Por The New York Times | Danielle Braff

Más o menos al año de que empezó la pandemia, Marcela Rafea empezó a despertarse constantemente a las tres de la mañana, con la mente acelerada.

Se levantaba de la cama con sigilo y se iba de puntitas a la sala, donde meditaba, intentaba hacer algunas posturas de yoga y abría la ventana para oír el susurro de las hojas, el paso de los autos y el ladrido de los perros.

Luego, a las seis de la mañana, regresaba a la cama y se volvía a dormir hasta que su hijo menor la despertaba a las siete de la mañana.

“Necesitaba esa vigilia nocturna para compensar el tiempo que no tenía para mí”, afirmó Rafea, fotógrafa de 50 años y madre de tres hijos quien vive en Oak Park, Illinois.

Sin saberlo, Rafea había recuperado de forma natural un ciclo de sueño que se creía normal en múltiples culturas desde finales de la Edad Media hasta principios del siglo XIX.

En esa época, mucha gente se acostaba al anochecer y se despertaba tres o cuatro horas más tarde. Socializaban, leían libros, tomaban un refrigerio e intentaban concebir hijos durante una o dos horas antes de volver a dormir otras tres o cuatro horas. La gente empezó a obligarse a dormir toda la noche después de la llegada de la luz artificial, señaló A. Roger Ekirch, profesor de Historia en el Instituto Politécnico y Universidad Estatal de Virginia y autor del libro “The Great Sleep Transformation” (‘La gran transformación del sueño’).

Ahora que muchas personas establecen sus propios horarios, trabajan desde casa y se centran más en el autocuidado, algunos han vuelto a la idea de tener un ciclo de sueño segmentado, voluntario y, dados los niveles de estrés de los últimos dos años, involuntario.

Entonces, ¿estamos volviendo a nuestro ciclo de sueño natural, olvidado desde hace tiempo? ¿Acaso esta podría ser la cura para quienes se consideran insomnes de medianoche?

Ekirch, quien ha estudiado el sueño segmentado durante los últimos 35 años, aseveró que hay más de 2000 referencias al respecto en fuentes literarias: incluyendo cartas y diarios, pasando por registros judiciales, periódicos, obras de teatro, novelas y poesía; desde Homero, pasando por Chaucer hasta Dickens.

“El fenómeno recibió distintos nombres en diferentes lugares: primer y segundo sueño, primera siesta y sueño profundo, sueño nocturno y sueño matutino”, explicó Benjamin Reiss, profesor de Literatura en la Universidad Emory y autor de “Wild Nights: How Taming Sleep Created Our Restless World” (‘Noches salvajes: como al domesticar nuestro sueño creamos un mundo agitado’). Añadió que, en lugar de ser una decisión de la época, esto simplemente era algo que hacía la gente, ya que se ajustaba a los patrones de trabajo agrícolas y artesanales. También había razones negativas para tener un sueño segmentado.

“Las superficies para dormir (que con frecuencia eran un costal relleno de hierba o, si tenías suerte, de lana o crin de caballo) dificultaban lo que hacemos hoy, que es dormir durante un periodo largo sin interrupción”, comentó Reiss. Por supuesto, la gente también tenía problemas de salud. Por ejemplo, “sin la odontología moderna, un dolor de muelas podía empezar a palpitar a la mitad de la noche”.

Todo cambió con la Revolución Industrial, que hizo hincapié en las ganancias y la productividad; se creía que las personas que limitaban su sueño a un intervalo único obtenían una ventaja. La prevalencia creciente de la luz artificial permitía acostarse más tarde, lo que conducía a la compresión del sueño.

Si avanzamos unos cientos de años, notamos que nos hemos acostumbrado a la compresión del sueño. Bueno, algunos de nosotros.

El 30 por ciento de las personas afirman despertarse al menos tres noches a la semana, según un estudio publicado en 2010 en la revista médica, Journal of Psychosomatic Research, y el 25 por ciento de los adultos padecen insomnio cada año, según un estudio reciente de investigadores de la Universidad de Pensilvania. Para algunas personas, la pandemia ha impulsado la flexibilización de los horarios, lo que ha llevado a experimentar con el método del sueño a la vieja usanza.

Es el caso de Mark Hadley, un director financiero de 52 años de North Bend, Oregón. Hadley afirma que, en los últimos 20 años, no recuerda una época en la que haya dormido toda la noche.

“Siempre me despertaba a la mitad de la noche y me quedaba ahí acostado”, relató. “Físicamente, quería levantarme, pero necesitaba dormir más”.

Hadley no tenía elección. Había oído hablar del sueño segmentado, pero no tenía tiempo para extender el suyo hasta que empezó a trabajar a distancia casi por completo durante la pandemia.

Así que, en agosto de 2021, Hadley empezó a dormir de manera segmentada: se acuesta a las diez de la noche y despierta naturalmente a las dos de la mañana. Luego se acuesta otra vez como a las 3:30 o 4:00 a. m. y duerme hasta que su esposa lo despierta a las 6:30 o 7:00.

“Esto es lo que mi cuerpo intentaba hacer, incluso cuando nunca había oído hablar de eso”, comentó Hadley. “Por fin logré tener un patrón de sueño saludable”.

No obstante, los médicos tienen dudas sobre cuán saludable es el sueño segmentado.

“En realidad, no sabemos qué impacto tendrá el sueño segmentado a largo plazo porque no tenemos muchos datos al respecto”, señaló Matthew Ebben, profesor adjunto de Psicología en neurología clínica en el Centro Médico Weill Cornell y el Hospital Presbiteriano de Nueva York.

Podría hacer que algunas personas se sientan más cansadas y somnolientas a lo largo del día, dijo Nicole Avena, psicóloga de la salud y profesora adjunta de Neurociencia en la Escuela de Medicina Monte Sinaí. Además, según Avena, el sueño segmentado requiere que las personas se acuesten más temprano, lo cual es poco probable que funcione con muchos horarios. Para Danielle Hughes, de 33 años, el sueño segmentado fue una solución para su insomnio. Hughes, quien vive en Dublín, Irlanda, se pasó todo un año yendo con médicos para tratar de encontrar una solución a sus levantadas a medianoche. Al final, buscó su problema en Google y se topó con el sueño segmentado.

“Fue como una revelación para mí”, narró Hughes. “Toda la ansiedad que me producía no poder dormir empezó a remitir, y comencé a sentir que lo poco que dormía por la noche estaba bien, siempre y cuando utilizara mi tiempo de vigilia de manera más productiva”.

Desde que se enteró de la existencia del sueño segmentado, Hughes ha estado más abierta a este concepto: duerme de dos a seis de la mañana y de nuevo de dos a seis de la tarde.

En casos de ansiedad relacionada con el insomnio como el de Hughes, el sueño segmentado suele ser una solución ideal, afirmó Alex Savy, instructor de Ciencias del sueño y fundador de SleepingOcean, un sitio que publica reseñas de productos para el sueño en Toronto.

“Cuando practican el sueño segmentado, los insomnes no tienen que preocuparse por despertarse a medianoche, ya que así es como funciona el sueño segmentado”, explicó Savy. “Por lo tanto, pueden ajustar el horario a su insomnio y reducir el estrés asociado con él”.

No obstante, volver a los patrones de sueño de la Edad Media no le funciona a todo el mundo, señaló Avena, y sugirió que solo quienes ya tienen problemas de sueño hagan la prueba con el sueño segmentado.

“Creo que, si bien puede promover un mejor descanso para estas personas, es probable que tenga más consecuencias que beneficios para quienes no tienen dificultades para dormir”, concluyó.