El sistema nervioso periférico del cuerpo humano podría ser capaz de interpretar su entorno y modular el dolor, según una investigación de la Universidad Médica de Hebei, en China, y la Universidad de Leeds, en Inglaterra, publicada en el Journal of Clinical Investigation, de la que se informa en un comunicado.
Hasta ahora, la ciencia sostenía que sólo el sistema nervioso central, el cerebro y la médula espinal, podían interpretar, analizar y modular sensaciones como el dolor o el calor.
El sistema nervioso periférico (SNP) es el aparato del sistema nervioso formado por nervios y neuronas que residen o se extienden fuera del sistema nervioso central (SNC), hacia los miembros y órganos. Su función principal es conectar el SNC a los miembros y órganos, indicándoles cómo reaccionar.
Aunque recientemente se había obtenido alguna evidencia de que el SNP tenía más funciones, el nuevo estudio que reporta Tendencias21, destaca el papel crucial de los ganglios nerviosos en la interpretación del dolor. Los ganglios nerviosos son formaciones nodulares que hay en el trayecto de los nervios, formados por la acumulación de cuerpos neuronales.
Anteriormente, se creía que los ganglios nerviosos actuaban sólo como una fuente de energía para los mensajes que se llevan a través del sistema nervioso, pero la nueva investigación ha establecido que también actúan como "minicerebros", modificando la cantidad de información que se envía al sistema nervioso central.
La nueva investigación, que durante cinco años estudió cómo los roedores reaccionan a la estimulación, descubrió que las células nerviosas situadas dentro de los ganglios pueden intercambiar información entre sí con la ayuda de una molécula de señalización llamada GABA, un proceso que antes se pensaba que estaba restringido al sistema nervioso central.
Ahondando en este descubrimiento, el director de esta investigación, Nikita Gamper, explica que lo que han descubierto es que, sorprendentemente, el sistema nervioso periférico tiene la capacidad de alterar la información enviada al cerebro, en lugar de pasar ciegamente todo al sistema nervioso central.
"Todavía no sabemos cómo funciona el sistema, añade Gamper, pero la maquinaria está preparada para permitir que el sistema nervioso periférico interprete y modifique la información táctil percibida por el cerebro en términos de interpretar el dolor, el calor o la solidez de los objetos. Aunque se necesitan más investigaciones para entender exactamente cómo funciona, no tenemos ninguna razón para pensar que no existe la misma organización nerviosa en los seres humanos".
Minicerebro para la comunicación neuronal
"Cuando nuestro equipo de investigación examinó más de cerca el sistema periférico, encontramos que el sistema biológico para la comunicación neuronal existía en la estructura del sistema nervioso periférico. Es como si cada nervio sensorial tuviera su propio 'mini-cerebro' que, en cierta medida, puede interpretar la información entrante", añade Gamper.
Gamper considera que los hallazgos pueden presentar un desafío para la "Teoría de la Compuerta" sobre el dolor, que afirma que la activación de los nervios que no transmiten señales dolorosas pueden interferir con las señales de fibras dolorosas, por lo tanto, inhibiendo el dolor.
El nuevo estudio sugiere que la transmisión de información al sistema nervioso central debe pasar por otro conjunto de puertas, a través de las cuales el flujo de información puede ser controlado por el sistema nervioso periférico.
"El sistema nervioso periférico tiene la capacidad de enviar hacia arriba o hacia abajo la señal que pasa a través de estas puertas al cerebro, explica Gamper. Lo realmente importante es que creemos que estas puertas pueden utilizarse para el control terapéutico del dolor".
El descubrimiento, por tanto, abre el camino al desarrollo de nuevos analgésicos, ya que los medicamentos actuales para tratar el dolor se dirigen al sistema nervioso central. El nuevo sistema podría solucionar los efectos secundarios de los analgésicos actuales y ampliar la eficacia médica en el tratamiento del dolor.
De todas formas, advierten los investigadores, podrían pasar de 15 a 20 años antes de que estos nuevos medicamentos lleguen al mercado, ya que entre otras cosas es necesario saber previamente si el mismo mecanismo de regulación del dolor está presente también en los sistemas nerviosos periféricos de los seres humanos.