorquina despertó con 38,9 °C de fiebre y una pesadez en el pecho, convirtiéndose en una de las primeras habitantes de la zona de Long Island en dar positivo por coronavirus.
Esta semana, la fotógrafa de 45 años también fue la primera superviviente del coronavirus en su estado que se sometió a un análisis para contribuir a la búsqueda de un tratamiento contra la infección que ha dejado más de 53.000 muertos en el mundo.
El plasma es la parte líquida de la sangre que concentra los anticuerpos tras una enfermedad. El de los pacientes curados ya resultó ser eficaz, en estudios a pequeña escala, contra enfermedades infecciosas como el ébola o el Sras.
La agencia estadounidense de medicamentos, la FDA, dio su visto bueno a ensayos con el plasma de convalecientes como tratamiento contra el coronavirus, que ha contagiado a más de 245.000 personas en Estados Unidos.
Los experimentos actuales no aspiran a encontrar una solución milagrosa, dice Bruce Sachias, responsable médico del Centro de Recogida de Sangre neoyorquino, encargado de gestionar las donaciones de plasma en la primera metrópolis estadounidense.
"Debemos ser conscientes del hecho de que aún estamos en territorio desconocido", asegura.
Eldad Hod y Steven Spitalnik, expertos en transfusiones sanguíneas que dirigen esas pruebas en el hospital Irving de la Universidad de Columbia, también destacan la incertidumbre que rodea esos experimentos.
Pensamos que "entre siete y 14 días después del inicio de una infección, la gente desarrolla una reacción inmunitaria y acaban creando grandes cantidades de anticuerpos. Pero no sabemos exactamente cuándo se produce el pico de esa creación", explica el doctor Spitalnik.
Algunos datos sugieren que el pico llega 28 días después de la infección, pero Spitalnik espera que sus investigaciones proporcionen una imagen más precisa del proceso.
Cada donación de plasma podría "salvar tres o cuatro vidas", según el doctor Hod.
El objetivo es recoger bastante plasma para que los investigadores puedan realizar estudios formales, en los que compararán la reacción de personas que reciban anticuerpos de pacientes curados de coronavirus con un grupo de control al que se inyectará plasma de personas que no padecieron la COVID-19.
Hod señaló que los primeros plasmas se destinarán "por compasión" a enfermos de COVID-19 que no participan en el estudio, pero para quienes los demás tratamientos hayan resultado ineficaces.
Los investigadores quieren luego probar su método en pacientes hospitalizados y como tratamiento preventivo en entornos vulnerables, como las residencias de ancianos.
En tiempos normales, llevarían a cabo ensayos clínicos muy controlados, más largos y con unos resultados más sólidos. Pero "estamos en crisis", dice Spitalnik para justificar el camino elegido.
- "Ocasión increíble" -
Diana Berrent cruza los dedos y espera que estas pruebas puedan salvar vidas. "Podríamos ser superhéroes", dice.
"Vivimos tiempos inéditos, preocupantes, en los que no controlamos nada, pero nosotros, los supervivientes, podemos ayudar", asegura. "Podemos ser quienes corren hacia el incendio, con el uniforme de protección que nuestro cuerpo ha creado. Es una ocasión increíble".
La fotógrafa tiene suficientes anticuerpos en su plasma para participar en los ensayos, pero ahora espera los resultados de un test nasal para comprobar que no tiene ningún rastro del coronavirus, una condición necesaria para que su sangre se utilice en las investigaciones.
En Facebook ha abierto el grupo "Survivor Corps", que ya tiene 17.000 miembros, para movilizar a los supervivientes de la epidemia dispuestos a compartir su inmunidad.
- "La ciencia ganará" -
Cientos de personas curadas ya han ofrecido su ayuda en Nueva York, epicentro de la pandemia en Estados Unidos con cerca de 100.000 casos, según el doctor Sachias.
Si el proceso resulta eficaz, se llevará a cabo en otros centros de transfusión, explica el investigador.
Un hospital de Houston, en Texas, ya intentó hacer una transfusión del plasma de un paciente curado a otro gravemente enfermo, pero aún es demasiado pronto para conocer su eficacia.
Para Hod, uno de los lados positivos de la pandemia es que está impulsando la colaboración entre investigadores del mundo entero, que nunca han compartido tan abiertamente sus datos como ahora.
"Muchos en la comunidad científica tratan de dejar su ego a un lado (...) y trabajan juntos por el bien común. Creo que, al final, la ciencia ganará".
AFP
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