Por The New York Times | Stuart A. Thompson
Esta semana, luego de que dos voces destacadas impulsaron esta idea, volvió a surgir la teoría conspirativa de que hay atletas que se desmayan o mueren después de recibir la vacuna contra el COVID-19.
El senador republicano por el estado de Wisconsin, Ron Johnson, difundió esta falacia en su aparición en el pódcast conservador “The Charlie Kirk Show”.
“Hemos escuchado una historia tras otra. Me refiero a todos esos atletas que caen muertos en la cancha, pero, al parecer, debemos ignorarlo”, comentó Johnson.
El domingo, John Stockton, el jugador de baloncesto miembro del Salón de la Fama, sostuvo algo parecido cuando dijo que “más de 100 atletas profesionales” se habían desplomado y fallecido después de recibir la vacuna, pero no proporcionó ninguna prueba de esa aseveración.
Las autoridades de salud aseguran que la relación entre las vacunas y la muerte de los atletas carece de fundamento y que no existe ninguna evidencia de que más atletas estén falleciendo o sufriendo lesiones como consecuencia de la vacuna. Las ligas del deporte profesional no han reportado ningún aumento de esos casos. Un representante de la Liga Nacional de Futbol Americano (NFL, por su sigla en inglés) comentó que ninguno de los cerca de 3000 jugadores de la NFL había sido hospitalizado ni había fallecido como resultado de la vacunación. El 95 por ciento de los jugadores de esta liga ya han sido vacunados.
Un vocero de Johnson explicó que el senador se estaba refiriendo a los fallecimientos en todo el mundo y que había hablado de eso porque creía que las agencias federales de salud deberían investigarlos. No pudimos comunicarnos con Stockton para que hiciera comentarios.
Desde que se empezaron a distribuir las vacunas contra el COVID-19, ha surgido una teoría conspirativa recurrente basada en historias sobre atletas profesionales que mueren durante partidos de fútbol o baloncesto después de haberse vacunado.
Los usuarios de las redes sociales comparten enlaces a reportajes de noticias locales sobre atletas amateurs que han fallecido al estar jugando o trotando. Estos artículos casi nunca especifican si las personas estaban vacunadas o no y, por lo general, son publicados antes de que se determine la causa de muerte. Pero estos decesos de gente que se considera sana han llamado la atención de las comunidades antivacunas y provocado preocupación acerca de los riesgos de la vacuna.
Es poco común que los atletas sufran ataques cardiacos durante los partidos, pero sí sucede. Pese a que, casi siempre, los atletas gozan de mejor salud que el resto de la población, es más probable que alguien que padece algún tipo de cardiopatía latente tenga complicaciones al hacer ejercicio.
En una investigación de 2015 sobre los jugadores de la liga universitaria de Estados Unidos (NCAA, por su sigla en inglés), los científicos demostraron que los riesgos variaban de acuerdo con el deporte y el género. Los jugadores de la primera división varonil de baloncesto tenían un riesgo de muerte cardiaca repentina hasta diez veces mayor que todos los demás atletas de la NCAA. En ese estudio, se descubrió que los atletas varones tenían un riesgo más elevado que las mujeres y que los varones negros tenían un riesgo mayor que los hombres en general.
“La gente que realiza una buena cantidad de ejercicio durante toda su vida, a la larga tiene un menor riesgo de sufrir estos eventos repentinos”, comentó Meagan Wasfy, una cardióloga deportiva del Hospital General de Massachusetts que publicó una reseña del estudio. “Pero ese riesgo aumenta en ese corto lapso en el que te estás ejercitando”.
En el sitio web antivacunas Good Sciencing, se difundió una lista relacionada con esta aseveración que incluía 543 reportes no confirmados de atletas en todo el mundo que, desde 2021, han muerto o tenido “problemas graves”.
Esta lista se basaba en una serie de reportes noticiosos y entradas del Sistema para Reportar Reacciones Adversas a las Vacunas (VAERS, por su sigla en inglés), que se vale de casos reportados por los mismos pacientes y médicos. Casi ninguno de los reportes noticiosos mencionaba si los fallecidos habían sido vacunados. Las autoridades de salud no recomiendan usar el VAERS para sacar conclusiones sobre los riegos vinculados a las vacunas.
Existe un efecto secundario conocido y poco común de la vacuna llamado miocarditis, el cual conlleva la inflamación del músculo cardiaco. Los hombres y los niños que reciben la vacuna contra el COVID-19 tienen un mayor riesgo de presentarlo y, por ello, tener dolor en el pecho y dificultad para respirar. En casos muy poco frecuentes puede provocar complicaciones más graves, incluida la muerte.
Los médicos afirman que, al parecer, es reducido el riego de desarrollar miocarditis después de recibir la vacuna y que la mayor parte de la gente que la sufre se recupera con rapidez. En un estudio, se vio que los niños y los jóvenes infectados de coronavirus tienen seis veces más probabilidades de desarrollar miocarditis que las personas que se vacunan.
De acuerdo con los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades, hasta el 20 de enero, el VAERS había recibido 2132 reportes preliminares de miocarditis o pericarditis (la inflamación del revestimiento externo del corazón) de personas vacunadas de 30 años o menos. Más de 48 millones de personas de entre 5 y 24 años han recibido al menos una dosis de la vacuna.
Los profesionales de la salud deben informar acerca de cualquier deceso ocurrido después de la vacunación, aun cuando no haya indicios de que este haya sido provocado por la vacuna. El VAERS ha recibido 11.657 reportes de personas que han fallecido en algún momento tras recibir la vacuna, lo cual representa el 0,002 por ciento del total de personas vacunadas.