Largas colas en los hospitales o interminables horas de trabajo son algunas de las consecuencias de la escasez en África de trabajadores de la salud, que buscan cada vez más nuevas oportunidades en el norte global en una tendencia agravada por la covid-19.
Los trabajadores “son la columna vertebral de todo sistema de salud y, sin embargo, 55 países con algunos de los sistemas (...) más frágiles del mundo no tienen suficientes” y muchos los están perdiendo “por la migración internacional”, alertó el pasado marzo el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) Tedros Adhanom Ghebreyesus.
De esos 55 países señalados por la OMS porque cuentan con una densidad de doctores, enfermeros y comadrones menor de la media global, que se sitúa en 49 por cada 10.000 habitantes, 37 se encuentran en África.
De hecho, según la Unión Africana (UA), pese a sufrir el 25% de la carga global de enfermedades, el continente cuenta sólo con un 3% de los trabajadores sanitarios.
Una paradoja
Hay muchos motivos detrás de esta escasez histórica, desde la falta de infraestructura hasta el rápido crecimiento demográfico, todo enmarcado en un gasto sanitario per cápita en los países subsaharianos aún muy bajo, de una media de 128 dólares frente a los más de 4.000 dólares en los miembros de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), en 2019.
El problema, además, no es sólo educar a profesionales de la salud, sino ser capaz de contratarlos.
“Vemos una paradoja en la que, por un lado, tenemos escasez de trabajadores sanitarios, pero por otro, tenemos trabajadores capacitados que no encuentran empleos adecuados porque no hay espacio presupuestario para contratarlos”, alerta James Avoka Asamani, economista al frente del equipo sobre fuerza de trabajo sanitaria en África de la OMS.
Según Asamani, uno de cada tres profesionales sanitarios educados en África no encuentra trabajo durante el primer año tras su graduación.
Y, los que lo hacen, se enfrentan a malas condiciones, con salarios bajos y falta de herramientas, algo que contrasta con las oportunidades e infraestructura en países como Estados Unidos, Reino Unido, Canadá o Australia.
El impacto se deja ver en los datos: entre 2005 y 2015, por ejemplo, el número de graduados médicos internacionales en EE.UU. formados en África aumentó un 27%, como si un estudiante africano migrara cada día durante una década a ese país.
La tormenta perfecta
Por si esto fuera poco, en los últimos años surgió un factor tan inesperado como determinante: la pandemia de la covid-19, que dejó a los países ricos con una brecha creciente entre la oferta y la demanda de personal sanitario, la tormenta perfecta.
“La contratación internacional ofrece dos beneficios a los empleadores: es más rápida, en vez de formar entre tres o diez años a un enfermero o a un médico, contratas a uno ya calificado, y también es más barata, porque no pagas su formación”, explica a EFE James Buchan, analista de la Health Foundation, organización británica que investiga y asesora a instituciones.
Así, África no sólo pierde el talento de sus trabajadores, sino también el dinero que invirtió en su formación. Según un estudio de 2011, Etiopía, Kenia, Malaui, Nigeria, Sudáfrica, Tanzania, Uganda, Zambia y Zimbabue perdían unos 2.000 millones de dólares al año por este fenómeno.
Para mitigar esta fuga constante, la OMS publicó en 2010 un código de conducta voluntario que desaconseja la contratación “activa” en los países vulnerables. Pero, aunque fue adoptado por sus 193 Estados miembros, que han tomado algunas medidas en esa dirección, los números siguen creciendo.
Según Buchan, los países ricos “argumentan que no se trata de contratación activa”, un concepto “pantanoso”, sino de “enfermeros y médicos individuales que presentan la solicitud o, en algunos casos, se realiza mediante acuerdos bilaterales”.
Lo cierto es que, desde el inicio de la pandemia, esos gobiernos han puesto en marcha una larga lista de mecanismos como acelerar el reconocimiento de las titulaciones o simplificar la burocracia para migrar.
¿Prohibir o regular?
Frente a esta encrucijada, los países africanos optan por diferentes soluciones: desde una polémica propuesta de ley en Nigeria para prohibir a los médicos abandonar el país durante los primeros cinco años tras graduarse, hasta un acuerdo bilateral entre Kenia y Reino Unido para la contratación de enfermeras.
Aunque no hay una solución que valga para todos, los expertos abogan por respetar el libre movimiento de los trabajadores, pero impulsar una migración ordenada, que permita incrementar los ingresos del continente a través de las remesas o de acuerdos entre gobiernos.
“Queremos que África produzca para el mundo, así que hay que mejorar con inversiones la capacidad de formación”, señala a EFE George Kimathi, especialista de la ONG Amref, aunque admite que eso no resuelve los problemas de fondo de los sistemas de salud africanos, asfixiados por prespuestos insuficientes.
“Tenemos que hacer mucho más para retener a nuestros trabajadores y que sirvan a nuestras poblaciones”, concluye.
Lucía Blanco Gracia / EFE
Acerca de los comentarios
Hemos reformulado nuestra manera de mostrar comentarios, agregando tecnología de forma de que cada lector pueda decidir qué comentarios se le mostrarán en base a la valoración que tengan estos por parte de la comunidad. AMPLIAREsto es para poder mejorar el intercambio entre los usuarios y que sea un lugar que respete las normas de convivencia.
A su vez, habilitamos la casilla [email protected], para que los lectores puedan reportar comentarios que consideren fuera de lugar y que rompan las normas de convivencia.
Si querés leerlo hacé clic aquí[+]