Por The New York Times | John Wiegand

Cuando Erik Milosevich asistió a su primera clase de jiu-jitsu brasileño, esperaba que despertara un interés que pudiera compartir con su hija adolescente. En lugar de eso, salió del gimnasio cojeando, después de lesionarse la rodilla izquierda mientras practicaba en combate con un instructor, y sintiendo aversión por una de las artes marciales de defensa personal y competencia de más rápido crecimiento.

El jiu-jitsu brasileño hace una propuesta tentadora: que una persona más pequeña y débil puede derrotar a un oponente más grande y fuerte en un combate. Al jiu-jitsu se le conoce como el “arte gentil”, a partir de una traducción libre de la frase japonesa, y cambia los puñetazos y las patadas de los deportes de ataque por técnicas de agarre, como estrangulamientos y manipulación de las articulaciones, para ayudar a los luchadores a someter a sus oponentes.

La popularidad de este deporte ha aumentado en los últimos años, impulsada por su eficacia en las artes marciales mixtas profesionales y la frecuente promoción de Joe Rogan, anfitrión de pódcast y analista de la empresa que promociona a algunos de los peleadores más importantes del mundo, la Ultimate Fighting Championship (UFC, por su sigla en inglés). Mark Zuckerberg, director ejecutivo de Meta, empezó a practicar jiu-jitsu brasileño como pasatiempo durante la pandemia de coronavirus y hace poco compitió en su primer torneo (también ha hablado con Elon Musk sobre un “combate en jaula” que parece ser más una fanfarronada que una realidad).

Quienes practican el jiu-jitsu brasileño suelen decir que es accesible, eficaz para la defensa personal y desafiante desde el punto de vista técnico, gratificante desde el punto de vista físico y más o menos seguro en comparación con otros deportes de combate. Algunos dicen que se parece más al ajedrez que a la lucha.

Pero esa publicidad muchas veces no concuerda con la realidad que se vive en el tatami. En el jiu-jitsu brasileño, la confianza lo es todo, ya que un gramo adicional de presión aplicada durante un movimiento de sometimiento puede ocasionar la rotura de un tendón o de un hueso. A pesar de ello, la seguridad del estudiante se deja a juicio de los instructores y compañeros de entrenamiento. Esto ha motivado un debate en todo el deporte sobre la supervisión y sobre si algunos dojos y gimnasios están dañando la reputación del arte marcial.

Milosevich, un policía jubilado que alguna vez entrenó a sus colegas en tácticas de defensa personal, comentó que cuando hacía “sparring” (o práctica de combate) en su clase, el instructor le aplicó un gancho de talón, una técnica en la que se inmoviliza el pie y se tuerce la rodilla. Muchas escuelas enseñan este movimiento solo a alumnos avanzados y está prohibido en muchos niveles de competencia por el riesgo de lesión. Si se aplican a fondo, los ganchos de talón pueden desgarrar la mayoría de los ligamentos principales de la rodilla.

Milosevich relató que oyó un chasquido en su rodilla cuando el instructor le aplicó el gancho de talón y de inmediato sintió un “dolor punzante”. Pasó los tres meses siguientes cojeando y sin poder correr mientras trabajaba como agente de relaciones comunitarias en el departamento de policía de Santa Mónica, California, aunque no acudió a un médico para que lo revisara. Pasaron otros tres meses antes de que su rodilla sanara por completo, narró.

“En definitiva, obstaculizó mi movilidad”, afirmó sobre la lesión.

Milosevich cree que el peligro proviene de algunos gimnasios que fomentan una cultura en la que los nuevos alumnos son vistos como “carne de cañón” durante las intensas sesiones de entrenamiento. “Entras ahí y te ponen a prueba, te lastiman”, sostuvo.

Sus reclamos coinciden con los de otras personas que han practicado este deporte, tanto estudiantes como propietarios de gimnasios. Parte del debate se ha desarrollado en conocidos foros de jiu-jitsu brasileño en internet. Y algunas lesiones han dado lugar a demandas en los tribunales.

En mayo de 2023, un jurado de San Diego le concedió a Jack Greener casi 46,5 millones de dólares como reparación de daños por una lesión catastrófica en el cuello que sufrió en un gimnasio de jiu-jitsu brasileño en 2018, un caso que se convirtió en un punto de tensión para los seguidores del arte marcial.

Según los documentos judiciales, Greener quedó cuadripléjico cuando se fracturó el cuello durante una sesión de “sparring” con su instructor, Francisco Iturralde, en el Del Mar Jiu-Jitsu Club. Un video del incidente publicado en redes sociales muestra a Iturralde intentando una versión modificada de una técnica avanzada conocida como la toma por la espalda de Leo Vieira, en la que un luchador hace rodar al oponente hacia delante y acaba en posición para una estrangulación hacia atrás. El jurado declaró que Iturralde había aumentado “de manera injustificada” los riesgos inherentes a la práctica del jiu-jitsu brasileño. La defensa apeló la sentencia.

Los abogados defensores del dojo y su propietario, Michael Phelps (homónimo del gran medallista olímpico), se negaron a hacer comentarios. Iturralde tampoco quiso hacer comentarios, debido a que el litigio estaba en curso. Los abogados de Greener no respondieron a las peticiones de comentarios. El caso de Greener ha llevado a algunos miembros del deporte a preguntarse cómo aplicar normas de atención más estrictas a medida que aumenta la popularidad del jiu-jitsu brasileño.

“Nunca, en la historia de Estados Unidos, hemos visto un número tan elevado de participantes en un arte marcial como el que estamos viendo ahora con el jiu-jitsu brasileño”, afirmó Rener Gracie, miembro de la familia Gracie de artistas marciales, a la que se atribuye en gran medida el desarrollo y la popularización del jiu-jitsu brasileño en Estados Unidos. Su tío Royce Gracie fue la estrella sorpresa del primer evento de la UFC en 1993, cuando ganó en poco tiempo tres combates en la misma noche utilizando técnicas de jiu-jitsu brasileño.

Rener Gracie es propietario de Gracie University, un gimnasio con 2000 estudiantes ubicado en Torrance, California, y testificó como perito experto en representación de Greener en el caso de Greener. A Gracie se le pagaron más de 100.000 dólares por su testimonio, según comentó en una publicación de redes sociales, una suma que provocó reacciones negativas dentro del deporte, lo que lo llevó a comprometerse a hacer una donación de 100.000 dólares a una organización sin fines de lucro que apoya a personas con lesiones de la médula espinal.

Gracie comentó en una entrevista que la proliferación de las escuelas de jiu-jitsu brasileño en años recientes ha ocasionado una variación importante en la manera en que se enseña este arte marcial y cómo se practica la seguridad. Muchos recién llegados, que tal vez hayan oído hablar de los beneficios del arte marcial en un pódcast o al ver combates de la UFC, no entienden que algunos gimnasios operan en condiciones de entrenamiento mucho más duras que otros, señaló. El judo es un arte marcial con una gobernanza bastante sólida en comparación, que se centra más en lanzar y derribar, pero que, al igual que el jiu-jitsu brasileño, se remonta a las formas japonesas del jiu-jitsu. El judo es un deporte olímpico y, por ende, cuenta con normas nacionales e internacionales, incluidos los protocolos de seguridad publicados en Estados Unidos por USA Judo, la federación olímpica del deporte en el país. Sin embargo, este deporte tiene sus propios problemas de seguridad: un estudio de 2009 documentó 118 muertes de niños que participaban en clubes de judo afiliados a escuelas en Japón desde 1983. El estudio y las investigaciones del Comité Olímpico Japonés y del Ministerio de Educación condujeron a algunas reformas del judo en el país.

Dentro de la comunidad del jiu-jitsu brasileño, muchos han rechazado las sugerencias de que este arte marcial se convierta en un deporte olímpico, precisamente porque se resisten a una mayor regulación. Y algunos sectores de este deporte preferirían centrarse en difundirlo del mismo modo que lo han hecho empresas de promoción como la UFC para las artes marciales mixtas profesionales.

La Federación Internacional de Jiu-Jitsu Brasileño, uno de los principales organismos de competición de este deporte, establece normas para las competencias, pero no establece procedimientos ni normas de entrenamiento para los gimnasios. Algunos miembros de este deporte afirman que las normas de la federación, que permiten el uso de algunas maniobras de riesgo en los combates de alto nivel, influyen en el modo en que se enseña a los alumnos de niveles inferiores. Por su parte, Milosevich reconoce los peligros inherentes de la práctica del jiu-jitsu brasileño y otras artes marciales. No obstante, ve los riesgos y la prevalencia de lesiones como prueba de que el deporte necesita tomarse más en serio las normas de seguridad.

“En definitiva, hay una manera de limitar las posibilidades y el alto riesgo de que te lesiones cuando eres nuevo y, literalmente, los otros intentan destrozarte y utilizarte para practicar”, afirma Milosevich. “Sin duda, podría haber una norma más estricta”. Una fotografía sin fecha cortesía de Racquel Kussman (Gracie University) muestra a Ryron Gracie y Rener Gracie, los copropietarios de Gracie University. (Cortesía de Racquel Kussman [Gracie University] vía The New York Times). Erik Milosevich en el Centennial Park de Nashville, Tennessee, el 15 de septiembre de 2023. (Laura Thompson/The New York Times).