Contenido creado por Gerardo Carrasco
Salud

En las entrañas

Hallan coronavirus en excremento humano hasta 7 meses después del contagio

Esto podría explicar por qué algunos pacientes con COVID desarrollan síntomas gastrointestinales.

20.04.2022 15:22

Lectura: 5'

2022-04-20T15:22:00-03:00
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La COVID-19 se conoce sobre todo como una enfermedad respiratoria, pero un nuevo estudio sugiere que el coronavirus puede infectar al tracto intestinal durante semanas y meses después de que el virus se haya eliminado de los pulmones.

En el estudio, alrededor de 1 de cada 7 pacientes con COVID seguía excretando los restos genéticos del virus en las heces durante al menos cuatro meses tras su diagnóstico inicial, mucho después de que habían dejado de excretar el virus del tracto respiratorio, encontraron los investigadores.

Esto podría explicar por qué algunos pacientes con COVID desarrollan síntomas gastrointestinales (GI), como dolor abdominal, náuseas, vómitos y diarrea, apuntó la investigadora sénior, la Dra. Ami Bhatt, profesora asociada de medicina y genética de la Universidad de Stanford.

"Encontramos que las personas que habían eliminado la infección respiratoria, es decir, que ya no tenían resultados positivos del virus SARS-CoV-2 en el tracto respiratorio, continuaban excretando el SARS-CoV-2 en las heces", comentó Bhatt. "Y estas personas en particular tenían una incidencia alta de síntomas GI".

Una infección a largo plazo en los intestinos también podría contribuir a los síntomas de COVID prolongada en algunas personas, teorizaron Bhatt y sus colaboradores.

"La COVID prolongada podría ser la consecuencia de una reacción inmunitaria continua al SARS-CoV-2, pero también quizá haya personas que tienen infecciones persistentes que se ocultan en nichos aparte del tracto respiratorio, como el tracto GI", planteó Bhatt en declaraciones recogidas por el reportero especializado Dennis Thompson, en un artículo que publica HealthDay News.

En el estudio, el equipo de la investigación aprovechó un ensayo clínico temprano que comenzó en mayo de 2020 en la Stanford para evaluar un posible tratamiento para la infección leve con la COVID. Se monitorizó a más de 110 pacientes para seguir la evolución de sus síntomas, y se recolectaron muestras fecales de forma regular como parte de un esfuerzo por rastrear su excreción viral.

Muchos estudios más se han enfocado en la excreción viral en pacientes con unos casos graves de COVID, pero este es el primero que evalúa la presencia de ARN en las muestras fecales recolectadas de personas con una COVID entre leve y moderada, apuntaron los investigadores.

Alrededor de la mitad de los pacientes (un 49 por ciento) tenían restos de ARN de COVID en las heces en la primera semana tras el diagnóstico, encontraron los investigadores.

Pero cuatro meses tras el diagnóstico, cuando ya no quedaba COVID en sus pulmones, casi un 13 por ciento de los pacientes seguían excretando ARN viral en las heces.

Más o menos un 4 por ciento seguían excretando ARN viral en las heces siete meses tras su diagnóstico inicial, encontraron los investigadores.

Pero cuatro meses tras el diagnóstico, cuando ya no quedaba COVID en sus pulmones, casi un 13 por ciento de los pacientes seguían excretando ARN viral en las heces.

Más o menos un 4 por ciento seguían excretando ARN viral en las heces siete meses tras su diagnóstico inicial, encontraron los investigadores.

Bhatt anotó con rapidez que el ARN eran restos genéticos del coronavirus, no el virus vivo en sí, así que es poco probable que las heces de una persona pudieran ser contagiosas.

"Aunque hemos visto informes aislados de personas que pueden aislar el virus SARS-CoV-2 vivo a partir de las heces, pienso que es probable que esto sea mucho menos común que poder aislar el virus vivo del tracto respiratorio", dijo Bhatt. "No pienso que nuestro estudio sugiera que haya mucha transmisión fecal-oral".

Pero la presencia persistente de la COVID en los intestinos sí sugiere una influencia potencial en la enfermedad duradera, señaló.

"El SARS-CoV-2 quizá persista en los intestinos, o tal vez incluso en otros tejidos, durante un periodo más largo que en el tracto respiratorio, y allí puede, en esencia, continuar irritando a nuestro sistema inmunitario e inducir algunas de estas consecuencias a largo plazo", observó Bhatt.

La COVID prolongada se ha convertido en un problema tan establecido que muchos centros médicos han creado sus propias clínicas de COVID prolongada para intentar descubrir los síntomas y los tratamientos potenciales, apuntó el Dr. William Schaffner, director médico de la National Foundation for Infectious Diseases.

"Una proporción muy significativa de los individuos que se recuperan de la COVID aguda tienen síntomas persistentes, y pueden implicar una variedad de distintos sistemas orgánicos", dijo Schaffner.

"Estos datos amplían la idea de que las células del intestino podrían estar implicadas en la infección viral con la COVID, y que podrían ser contribuyentes potenciales a algunos de los síntomas (dolor abdominal, náuseas, las molestias intestinales en general) que pueden ser un aspecto de la COVID prolongada", indicó.

Bhatt apuntó que los hallazgos también tienen implicaciones para las iniciativas de salud pública para predecir los brotes emergentes de COVID, al evaluar las aguas residuales para encontrar evidencias del virus, y Schaffner se mostró de acuerdo.

"Si, como dicen, alrededor de un 4 por ciento de las personas siguen excretando restos virales en las heces siete u ocho meses más tarde, esto complica la evaluación de la densidad de infecciones nuevas en una comunidad", dijo Schaffner. "Es otra cosa que debemos tomar en cuenta y comenzar a observar de ahora en adelante".

Pero el Dr. Amesh Adalja, experto sénior del Centro de Seguridad de la Salud Johns Hopkins, no se mostró de acuerdo en que este tipo de excreción en heces a largo plazo afectaría a la precisión de la vigilancia de la COVID en las aguas residuales.

"No pienso que estos hallazgos cambien el valor de la vigilancia de las aguas residuales, dado que ya hemos visto su valor en la vida real", apuntó Adalja. "Lo valioso de la vigilancia de las aguas residuales es la tendencia de si aumenta o se reduce, lo que este fenómeno en realidad no afecta".

El nuevo estudio se publicó en la revista en línea Med.