Por The New York Times | Melonyce McAfee
ATLANTA — Tricia Hersey estaba agotada.
Entre sus estudios de teología en un seminario competitivo en la Universidad de Emory, su trabajo en el campus, sus prácticas y la crianza de su hijo pequeño, no podía descansar ni un momento.
Después de vender su auto para poder pagar sus estudios de posgrado, desplazarse en tres autobuses y un tren se convirtió en otra pérdida de tiempo. Los minutos que tenía libres los dedicaba a estudiar, pero al estar agotada, con frecuencia tenía que releer los pasajes para asimilar por completo su significado.
Sus notas bajaron y su salud mermó. Tenía que hacer algo.
Cuando leía en el sofá de su casa, a menudo dejaba el libro sobre su pecho mientras se permitía unos minutos de descanso.
Hersey despertaba sintiéndose renovada.
Así que empezó a incluir momentos de descanso en sus días, por muy ajetreados que estuvieran, y dormía una siesta donde y cuando podía: en la cama, en el sofá o en las bancas entre una clase y otra.
Ya estaba harta de la rutina, así que dormía o despejaba su mente con algo que se pareciera al descanso: un baño prolongado, meditar en el tren, soñar despierta de manera consciente.
Esto resultó ser fundamental: se sintió mejor, su mente se despejó y sus notas subieron. Aunque el descanso se produjera a expensas del tiempo que por lo general le dedicaba al estudio o al trabajo, Hersey estaba decidida a comprometerse con él y, de paso, a luchar contra lo que ella, una mujer negra, consideraba un legado del trabajo forzado y agotamiento que habían sufrido sus antepasados.
“Estaba agotada a nivel físico, mental y espiritual, y no veía otro camino que el de dar un salto radical y decir: ‘No me importa, que pase lo que tenga que pasar’”, dijo durante una entrevista. “Si fracaso en la escuela, no pasa nada si no termino ese curso, porque me voy a la cama”.
La epifanía se produjo hace casi una década y en los años transcurridos ha convertido su transformación personal en un movimiento.
Hersey, que ahora tiene 48 años, empezó a invitar a la gente a dormir la siesta colectivamente mientras ofrecía sermones tranquilizadores sobre el poder del sueño y la ensoñación. Compartió la idea de que “el descanso es resistencia” con un grupo creciente y entusiasta de seguidores, que también estaban cansados del trajín, y lo hizo tanto de manera presencial como en línea.
Así surgió el Ministerio de la Siesta y Hersey se autoproclamó obispa de la siesta. Allí insta a sus seguidores a utilizar el tiempo para dormir en lugar de dedicárselo al trabajo adicional, y dejar de pasar el rato mirando una pantalla para contemplar a la nada. Los momentos de tensión dedicados a preocuparse por decepcionar a los demás estarían mejor empleados en reflexionar sobre nuestras propias necesidades y comodidades, señaló Hersey. Se trata de negarse colectivamente a exigirse demasiado.
Hersey comentó que las personas que aceptaron sus consejos decidieron renunciar a su empleo, tomarse un año sabático o ralentizar el crecimiento de una nueva empresa para cuidar de su salud mental y su bienestar físico. Hersey asegura que el tono que usa como obispa de la siesta es de “enojo con ternura” y dice que lo hace a propósito: busca sacudir a la gente lo suficiente para que abra los ojos... y duerma
Despertar en un llanto
Hersey y su cruzada popular están recibiendo oleadas de simpatizantes. Su primer libro, “Rest Is Resistance: A Manifesto” se presenta este mes. El nuevo espacio del Ministerio de la Siesta, bautizado como Templo del Descanso y ubicado en una iglesia presbiteriana poco utilizada del vecindario de Grant Park de Atlanta, acogerá sesiones colectivas de siesta, ensoñación y asesoría espiritual.
“La cultura del trajín diario ha normalizado el hecho de presionar a nuestro cuerpo hasta el borde de la destrucción”, escribió en el libro “Proclamamos con orgullo que nos presentamos al trabajo o a un evento a pesar de una lesión, una enfermedad o un descanso mental. Se nos elogia y recompensa por ignorar la necesidad de nuestro cuerpo de descansar, cuidarse y repararse”.
El Ministerio de la Siesta no es un movimiento religioso, dijo, sino un antídoto espiritual para los problemas terrenales que asolan a las comunidades: el agotamiento, las enfermedades crónicas y las crisis de salud mental, cuestiones que, según ella, surgen de los sistemas del capitalismo y el supremacismo blanco. Aunque Hersey es licenciada en salud pública y divinidad, es una artista de corazón. Su pasión por la escritura y la actuación floreció mientras crecía en la zona de South Side de Chicago, y llegó a estudiar teatro, escritura y guiñol, y a dar clases de poesía en el sistema escolar público de la ciudad. Además, aborda la noción de descanso colectivo como una forma de arte escénica que incorpora en sus mensajes elementos de la teología de la liberación negra, el afrofuturismo y la poesía.
“Sí, se trata de siestas en el sentido literal, pero también de trabajo imaginativo y de justicia”, aseveró. “Se trata de la educación: tenemos que entender lo que nos hacen los sistemas, para poder resistir de una manera que nos resulte fructífera”.
Con la organización de eventos colectivos de siesta y ensoñación por todo el país, Hersey ha invitado a desconocidos a tumbarse unos junto a otros sobre almohadas y tapetes de yoga y dejar que sus tensiones se disipen en lo que puede parecer una savasana prolongada, mientras los guía con cálidas exhortaciones sobre su derecho divino al descanso. Los actos pueden ir acompañados de un baño de sonido, una lista de reproducción seleccionada o el suave rasgueo de un arpista en vivo.
Es inevitable que alguien se despierte llorando y explique cuán intenso se siente darse permiso para descansar, dijo. No obstante, darle prioridad al descanso no siempre es sencillo o natural. “Hay un tipo de retraimiento muy real de nuestra adicción cultural a la productividad que empieza a producirse a un nivel que ya no resulta gracioso cuando empiezas a emplear estas estrategias alternativas”, escribió en un correo electrónico Helen Hale, de 37 años, amiga de Hersey desde hace mucho tiempo y directora creativa del Ministerio de la Siesta. “Yo pasé bastante tiempo dándoles vueltas a las capas de condicionamiento que hacen que sea tan difícil desprenderse de nuestros sistemas capitalistas supremacistas”.
El descanso también puede sentirse como un privilegio y muchas personas le dicen a Hersey que no pueden darse el lujo de irse a acostar cuando hay facturas que pagar. Reconoce que muchos consideran que alejarse de las obligaciones es poco realista, pero replica que vale la pena dedicarle al descanso aunque sea un momento que nos sobre, y es una práctica que puede desarrollarse con el tiempo.
Una herencia de agotamiento
El punto de vista de Hersey se inspiró en parte al estudiar “Slave Testimony: Two Centuries of Letters, Speeches, Interviews, and Autobiographies” mientras trabajaba en un archivo de la biblioteca de Emory. Al leer estos relatos sobre los brutales orígenes del capitalismo estadounidense, se dio cuenta de que trabajar hasta la extenuación formaba parte de su herencia, transmitida por antepasados lejanos y recientes. Su padre, Willie, quien trabajaba para el ferrocarril Union Pacific mientras ayudaba a dirigir una iglesia y le dedicaba tiempo al activismo comunitario, rara vez se tomaba un momento para sí mismo. Ella está segura de que, más allá de la enfermedad cardiaca y la diabetes que provocaron su muerte prematura, fue el exceso de trabajo lo que lo mató a los 55 años.
Hersey se inspiró de otra manera en su abuela materna, Ora. A pesar de lo ocupada que estaba con el trabajo y la crianza de los hijos, Ora se tomaba media hora todos los días para cerrar los ojos y meditar en el sofá; cuando Hersey era joven, se paseaba de puntitas por la casa para no molestarla. Fue una lección temprana sobre el poder de resistirse a las exigencias externas al servicio de uno mismo. Incluso en medio del rápido crecimiento en todos los frentes, Hersey no duda en tomarse “sabáticos digitales” de un mes de duración (descansos de las redes sociales y de las muchas solicitudes que le llegan) y anima a sus seguidores a hacer lo mismo.
Cuida su tiempo con esmero, reservando tiempo para siestas, meditación y rejuvenecimiento mediante paseos o rituales de apapachos.
“Juzgo el éxito en función de cuántas siestas he tomado a la semana y cuántas veces le he dicho a alguien que no; cuántos límites he respetado”, concluyó Hersey. “Para mí, eso es justicia, es liberación, eso es libertad”. Tricia Hersey en la iglesia de Georgia Avenue, futura sede del Ministerio de la siesta, en Atlanta, el 18 de agosto de 2022. (Johnathon Kelso/The New York Times) Tricia Hersey con un arreglo floral en la Iglesia de la avenida Georgia, la futura sede del Ministerio de la siesta, en Atlanta, el 18 de agosto de 2022. (Johnathon Kelso/The New York Times)