Por The New York Times | Pam Belluck
El COVID-19 prolongado está teniendo un efecto significativo en la población activa de Estados Unidos, lo cual impide que un número considerable de personas regrese a trabajar, mientras que otras todavía necesitan de atención médica mucho después de reincorporarse a sus puestos de trabajo, según un análisis nuevo de los trámites de indemnización de los trabajadores en el estado de Nueva York.
El estudio, publicado el martes por la aseguradora de indemnización de trabajadores más grande de Nueva York, reveló que durante los primeros dos años de la pandemia, alrededor del 71 por ciento de las personas que calificaron como afectadas por el COVID-19 prolongado necesitaron tratamiento médico continuo o no pudieron trabajar durante seis meses o más. Más de un año después de contraer el coronavirus, el 18 por ciento de los pacientes con COVID-19 prolongado aún no habían vuelto al trabajo y más de tres cuartas partes de ellos eran menores de 60 años, según el análisis.
El informe, elaborado por el Fondo de Seguros del Estado de Nueva York, una agencia estatal financiada por las primas pagadas por los patrones, afirma que “el COVID-19 prolongado ha perjudicado a la población activa”. Además, sus conclusiones “ponen de manifiesto que el COVID-19 prolongado es una razón importante, aunque subestimada, de los muchos puestos de trabajo vacantes y de la disminución del índice de participación laboral en la economía, y presagian una posible reducción de la productividad a medida que los patrones sientan las tensiones de una mano de obra cada vez más enferma”.
El informe, que analizó las reclamaciones relacionadas con el COVID-19 de pacientes expuestos al virus en el trabajo, presentadas entre el 1 de enero de 2020 y el 31 de marzo de 2022 y pagadas por la agencia, nos da un panorama del problema. La agencia, una de las diez aseguradoras de indemnización laboral más importantes de Estados Unidos, reveló que casi una tercera parte de las 3139 reclamaciones relacionadas con el COVID-19 que pagó cumplían con su definición de COVID-19 prolongado.
Los pacientes recibieron cobertura del fondo si tenían una prueba de coronavirus positiva y la agencia o una junta de indemnización laboral determinaron que tuvieron un riesgo elevado de haber estado expuestos al virus en el trabajo, por lo general en entornos como hospitales, tiendas de conveniencia o sistemas de transporte. El informe clasifica un caso como COVID-19 prolongado si, tras la infección, el paciente requirió tratamiento médico durante 60 días o más o si faltó 60 días o más al trabajo.
“Es un cálculo bastante cauteloso”, comentó Gaurav Vasisht, director ejecutivo y consejero delegado del fondo de seguros. “No tiene en cuenta a las personas que ya regresaron al trabajo, pero no buscaron atención médica y quizá siguen convalecientes, por lo que se están aguantando”.
Durante el periodo que abarca el informe, las reclamaciones de las 977 personas que el fondo designó como afectadas por COVID-19 prolongado costaron unos 17 millones de dólares de los casi 20 millones que les pagaron a todos los pacientes de COVID-19, indicaron los funcionarios, que añadieron que la proporción correspondiente a los salarios perdidos fue ligeramente superior a la del tratamiento médico, pero Vasisht advirtió que las cantidades en dólares solo proporcionaron un panorama parcial porque no estaba claro por cuánto tiempo las personas necesitarían atención médica o días de licencia debido al COVID-19 prolongado. Las autoridades de salud pública definen al COVID-19 prolongado como una constelación de síntomas que persisten tras la infección inicial o que aparecen semanas después y que pueden incluir problemas respiratorios, fatiga y niebla mental. La Oficina de Rendición de Cuentas del Gobierno calcula que el COVID-19 prolongado ha afectado a entre 7,7 y 23 millones de personas en Estados Unidos.
Katie Bach, una investigadora no residente de Brookings que no participó en el informe, afirmó que el estudio demuestra que “hay un grupo de personas que presentaron COVID-19 prolongado y que, al menos hasta ahora, no han podido volver a trabajar, y se trata de un número nada insustancial de personas”.
Bach afirmó que el informe solo refleja una parte de la población activa: los trabajadores con exposición al virus en el lugar de trabajo que conocen lo suficiente la indemnización laboral como para presentar reclamaciones. Es posible que incluya a trabajadores más jóvenes o más enfermos que el conjunto de la población activa, pero también es posible que omita a otros trabajadores con COVID-19 prolongado, señaló Bach, cuyas propias investigaciones sugieren que unas 500.000 personas en Estados Unidos no trabajan debido a este padecimiento.
El informe de Nueva York también encontró algunas señales optimistas. Desde la primera ola de la pandemia, a principios de 2020, los casos de COVID-19 prolongado disminuyeron como porcentaje de las reclamaciones de indemnización laboral y de las reclamaciones relacionadas con el COVID-19. La disminución coincidió con la llegada de las vacunas, que los estudios sugieren que reducen el riesgo de padecer COVID-19 prolongado y, con nuevos tratamientos contra el coronavirus, lo que sustenta la idea de que si las personas pueden evitar enfermarse de gravedad debido al contagio inicial, es menos probable que presenten síntomas a largo plazo.
Aun así, Vasisht señaló que la agencia todavía recibe reclamaciones de trabajadores con COVID-19 prolongado, en especial tras los repuntes de los contagios. El informe también sugirió que más trabajadores que los reflejados en los datos podrían haber cumplido los criterios para las reclamaciones por esta enfermedad. La inmensa mayoría de todas las solicitudes de indemnización por COVID-19, más del 83 por ciento, fueron presentadas por trabajadores esenciales, en profesiones como la atención médica, los cuerpos policiales y los servicios de seguridad; sin embargo, solo el 29 por ciento de sus solicitudes se ajustaron a la definición de COVID-19 prolongado, mientras que el 44 por ciento de los trabajadores no esenciales sí cumplían con los criterios.
Esto podría deberse a que “quizá los trabajadores esenciales no habían podido quedarse en casa más allá del periodo de cuarentena requerido”, según el informe. Es probable que los trabajadores sanitarios se hayan “autotratado sus síntomas” en lugar de buscar atención médica, según el informe, que añade que “los trabajadores esenciales podrían tener índices de COVID-19 prolongado más altos de lo que sugieren los datos, lo cual crea un punto ciego para los legisladores”.
“Mucha gente no puede darse el lujo de no trabajar, por lo que trabajan cuando en realidad no deberían hacerlo y siguen haciéndolo a pesar de estar enfermos”, afirmó Bach. También señaló que la experiencia de personas con afecciones posvirales similares, como la encefalomielitis miálgica y el síndrome de fatiga crónica, sugiere que algunas personas que trabajan a pesar de tener COVID-19 prolongado pueden tener una recuperación más difícil. “Cuando las personas que tienen una enfermedad, cuyos síntomas distintivos son la fatiga y la niebla mental, van a trabajar, no van a ser muy productivas y quizá están reduciendo sus probabilidades de mejorar”, dijo Bach.
Y dado que el 40 por ciento de los demandantes con COVID-19 prolongado volvieron al trabajo en los 60 días siguientes al contagio mientras seguían recibiendo tratamiento médico, Vasisht señaló que los patrones podrían recibir “más solicitudes de reducción de jornada u otros arreglos”.
El estudio también reveló que los médicos solo utilizaron un código de diagnóstico específico de COVID-19 prolongado en 30 casos, a pesar de que el código se añadió a la Clasificación Internacional de Enfermedades en octubre de 2021. “Los médicos están infrautilizando el código CIE”, aseveró Vasisht, y añadió que creía que su organización “puede hacer mucho bien llevando a cabo actividades de divulgación entre la comunidad médica y haciéndoles saber acerca de la investigación sobre COVID-19 prolongado y también sobre la existencia de este código CIE”. En general, según David Cutler, profesor de Economía en Harvard, quien ha investigado el costo del COVID-19 prolongado y no participó en el estudio, “el informe demuestra que, aunque las muertes por COVID-19 disminuyeron, esta enfermedad no ha terminado, y no lo hará durante algún tiempo”. Una paciente con COVID-19 prolongado es llevada por su madre a un hospital de Sacramento, California, el 15 de octubre de 2021. (Jim Wilson/The New York Times) Una paciente con COVID-19 prolongado trabaja con horario reducido, en su consultorio de Illinois, el 7 de octubre de 2021. (Alex Wroblewski/The New York Times)