Por The New York Times | Ellen Barry
Para los médicos de la sala de emergencias, son una imagen desalentadora y conocida: niños que vuelven una y otra vez presos de crisis mentales, llevados por cuidadores asustados o abrumados.
En los últimos años, se ha escrito mucho respecto al aumento de las visitas a urgencias de salud mental pediátrica, a medida que aumentaban los índices de depresión y comportamiento suicida entre los adolescentes. Los pacientes suelen pasar días o semanas en las salas de exploración a la espera de que se libere una cama psiquiátrica, lo que reduce drásticamente la capacidad de los hospitales.
No obstante, un estudio amplio publicado el martes reveló una tendencia sorprendente entre los adolescentes que visitaban el hospital en repetidas ocasiones. Los pacientes con más probabilidades de regresar a urgencias no eran los que se lastimaban a sí mismos, sino aquellos cuya inquietud y comportamiento agresivo resultaba ser demasiado para que sus cuidadores pudieran controlarlos.
En muchos casos, los visitantes habituales habían recibido sedantes u otros fármacos con anterioridad para contenerlos cuando su comportamiento se volvía conflictivo.
“Las familias acuden con niños que tienen graves problemas de conducta y ya no saben qué hacer”, explicó Anna M. Cushing, médica de urgencias pediátricas del Hospital Infantil de Los Ángeles y una de las autoras del estudio. “El comportamiento de su hijo podría ser un peligro para él mismo, pero también para los padres y para los otros niños de la casa”.
Los hallazgos, publicados en la revista JAMA Pediatrics, analizaron más de 308.000 visitas de salud mental en 38 hospitales entre 2015 y 2020.
De acuerdo con el estudio, en comparación con los pacientes que presentaban conductas suicidas o autolesivas, aquellos con trastornos psicóticos tenían un 42 por ciento más de probabilidades de regresar a urgencias dentro de los seis meses siguientes; los pacientes con trastornos de control de impulsos tenían un 36 por ciento más de probabilidades; y los pacientes con trastornos como el autismo y el trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) tenían un 22 por ciento más de probabilidades. Los pacientes que necesitaban medicación para contenerlos tenían un 22 por ciento más de probabilidades de volver a visitar la sala de urgencias que los que no la necesitaban.
Los resultados sugieren que los investigadores deberían prestar más atención a las familias cuyos hijos tienen problemas cognitivos y de conducta, y que podrían acudir a los servicios de urgencias en busca de un respiro, señaló Cushing.
“No estoy segura de que hayamos dedicado tanto tiempo a hablar de estos pacientes perturbados y con problemas de conducta, al menos a nivel nacional”, afirmó.
La frecuencia de las visitas recurrentes sugiere que la atención que reciben en los servicios de urgencias “en realidad no es adecuada”, añadió Cushing.
Los lineamientos recomiendan que los medicamentos conocidos como de contención farmacológica (benzodiacepinas o antipsicóticos administrados por inyección o por goteo intravenoso) se utilicen como último recurso porque pueden ser traumatizantes u ocasionar lesiones físicas al paciente, al personal médico o a los cuidadores, comentó Ashley A. Foster, profesora adjunta de medicina de urgencias en la Universidad de California en San Francisco.
El uso de estos fármacos en las salas de emergencias pediátricas aumentó en los últimos años. Entre 2009 y 2019, el uso de la contención farmacológica aumentó un 370 por ciento, mientras que las visitas a las salas de emergencia de salud mental aumentaron un 268 por ciento, según un estudio que Foster y sus colegas publicaron el año pasado.
Los medicamentos se usaron con más frecuencia en pacientes negros, así como en pacientes varones de entre 18 y 21 años, según el estudio. Foster señaló que esas disparidades eran “preocupantes y una motivación para pensar en cómo mejorar la atención equitativa".
Christine M. Crawford, psiquiatra infantil y juvenil en el Centro Médico de Boston, dijo que los cuidadores de niños con trastornos de conducta a menudo recurren a las salas de emergencia cuando “se llega al punto en el que alguien podría salir lastimado”.
“Entran a sexto, séptimo y octavo grado; es entonces cuando vemos a esas familias que llevan luchando mucho tiempo”, comentó Crawford, quien también es profesora adjunta en la Facultad de Medicina de la Universidad de Boston.
De acuerdo con Crawford, las familias que se encuentran en esta situación “están bastante aisladas” y a menudo les ocultan sus problemas a amigos y familiares. El tratamiento en urgencias reconforta a los cuidadores, pero ofrece pocos beneficios a largo plazo, aseguró.
“No es más que ponerle un curita al problema”, afirmó Crawford. “Vuelven a casa y siguen a la espera de esa cita para reunirse con un terapeuta”.
Andrea E. Spencer, psiquiatra e investigadora del Hospital Infantil Lurie de Chicago, dijo que los trastornos del comportamiento pueden ser descartados como menos urgentes que los pensamientos suicidas o las autolesiones, cuando en realidad “son comportamientos de riesgo muy elevado y conductas peligrosas”.
“Existe una tendencia a observar, esperar y quitarle prioridad a esos niños con base en los casos más graves, y luego tienden a empeorar”, aseveró Spencer, y añadió que los hospitales públicos quizá sean reacios a aceptarlos como pacientes internos porque son conflictivos.
“En muchos sentidos, es más difícil tratar a estos niños”, dijo.
El estudio de JAMA reveló que las visitas generales a las salas de emergencias pediátricas por crisis de salud mental aumentaron un 43 por ciento entre 2015 y 2020, un aumento del 8 por ciento anual en promedio, con un incremento en las visitas de emergencia para todas las categorías de enfermedades mentales. En comparación, las visitas a urgencias por todas las causas médicas aumentaron un 1,5 por ciento anual.
Casi una tercera parte de las visitas estaban relacionadas con ideas suicidas o autolesiones, y alrededor de una cuarta parte de los pacientes presentaban trastornos del estado de ánimo, seguidos de trastornos de ansiedad y trastornos del control de los impulsos. Alrededor del 13 por ciento de los pacientes repitieron la visita en un plazo de seis meses.
“A muchos de nosotros nos causa una gran angustia moral, simplemente porque no parece que el servicio de urgencias sea siempre el lugar adecuado o el mejor para atender a muchos de nuestros pacientes”, afirmó Cushing.
“Pero”, añadió, “en realidad no tienen otro lugar a dónde ir”. La entrada de urgencias del Hospital Melrose en Melrose, Minnesota, el 25 de noviembre de 2020. (Tim Gruber/The New York Times)