Por The New York Times | Knvul Sheikh
Este año, la Organización Mundial de la Salud subrayó que, solo durante el primer año de la pandemia del COVID-19, tanto la ansiedad como la depresión aumentaron un 25 por ciento en todo el mundo. Y los investigadores han seguido encontrando más pruebas de que el coronavirus causó estragos en nuestra salud mental. En un estudio de 2021, más de la mitad de los adultos estadounidenses reportaron síntomas de depresión grave después de una infección por coronavirus. El riesgo de desarrollar estos síntomas — así como otros síntomas de trastornos mentales— sigue siendo elevado hasta después de un año de haberse recuperado.
No es de extrañar que la pandemia haya tenido un impacto tan grande. “Es un acontecimiento de enorme trascendencia”, señaló Ziyad Al-Aly, epidemiólogo clínico de la Universidad de Washington en San Luis y jefe de investigación y desarrollo en el Sistema de Salud de Asuntos para los Veteranos de San Luis.
Los problemas de salud, el dolor de perder a seres queridos, el aislamiento social y la interrupción de las actividades cotidianas fueron la combinación perfecta que contribuyó al desasosiego, sobre todo al inicio de la pandemia. Pero en comparación con quienes no se contagiaron (pero que también enfrentaron las dificultades de pasar por una pandemia), parece que las personas que se enfermaron de COVID-19 son mucho más propensas a sufrir una gama de problemas de salud mental.
“El coronavirus tiene algo que sí afecta el cerebro”, comentó Al-Aly. “Algunas personas se deprimen, mientras que otras pueden sufrir accidentes cerebrovasculares, ansiedad, problemas de memoria y trastornos en su capacidad sensorial”. Sin embargo, otras no presentan ningún padecimiento neurológico ni psiquiátrico, aseveró.
¿Por qué algunas personas se deprimen cuando les da COVID?
Los científicos siguen estudiando el modo preciso en que el coronavirus altera el cerebro, pero las investigaciones están comenzando a ofrecer algunas explicaciones posibles. Por ejemplo, unos cuantos estudios han revelado que el sistema inmunitario de algunas personas se satura cuando se enferman. Es posible que terminen con inflamación en todo el cuerpo e incluso en el cerebro. También existen pruebas de que las células del endotelio que recubren los vasos sanguíneos del cerebro se ven afectadas durante un ataque de COVID-19, lo cual puede dejar que, de manera inadvertida, penetren algunas sustancias nocivas que afectan el buen funcionamiento mental. Además, según Al-Aly, en algunos pacientes, las células llamadas microglía, que por lo general trabajan en las labores de limpieza del cerebro, pueden descontrolarse, atacar a las neuronas y perjudicar las sinapsis.
Es posible que el COVID-19 afecte, incluso, la diversidad de las bacterias y microbios del intestino. Puesto que se ha demostrado que estos microbios producen neurotransmisores como la serotonina y la dopamina, los cuales ayudan a regular el estado de ánimo, este cambio podría ser el origen de algunos problemas neuropsiquiátricos.
¿Quiénes están en mayor riesgo?
Uno de los factores de riesgo más importantes para la depresión después de una infección por COVID-19 —o tras una enfermedad grave— es haber sido diagnosticado con algún trastorno mental antes de enfermar. Megan Hosey, una psicóloga de rehabilitación que trabaja con pacientes de la unidad de terapia intensiva en el Hospital Johns Hopkins, mencionó que las personas que tuvieron síntomas graves de COVID-19 y debieron permanecer en el hospital durante su enfermedad también tienen más probabilidades de sufrir de depresión.
Según algunas estimaciones de la OMS, las personas jóvenes tienen un riesgo mucho mayor de presentar conductas suicidas y autodestructivas después de enfermar de COVID. Es probable que haya más mujeres que hombres que reporten repercusiones en su salud mental después del COVID. También es más probable que las personas con enfermedades físicas preexistentes, como asma, cáncer y cardiopatías desarrollen trastornos mentales después del COVID.
Asimismo, es más probable que las personas que sufren alteraciones importantes del sueño, aislamiento social o algún otro cambio conductual significativo, como la cantidad de alcohol que consumen o el tipo de medicamentos controlados que toman, desarrollen depresión después de que desaparecen los síntomas físicos del COVID. “Sabemos que la existencia de otros factores estresantes puede augurar síntomas de depresión en el futuro”, señaló Hosey. Algunos estudios revelan que, en general, las personas que viven con esos factores estresantes pueden ser más vulnerables a desarrollar COVID largo.
¿Cuándo se convierte la melancolía causada por el en depresión clínica? ¿Cuáles son algunos síntomas iniciales?
Es normal que mientras estamos en la parte más difícil y combatiendo la infección viral nos sintamos cansados y nos duela cabeza. “Cuando nos sentimos muy mal a nivel fisiológico, esto puede afectar nuestro estado de ánimo”, señaló Hosey. “Yo jamás diagnosticaría a alguien con depresión cuando se encuentra en la fase aguda de una infección por COVID”.
Pero, según Hosey, si el cansancio y la sensación de agobio persisten de dos a seis semanas después de la infección por COVID y comienzan a entorpecer nuestras actividades cotidianas o a afectar de manera negativa nuestras relaciones interpersonales, esto podría ser un signo de depresión.
Es posible que algunos pacientes con depresión también experimenten de manera persistente tristeza, llanto, irritabilidad, cambios de apetito o peso, problemas para pensar o concentrarse, sentimientos de una tremenda culpa, inferioridad o desesperanza. Es posible que las personas que sufren de depresión profunda a menudo piensen en la muerte y tengan ideas suicidas, aseveró Hosey.
¿Qué podemos hacer para tratar la depresión posterior al COVID?
Si te preocupa que tú o algún ser querido estén teniendo síntomas de depresión después de una infección por COVID, es importante que conversen con algún médico o profesional de la salud mental. “No todos tienen que consultar con un psiquiatra para que evalúe si sufren de depresión”, comentó Al-Aly. Los pacientes también pueden obtener ayuda diciéndole a su médico de cabecera por lo que están pasando, añadió. “Lo más importante es buscar ayuda lo más pronto posible”.
La depresión no es algo de lo que normalmente podamos deshacernos solos, afirmó Hosey. Puede ser tentador usar las herramientas para autodiagnosticarse y los recursos que hay en internet, así como comprar suplementos que prometen combatir la inflamación provocada por el COVID o reparar la salud del intestino, pero muchas de estas tácticas no son confiables ni cuentan con el respaldo de ninguna evidencia.
Es buena idea hacer balance de la dieta, el sueño y el consumo de alcohol y drogas. Por ejemplo, es posible que la ingesta de alimentos más nutritivos y una buena rutina de sueño tengan un impacto positivo en nuestra salud mental. Las investigaciones revelan que en algunos casos es posible que el ejercicio y la meditación también ayuden a sanar la mente. Pero si los cambios conductuales no funcionan, un profesional de la salud puede recomendar terapia o fármacos, dependiendo de las necesidades de cada quién. Este año, la Organización Mundial de la Salud subrayó que, solo durante el primer año de la pandemia del COVID-19, la ansiedad y la depresión aumentaron en un 25 por ciento en todo el mundo. (Jon Han/The New York Times)