Por The New York Times | Dana G Smith
Joseph empezó a tomar microdosis de drogas psicodélicas hace cinco años para tratar de mejorar su salud mental. “Estaba como estancado en un estado de depresión”, relató. “No era feliz y estaba enojado y preocupado todo el tiempo, y eso contradecía la perspectiva que tenía de mí mismo”.
Para Joseph, la depresión y la ansiedad vienen de familia, de niño le recetaron tomar Prozac. Pero cuando los síntomas de depresión regresaron poco después de que cumplió 30 años, no quiso volver a tomar un medicamento recetado.
Joseph, un diseñador que vive en Austin (solicitó que se mantuviera privado su nombre completo por cuestiones de privacidad en torno a problemas de salud mental y el consumo de drogas ilegales), descubrió las investigaciones de la Universidad Johns Hopkins sobre la psilocibina, el ingrediente activo de los hongos alucinógenos o “mágicos”. En un estudio pequeño, las dosis completas de la droga ayudaron a pacientes con cáncer a sobrellevar la depresión y la ansiedad. Luego, Joseph leyó anécdotas de influentes de Silicon Valley que afirmaban tener más energía tras tomar dosis diminutas de psicodélicos. Así que decidió empezar a tomar microdosis unas cuantas veces a la semana, es decir que comía un “pequeño mordisco” —como 1,2 centímetros— de hongos, para ver si mejoraba su estado de ánimo.
Casi de inmediato, empezó a sentir un beneficio. “Mejoró mi ánimo y mi confianza sin más”, comentó. “Estaba de mejor humor, un poco más alegre, me divertía un poco más, me emocionaban un poco más las cosas”.
Los expertos suelen definir la microdosificación como la ingesta del cinco al diez por ciento de una dosis completa de una droga psicodélica, por lo general LSD o psilocibina, como una manera de obtener los supuestos beneficios para la salud mental del compuesto sin la estimulación alucinógena. Por ejemplo, en un entorno clínico, un hombre de 70 kilógramos podría tomar 20 miligramos de psilocibina para acceder a una experiencia psicodélica completa. Como microdosis, solo tomaría de uno a dos miligramos. Hay quienes dicen que, si se toman varias veces a la semana, a ese nivel, las drogas pueden estimular la creatividad y darle al mundo un toque más vivaz y brillante, como si estuviera en alta definición.
“Es parecido a caminar al aire libre y de pronto ver que el sol está brillando”, describió Erin Royal, de 30 años, una cantinera de Seattle que toma microdosis una o dos veces por semana de hongos que ella cosecha de bosques cercanos. “Te recuerda que eres una persona que puede sentir cosas positivas y notar cosas que son hermosas”.
En la práctica, solo una tercera parte de las personas que toman microdosis miden con cuidado la cantidad del psicodélico que ingieren; la mayoría solo toma lo suficiente para empezar a sentir los efectos, que suelen comenzar al cabo de una hora y pueden durar de cuatro a seis horas. Eso requiere algo de ensayo y error, sobre todo cuando se comen hongos, que pueden tener distintas concentraciones de psilocibina. (El efecto secundario negativo más común que se ha reportado sobre las microdosis es ingerir demasiada cantidad por accidente, lo cual no es peligroso, pero puede ser inconveniente si estás en la oficina. Los investigadores también afirman que la ingesta frecuente de dosis repetidas de una droga psicodélica, en teoría, podría producir estrés en el corazón).
Las investigaciones sobre los beneficios para la salud mental de las dosis completas de psicodélicos son prometedoras, y un estudio en fase temprana incluso halló que la psilocibina, en dosis elevadas, podría ser igual de eficaz que un inhibidor selectivo de la recaptación de serotonina para tratar la depresión. Las dosis completas de psicodélicos ayudan al cerebro a desarrollar nuevas conexiones celulares, un proceso llamado neuroplasticidad, y hay evidencia de que las microdosis producen cambios similares.
Por lo tanto, muchos de los primeros científicos en investigar los efectos de las dosis completas de psicodélicos han comenzado a analizar si una microdosis también podría ser beneficiosa. Sin embargo, la evidencia es limitada, y las opiniones de los expertos están divididas sobre cómo es que las microdosis ayudan a las personas, o si acaso lo hacen.
Gran parte de las investigaciones iniciales sobre la microdosificación ha sido anecdótica, basada en respuestas entusiastas de encuestas de parte de usuarios que experimentaron un aumento de atención y cognición, sensaciones de bienestar y alivio de la ansiedad y la depresión. Los estudios de laboratorio de microdosis de psilocibina y LSD suelen respaldar estos relatos, pues muestran mejoras en el estado de ánimo y la atención y la creatividad. No obstante, en general, estos estudios han sido pequeños, y no compararon una microdosis con un placebo.
“A estas alturas, es probable que las personas participen en un ensayo clínico de microdosis solo si están convencidas de que eso podría ayudarles”, dijo David Erritzoe, director clínico del Centro para la Investigación Psicodélica en la Universidad Imperial de Londres. Y cuando la gente espera recibir un beneficio de un medicamento, suele obtenerlo.
Los dos ensayos más grandes de microdosis controlados con placebo se publicaron el año pasado, y ambos sugieren que los beneficios que experimentan las personas provienen del efecto placebo. En los estudios, los voluntarios usaron sus propias drogas para participar, y sin saberlo, recibieron dosis activas o un placebo, presentados en cápsulas idénticas. Al cabo de varias semanas, el estado de ánimo y bienestar de casi todos los participantes había mejorado, sin importar lo que hubieran tomado.
“En un principio, me sorprendió, pero también me decepcionaron un poco los resultados, porque cuando organizamos el estudio éramos muy optimistas de que las microdosis podían tener un efecto” más allá del placebo, indicó Michiel van Elk, profesor adjunto de Psicología cognitiva en la Universidad Leiden en los Países Bajos que dirigió uno de los ensayos.
Erritzoe, que estuvo a cargo del otro estudio, descubrió que la eficacia de la droga estaba vinculada a las expectativas de los usuarios. Si tomaban un placebo, pero creían que era una microdosis, se sentían mejor, y si ingerían una dosis activa, pero adivinaban de manera errónea que era un placebo, no sentían nada.
Un tercer ensayo controlado con placebo, publicado a principios de este mes por la Universidad de Chicago, intentó eludir las expectativas de los usuarios dándoles a los participantes cuatro microdosis de LSD a lo largo de dos semanas, sin decirles el propósito del estudio o siquiera lo que estaban tomando. Una vez más, no se detectó ninguna diferencia entre los grupos que tomaron LSD y los del placebo.
Aun así, algunos científicos señalan la evidencia de que las microdosis tienen un impacto directo en el cerebro para sostener que sus beneficios son reales. Por medio de tecnología de neuroimágenes, los investigadores han mostrado cambios en la actividad y la conectividad del cerebro después de pequeñas dosis individuales de LSD, similares a los observados en cantidades más grandes de la droga. Y un estudio en Dinamarca halló que una microdosis de psilocibina activaba casi la mitad del tipo específico de receptores de serotonina sobre los que actuaban los psicodélicos para producir efectos alucinógenos.
“Yo no diría que todo se debe al efecto placebo. Es evidente que es una droga activa”, afirmó Harriet de Wit, profesora de Psiquiatría y Psicobiología en la Universidad de Chicago, quien lideró varios de los estudios. “Vemos cambios en el cerebro que son un tanto parecidos al efecto de una dosis alta”, lo cual sugiere que las dosis más pequeñas actúan sobre los mismos sistemas.
Algunos investigadores de la microdosificación, como De Wit y Van Elk, se mantienen optimistas acerca de que las cantidades diminutas de alucinógenos al final demostrarán ser beneficiosas para la salud mental y las facultades cognitivas. Afirman que el diseño de los ensayos controlados con placebo quizá sea el culpable de que no se tengan hallazgos significativos. Es posible que los estudios no hayan durado lo suficiente, o que las pruebas y los cuestionarios utilizados durante los estudios no hayan reflejado la totalidad de los beneficios que algunas personas perciben de las microdosis.
Por otro lado, Erritzoe declaró que el mero hecho de que una droga tenga un impacto en el cerebro no significa que tenga un valor terapéutico. “Si no se puede ver en un ensayo adecuado que alivia los síntomas, en aspectos que la gente de verdad pueda detectar, sentir y experimentar en su vida, entonces no es tan interesante”, opinó.
“No pretendo menospreciar la microdosificación”, añadió. “Solo estoy siendo prudente, y creo que, por ahora, el panorama no se ve muy alentador”.
Uno de los mayores problemas de las investigaciones sobre la microdosificación es que es difícil bloquear el efecto placebo en los estudios de una sustancia psicoactiva. En el ensayo de Erritzoe, el 72 por ciento de las personas adivinaron correctamente lo que habían tomado, lo que significa que el proceso ya no es ciego. Para los estudios que mostraron los efectos en el cerebro, los mayores cambios se notaban en el espectro más elevado de las microdosis —de 20 a 26 microgramos de LSD y 3 miligramos de psilocibina— cantidad con la que la gente suele empezar a percibir los efectos de la droga.
Fuera del laboratorio, la mayoría de los usuarios toman dosis para llegar a una sensación similar y sutil de que tomaron algo. A ese nivel, la microdosis tal vez es de casi media dosis, o quizá sus expectativas intensifican los beneficios de la droga porque pueden sentir cierto efecto.
Como resultado de estas dificultades y la falta de hallazgos concluyentes, Van Elk ha abandonado la investigación de microdosificación para retomar su estudio de dosis más elevadas de estas drogas. Erritzoe comentó que, una vez que termine su estudio, quizá haga lo mismo.
Tanto Joseph como Royal están conscientes de que los beneficios de las microdosis podrían ser un efecto placebo. Pero, en su opinión, cómo funciona es menos importante que la ayuda que les ha brindado. En la actualidad, Joseph afirmó que su depresión ha mejorado gracias a una práctica regular de meditación, aunque sigue tomando microdosis de vez en cuando, si empieza a sentirse desanimado.
Tras varios años de tomar microdosis, dijo que el mayor cambio que ha experimentado es un cambio general de actitud, algo que es más difícil de medir para los científicos. “Empecé a tomarlas porque leí que eran útiles para la depresión”, comentó. “Pero con el paso del tiempo, en realidad me han ayudado mucho más con cuestiones mentales y de crecimiento personal, cambiaron mi perspectiva de la vida, sobre cómo quiero vivir y mi existencia en el mundo”. Las opiniones de los científicos siguen divididas sobre si la experiencia de algunas personas con las microdosis es un efecto placebo o algo más. (River Cousin/The New York Times).