Por The New York Times | Melinda Wenner Moyer

Uno de mis primeros recuerdos es el olor penetrante del alcohol. Cada noche, mi madre rociaba el fregadero y las encimeras de la cocina con alcohol isopropílico para desinfectarlos, y no me extraña: me cuidó durante meses cuando contraje una desagradable infección de salmonela cuando era pequeña. Los microbios eran su némesis. “Me convertí en una auténtica loca de la limpieza”, reconoció hace poco. “En serio me convertí en una misofóbica”.

Así que no es de extrañar que yo también haya crecido con fobia a los gérmenes. En el sótano guardo un impresionante arsenal de toallitas antimicrobianas, tengo al menos siete botellas de desinfectante de manos repartidos por la casa y el auto, y tengo una bolsa de emergencia guardada en el armario con toallitas de cloro y otra parafernalia de desinfección profunda por si el temido bicho estomacal ataca nuestra casa. (Debo añadir que hay una diferencia entre limpiar y ordenar. Soy una fanática para lo primero, pero una perezosa con lo segundo).

En la actualidad, debido a la pandemia, no soy la única con paranoia por los microbios. En una encuesta realizada el año pasado, en la que participaron 2000 adultos estadounidenses, el 42 por ciento de los encuestados se describieron como misofóbicos, pero nuestros temores no siempre están bien fundados, según entendí al entrevistar a químicos y expertos en limpieza. Resulta que muchas prácticas de limpieza populares no son efectivas y algunas son innecesarias.

Concéntrate en los microbios malos

Con frecuencia suelo pensar que los virus y las bacterias son malos sin ninguna duda, pero muchas bacterias hacen cosas buenas, como las que están en nuestro intestino y nos ayudan a digerir los alimentos y a desarrollar inmunidad. “Los microbios están en todas partes”, señaló Erica Hartmann, ingeniera ambiental de la Universidad Northwestern. “Y eso no siempre es algo malo”. Las investigaciones sugieren que los niños que crecen en granjas, rodeados de microbios, tienen menos riesgo de desarrollar asma y alergias que otros niños.

Antes de entrar en materia, permíteme explicar la diferencia científica entre limpiar y desinfectar. Limpiar elimina cosas de las superficies: polvo, migajas, microbios, pelo de perro. Desinfectar mata cosas: por lo general virus y bacterias. Limpiar es algo que podemos querer hacer con regularidad, dijo Hartmann, pero tenemos que preocuparnos de matar (desinfectar) solo los gérmenes peligrosos que causan enfermedades, y a menudo podemos predecir dónde estarán.

Por ejemplo, quizá no sea necesario desinfectar las encimeras de la cocina todos los días, a menos que hayas manipulado carne cruda. Tampoco es necesario desinfectar el baño obsesivamente, a menos que alguien en la casa tenga una infección que se propague a través de las heces, como la salmonela o el norovirus.

En el caso del desorden habitual, como cuando mi hijo de 11 años derrama jarabe de arce por toda la mesa de la cocina durante el desayuno, no es necesario recurrir a una toallita desinfectante, pues el agua y el jabón eliminan los residuos pegajosos (el jabón también es excelente para eliminar los gérmenes de las manos, pero tienes que hacer mucha espuma y lavarte durante 20 segundos).

Te preguntarás, ¿por qué no desinfectar todo de cualquier manera?

El uso excesivo de ciertos desinfectantes, como los compuestos de amonio cuaternario (QACs por su sigla en inglés), conlleva riesgos a largo plazo. Estos QACs o “cuats”, como también se les llama, se encuentran en muchos productos de limpieza domésticos populares, incluidos los aerosoles y las toallitas fabricadas por Lysol y Clorox. Estos productos de limpieza pueden aumentar el riesgo de resistencia a los antibióticos, según Hartmann. Además, aunque los expertos con los que hablé no coinciden en hasta qué punto hay que preocuparse por esto, los desinfectantes como el cloro, el amoníaco y los cuats liberan gases que pueden ser perjudiciales, de acuerdo con Pawel Misztal, químico que estudia los desinfectantes en la Universidad de Texas en Austin. Así que usa desinfectantes cuando necesites desinfectar, y no solo limpiar.

Usa los desinfectantes con sabiduría

Cuando tengas motivos para preocuparte por los microbios malos, mátalos con un desinfectante. Algunos productos químicos funcionan mejor que otros. El agua y el jabón pueden matar los gérmenes cuando produces espuma, pero no serán tan infalibles como las opciones más potentes si se trata de eliminar los microbios de las superficies, comentó Bill Wuest, químico de la Universidad de Emory. Son mucho más eficaces los desinfectantes como el cloro, el alcohol isopropílico (para frotar), el etanol, el peróxido de hidrógeno y los limpiadores a base de compuestos de amonio cuaternario.

Si usas un desinfectante que desprende gases, como el cloro o el amoníaco, ventila primero la zona abriendo puertas o ventanas, o ponte un cubrebocas desechable y tíralo después, sugirió Misztal. Y odio decírtelo, pero tal vez estés desinfectando de la manera equivocada. Muchas personas rocían o esparcen desinfectantes sobre una superficie y luego limpian de inmediato el líquido con una toalla de papel o una esponja, explicó Wuest, pero esto elimina el producto químico antes de que tenga la oportunidad de desinfectar.

Si utilizas un producto comprado en una tienda, el tiempo de desinfección debe de aparecer en la etiqueta. Por ejemplo, el aerosol desinfectante Lysol debe permanecer en la superficie durante tres minutos. Las recomendaciones para las soluciones con cloro varían de uno a 10 minutos. Las soluciones a base de alcohol no necesitas limpiarlas en absoluto, ya que terminan por evaporarse, afirmó Cassandra Quave, etnobotánica de la Universidad de Emory. Es probable que debas dejar actuar algunos desinfectantes botánicos mucho tiempo, incluso 15 o 30 minutos, dijo Hartmann. En resumen: los misofóbicos podemos seguir deleitándonos con la eliminación de los microbios, pero quizás no todos. Cuando tengo que limpiar algo que se derramó, uso agua y jabón o un aerosol de limpieza suave, no un desinfectante; pero después de manipular carne cruda, o cuando un miembro de mi familia está enfermo, recurro al producto más poderoso para limpiar las superficies contaminadas y me aseguro de dejarlo reposar, con las ventanas abiertas, el tiempo suficiente para que haga efecto. Mientras espero, tal vez me dé tiempo de ordenar la casa.

Sí, claro. En una encuesta realizada el año pasado, en la que participaron 2000 adultos estadounidenses, el 42 por ciento de los encuestados se describieron como misofóbicos. (Delcan and Co./The New York Times).