Nils, de 97 años, lee un folleto sobre la sexualidad de los ancianos en una sala de la residencia de jubilados del pueblo de Broby, en el sur de Suecia. “¡Qué bueno es este libro!”, comenta.

La institución acoge a 56 personas de entre 65 y más de 100 años, y desde hace casi un año desarrolla un programa para que sus pensionarios lleven una vida plena… en todos los sentidos.

En este lugar pulcro, a cada residente se le proponen discusiones abiertas sobre la intimidad y el deseo desde su llegada a la institución.

“Al ingresar, la persona referente tiene una conversación con el cliente y le hace algunas preguntas sobre salud sexual”, explica a AFP la directora de Lindgården, Liselott Klang, de 54 años.

La responsable, que lanzó esta iniciativa hace un año, quería que sus colaboradores pudieran abordar el tema sin molestia ni tabúes.

“Antes, algunos empleados no se sentían cómodos cuando veían masturbarse en público a un residente o cuando una pareja pedía ayuda para reservar una habitación de hotel”, dice.

Emilie Nilsson, enfermera de 39 años, temía abordar el asunto.

“Al principio era un poco difícil, pero a medida que más se trabaja en eso, se comprende que no se trata únicamente de sexo. Es un asunto de cercanía”, dice.

“Todo el mundo necesita una caricia. Así que ahora se vive de la manera más natural”, añade.

La salud sexual de las personas ancianas o discapacitadas es una cuestión que aflora lentamente en varios países occidentales.

Intimidad

“La salud sexual no es solo sexo, es la intimidad”, subraya Klang.

El objetivo es “permitir al individuo seguir siendo el mismo pese a su llegada a la residencia de ancianos”, agrega.

Para los residentes, el asunto es más fácil de abordar directamente con el personal sanitario, que está atento a sus necesidades básicas.

“Como personal sanitario, somos muy cercanos. Se les ayuda con su limpieza”, señala Louise Karlsson, una de las responsables de Lindgården.

Todos los empleados han sido formados respecto a la problemática por la sexóloga Suzann Larsdotter.

“Invisible durante años, el tema gana progresivamente terreno” en el país, considerado como progresista, se congratula.

“Es un nuevo fenómeno, sobre todo en una sociedad como Suecia, donde los séniors son dejados de lado, pero hay cada vez más conocimientos en torno a que la salud sexual es un derecho, y eso durante toda la vida”, asegura la terapeuta.

En la sala común, Nils y sus amigos quieren bromear alrededor del tema, pero, como adolescentes, se intimidan cuando deben abordarlo con desconocidos.

“Canasta de placer”

Klang destaca las “reacciones positivas, mucho humor, curiosidad, pero también cierta timidez”.

“Pueden pasar semanas entre la primera conversación y el momento en que se deciden a hablar más del tema”, señala.

“Pero, con frecuencia, son discusiones profundas donde se menciona el dolor, la carencia y la nostalgia de la pareja desparecida”, agrega.

Lo que cuenta, asegura, es que estas personas ancianas se sientan escuchadas.

Los fantasmas, cuando existen, están ahí para ser realizados, en la medida de lo posible.

“Debemos estar en condiciones de explicar y mostrar cómo mantener fijos los catéteres para estar en condiciones de tener una relación sexual”, insiste la directora.

“Cada generación piensa que su generación es la más activa sexualmente y la que tiene más deseo”, dice con cierta sonrisa.

Y para acabar con los complejos de los mayores, el establecimiento ha creado una “canasta de placer” que ofrece cremas y juguetes sexuales adaptados que los residentes pueden obtener.

En la canasta “se encuentra el aviso ‘Gracias por no molestar’, diferentes cremas y lubricantes, consoladores, bombas de pene, anillos para pene y otras cosas de este tipo”, enumera Karlsson.

Camille Bas-Wohlert - AFP