Por The New York Times | Gina Kolata
De acuerdo con el estudio, el uso persistente de esteroides para aliviar el dolor y de medicamentos antinflamatorios que no contienen esteroides, como el ibuprofeno, en realidad pueden hacer que una lesión de espalda se convierta en un problema crónico.
Algunos expertos en medicina pidieron cautela a la hora de interpretar los resultados con demasiada generalidad. El estudio no usó el estándar de oro para la investigación médica, a saber: una prueba clínica en la que a personas con dolor de espalda se les suministraría al azar un medicamento antinflamatorio no esteroideo o un placebo y se les daría seguimiento para ver quién desarrollaba dolor crónico. En su lugar, se observó a los pacientes, se hicieron pruebas en animales y se realizó un análisis de los pacientes en una extensa base de datos.
“Es interesante, pero se necesitan más estudios”, opinó Steven J. Atlas, director en el Hospital General de Massachusetts de investigación basada en la práctica de la atención primaria y la mejora de la calidad.
Bruce M. Vrooman, especialista del dolor en el Centro Médico Dartmouth Hitchcock en Nuevo Hampshire, estuvo de acuerdo, pero también dijo que el estudio “era de un alcance impresionante” y agregó que si los resultados se sostienen en una prueba clínica, podrían “obligarnos a reconsiderar qué tratamiento damos para el dolor agudo”.
Thomas Buchheit, director del programa de las terapias regenerativas del dolor en la Universidad Duke, tenía una opinión distinta.
“La gente abusa del término ‘cambio de paradigma’, pero esto de verdad lo es”, afirmó Buchheit. “Hay una regla tácita: si te duele, toma un antinflamatorio, y si después todavía te duele, añade un esteroide”. Pero, según dijo, el estudio muestra que “tenemos que pensar en curar y no en suprimir la inflamación”.
Las directrices de las sociedades médicas profesionales ya dicen que las personas con dolor de espalda deben empezar con tratamientos no farmacológicos como el ejercicio, la fisioterapia, el calor o los masajes. Esas medidas resultan ser tan eficaces como los medicamentos analgésicos, sin los mismos efectos secundarios.
Si el dolor persiste, dicen las directrices, la gente puede probar con antinflamatorios no esteroideos como el ibuprofeno (el paracetamol no es un antinflamatorio porque no bloquea la inflamación).
Sin embargo, el estudio, publicado el miércoles en la revista Science Translational Medicine, incluía la advertencia de que estos consejos sobre el tratamiento con medicamentos podrían contribuir al dolor crónico y disminuir la calidad de vida.
El estudio comenzó cuando investigadores en la Universidad McGill empezaron a buscar indicadores moleculares en la sangre que permitieran predecir qué pacientes tendrían un dolor que disminuiría con rapidez y cuáles tendrían un dolor persistente.
El grupo tomó muestras de sangre de 98 personas en el momento en que declararon por primera vez que tenían dolor de espalda y, de nuevo, tres meses después de que empezara el dolor.
“Lo que vimos no fue exactamente lo que esperábamos”, dijo Luda Diatchenko, investigadora principal del estudio y profesora de McGill especializada en genética del dolor humano.
Los que dijeron que su dolor había desaparecido presentaron una inflamación rápida e intensa cuando el dolor era agudo. Después, los indicadores de inflamación disminuyeron durante los tres meses siguientes. Aquellos cuyo dolor persistió no tuvieron esa reacción inflamatoria.
“Absolutamente nada estaba pasando”, en quienes padecían dolor crónico, sostuvo Diatchenko.
“Fue una gran diferencia”, añadió.
Los investigadores continuaron con su labor: estudiaron a personas con un tipo diferente de dolor, la ATM, o trastornos de la articulación temporomandibular, que provocan dolor en la mandíbula. Una vez más, los que se recuperaron tuvieron respuestas inflamatorias rápidas e intensas.
Los investigadores también reprodujeron los resultados en ratones comprimiendo los nervios ciáticos de los animales para producir dolor de espalda y piernas o inyectando los nervios ciáticos con un irritante. Cuando bloquearon la respuesta inmunitaria de los animales con dexametasona, un esteroide que se usa mucho para tratar el dolor de espalda, el dolor se volvió crónico.
A continuación, el grupo se preguntó si el dolor crónico era consecuencia de la supresión del dolor o de la supresión de la inflamación. Para ello, administraron a algunos ratones un antinflamatorio recetado, el diclofenaco. Otros ratones recibieron uno de los otros tres fármacos analgésicos, o paliativos del dolor: gabapentina, morfina y lidocaína.
Solo con el diclofenaco persistió el dolor; incluso se volvió crónico.
Estos resultados les llevaron a preguntarse si los pacientes que tomaban antinflamatorios no esteroideos, como el ibuprofeno, o esteroides, como la dexametasona, para aliviar el dolor de espalda tenían también más probabilidades de desarrollar dolor crónico.
Los investigadores recurrieron a los datos del Biobanco del Reino Unido, un repositorio con información sobre las condiciones médicas y el uso de medicamentos de medio millón de pacientes. Estudiaron a 2163 personas con dolor de espalda agudo, 461 de las cuales desarrollaron dolor crónico. Los investigadores hallaron que quienes tomaban antinflamatorios no esteroideos tenían casi el doble de probabilidades de desarrollar dolor de espalda crónico en comparación con quienes tomaban otros medicamentos o no tomaban ninguno.
Diatchenko comentó que no cree que sus hallazgos tengan que ver con la cuestión de la adicción a los opiáceos. De hecho, aclaró, “para evitar los opiáceos, los médicos empezaron a recetar más antinflamatorios no esteroideos”
“Tenemos que pensar más en qué tratamiento darles a nuestros pacientes”, concluyó.
La tendencia a utilizar antinflamatorios no esteroideos persiste a pesar de su rendimiento poco convincente. Un análisis de los ensayos clínicos aleatorios reveló que estos fármacos casi no presentan mayores beneficios para reducir el dolor lumbar que los placebos.
Atlas dice que el uso a corto plazo de los antinflamatorios no esteroideos quizá no sea perjudicial, pero añade que el nuevo estudio, si bien no demuestra que el uso a largo plazo sea perjudicial, “al menos proporciona un mecanismo biológico que dice que el uso a corto plazo no es igual que el uso a largo plazo”.
James N. Weinstein, vicepresidente sénior de salud en Microsoft, desea que la gente reconsidere su impulso de recurrir a las píldoras de ibuprofeno y, aunque parezca contradictorio, mejor haga ejercicio.
Weinstein, que durante 28 años fue redactor jefe de la revista médica Spine y no participó en el nuevo estudio, afirma que sale a correr cuando le duele la espalda. Y eso hace que mejore.
“Me encanta”, dijo del estudio, “y sé que es verdad”. Analgésicos de venta libre en una farmacia de Nueva York, el 13 de julio de 2015. (Hiroko Masuike/The New York Times).
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