Por The New York Times | Sarah Kessler

Durante los últimos 9 meses he estado embarazada. Pero, en general, no he estado embarazada en el trabajo

Al inicio, cuando tenía náuseas, vomitaba en mi propio baño. Las galletas saladas se volvieron en mi compañero constante, pero las mantuve alejadas de la cámara de Zoom. Un par de meses después, cambié de pantalones de mezclilla a pantalones de lycra sin que mis compañeros emitieran ningún comentario al respecto.

Y conforme mi bebé crecía del tamaño de un limón al de una toronja y luego a un melón, el recuadro por el que me ven mis colegas en las videollamadas mantuvo fuera de vista mi panza grande como una pelota de basquetbol.

Fuera de la oficina virtual, el personal de seguridad de un aeropuerto me regañó por osarme a levantar una maleta, las cajeras se portaban más amables de lo normal y los desconocidos me decían cuán grande, pequeña, ancha o arriba estaba mi panza.

Pero cuando me conectaba al trabajo por las mañanas, de repente cesaban todas las menciones de mi cuerpo que crecía y de mi vida que habría de cambiar. Más bien el trabajo era en lo que me enfocaba, de lo que hablaba y me preguntaban

Mi intención no era ocultar mi embarazo de la mayoría de mis colegas. Simplemente no era un tema que surgía con frecuencia. Y me imagino que así les pasa a los futuros padres, a diferencia de las madres.

Para los padres en ciernes cuyos cuerpos no le anuncian al mundo un embarazo, es posible compartir con colegas cercanos las nuevas sobre un hijo pero no hablar de ello en las juntas con los clientes.

Ellos quizá les digan a sus jefes sobre sus intenciones de tomarse una licencia parental meses antes de contárselo a colegas que no se verán afectados por su ausencia; cuando van por unos tragos pueden mencionar despreocupadamente que su bebé nacerá en una semana o darle una presentación a un grupo grande sin anunciarles a todos que han decidido agrandar su familia. Ya en mi segundo trimestre, mi esposo le dijo a su equipo que se tomaría su licencia de paternidad en una reunión semanal

Sí tú eres la persona embarazada, llega un momento en que ya no puedes hacer eso.

Pero ese no es el caso de las empleadas a distancia, una categoría que se amplió hasta incluir a más del 42 por ciento de los estadounidenses empleados durante los primeros días de la pandemia, según la Oficina de Estadísticas Laborales.

Muchas mujeres embarazadas no pueden trabajar a distancia, y las que sí suelen sentirse afortunadas. No ir a una oficina significa que podrás evitar muchas de esas conversaciones incómodas (“¿Vas a amamantar?”) y que te soben la panza sin pedirte permiso.

También es una oportunidad para evitar esos favores bien intencionados que tú no pediste, como que te reduzcan la carga de trabajo sin consultártelo, cosas que a veces hacen que las mujeres se sientan menos capaces. En las fuentes académicas le llaman a este comportamiento “sexismo benevolente.

No hay muchos incentivos para anunciar un embarazo en una videollamada, ya que es habitual (aunque ilegal) pasar por alto a las mujeres embarazadas para aumentos de sueldo y ascensos, o alejarlas completamente de sus puestos de trabajo.

Asimismo, las investigaciones sugieren que las mujeres embarazadas suelen ser consideradas menos competentes, que necesitan más consideraciones y que están menos comprometidas con el trabajo en comparación con las mujeres que no tienen hijos, afirmó Eden King, profesora de psicología en la Universidad Rice que estudia cómo el embarazo afecta a las mujeres en el lugar de trabajo.

Los estereotipos como los arriba señalados también afectan a las mujeres ya con hijos —63 por ciento de las mujeres trabaja mientras su hijo más pequeño es menor de 3 años, de acuerdo con el Departamento del Trabajo de Estados Unidos— pero el embarazo es una identidad más visible, opuso King. “Puede ser una característica física y el ser madres no lo es”, explicó. “Así que algunas de esas experiencias y expectativas quizá sean mayores”.

En las entrevistas realizadas para este artículo a 10 trabajadoras a distancia embarazadas o recientemente embarazadas, varias mujeres afirmaron que no estar visiblemente embarazada en la pantalla de Zoom del trabajo les ayudó a sentirse más seguras y menos temerosas de lo que la maternidad podría conllevar para su carrera. Christine Glandorf, que trabaja en el sector de la tecnología educativa y va a tener a su primer hijo este mes, dijo que, al igual que muchas profesionales que están a punto de ser madres o padres, le preocupaba que las expectativas de la gente sobre ella en el empleo pudieran cambiar. El trabajo a distancia resuelve parte de esa ecuación.

“Es bueno que literalmente no es algo muy evidente. Yo elijo si quiero que sea parte de la conversación”, indicó. En un estudio publicado en la revista Personnel Psychology en 2020, King y sus colegas pidieron a más de 100 mujeres embarazadas de diversos sectores que hicieran un seguimiento de qué tanto sus supervisores, sin haberles ellas pedido ayuda, hacían cosas como asignarles menos trabajo para que no se abrumaran y protegerlas de noticias desagradables.

Las mujeres que recibían más ayuda sin pedirla se sentían menos capacitadas en el trabajo, y era más probable que quisieran renunciar a él nueve meses después del parto.

“Entre más sentías esos comportamientos aparentemente positivos pero que en realidad son benevolencia sexista, menos creías en ti misma”, resumió King.

Laura Little, profesora adjunta en la Facultad de Negocios Terry en la Universidad de Georgia, comenzó a estudiar el embarazo en el lugar de trabajo mientras hacía su doctorado en comportamiento organizacional, luego de percatarse de un cambio en cómo la trataron durante sus dos embarazos. Menos compañeros y profesores la incluían en proyectos nuevos, y algunos suponían que se tomaría menos en serio su carrera luego de convertirse en madre, afirmó.

Cuando le dijo a un profesor que estaba esperando a su segundo hijo, él le respondió que nunca obtendría una plaza. Un estudio que realizó con colegas, publicado en Journal of Applied Psychology en 2019, examinó este aparente cambio en el trato a las embarazadas.

Las mujeres embarazadas a las que se encuestó durante varios periodos para el estudio dijeron que recibieron menos estímulos para su carrera, como consejos sobre cómo desenvolverse en su organización, después de revelar su embarazo. Los futuros padres declararon haber recibido un poco más de estímulo después de revelar que iban a tener un hijo.

Little conjeturó que, debido a las normas de género persistentes, aunque anticuadas, los empleadores quizá tengan una actitud hacia los futuros padres de “’Eres el sostén de la familia, y ahora eres más serio, te vas a volver más serio porque vas a tener un bebé’”, mientras que las mujeres son más propensas a ser vistas como menos serias en sus carreras una vez que anuncian lo mismo. Si bien la oficina virtual es relativamente nueva, las mujeres llevan mucho tiempo pensando en cómo moldear la percepción de sus colegas sobre sus embarazos. En un estudio realizado en 2015 por Little, los investigadores entrevistaron a 35 mujeres sobre su experiencia de estar embarazadas en el lugar de trabajo.

La mayoría de las mujeres, alrededor del 80 por ciento, confesaron que habían empleado estrategias como esconder la panza, trabajar más para demostrar que estaban dedicadas a la empresa o evitar hablar de su embarazo. En la mayoría de los casos, su objetivo era que las vieran “igual” que antes de estar embarazadas.

Lo que ha cambiado con la oficina virtual es que es más fácil disimular el embarazo durante más tiempo, y las mujeres tienen más control sobre cuándo informan a sus patrones.

Ashlie Thomas decidió no mencionar que tenía unas 20 semanas de embarazo cuando la entrevistaban para un puesto a distancia de servicio al cliente en una compañía de software. “Si deciden no contratarme, no quería que fuera por mi embarazo”, comentó.

Después de que le dieron el empleo, Thomas esperó hasta que tenía unos siete meses de embarazo para decirle a su jefe que pediría una licencia por gravidez y pensaba avisarle a su equipo una semana antes de su fecha posible de parto. Anunciarlo tan tarde, dijo, la haría sentir que “he demostrado que puedo hacer este trabajo, que soy capaz, y ahora me siento cómoda de compartir esto contigo”. Pero nunca llegó a la reunión en la que pensaba darles las buenas nuevas. Esa mañana, dio a luz a un hijo.

No todas las mujeres que han mantenido su embarazo al margen de las videoconferencias dicen haberlo hecho por miedo a la discriminación. Algunas de las mujeres con las que hablé para este artículo consideraron que la noticia era demasiado privada para compartirla con todos o que no querían exacerbar su propia ansiedad por la posible pérdida del embarazo. Darle menos visibilidad a un vientre en expansión no es suficiente para compensar las carencias de estar en una organización que no te apoya, sobre todo si el embarazo entra en conflicto con el trabajo, como cuando las citas con el médico se empalman con las horas de trabajo, o la fatiga, la náusea y otros síntomas usuales del embarazo interfieren con las responsabilidades laborales. Además, retrasar el anuncio a toda la empresa no quiere decir que las mujeres sufrirán menos prejuicio una vez que sean madres.

De cualquier manera, la mayoría de las mujeres a las que entrevisté concordaron en que era agradable tener la opción de actuar más como los futuros padres cuando hablan de sus bebés en el trabajo. Cuando por fin empecé a dar la noticia a algunos compañeros durante el tercer trimestre, disfruté hacer comentarios de mi gran cambio de vida durante la jornada laboral, especialmente cuando este me daba una patada en las costillas. Al mismo tiempo, me alegraba poder elegir cómo y cuándo sacar el tema a colación.

A medida que las empresas convocan a la gente a volver a la oficina, menos personas tendrán esa opción. Pero hay una parte de la experiencia del embarazo en el trabajo a distancia que puede reproducirse fuera de línea, dijo King.

“Algunas mujeres sí necesitan ayuda, y algunas mujeres sí quieren consideraciones especiales”, declaró. Pero, “hay que preguntarles a las mujeres qué quieren y qué necesitan y no suponer que sabemos”. “Muchas mujeres embarazadas no pueden trabajar a distancia, y las que lo hacen suelen sentirse afortunadas. No ir a una oficina significa saltarse un montón de pláticas incómodas (‘¿Vas a amamantar?’) y que te soben la panza sin pedir permiso”, escribe Sarah Kessler para The New York Times. (Margeaux Walter/The New York Times) “Muchas mujeres embarazadas no pueden trabajar a distancia, y las que lo hacen suelen sentirse afortunadas. No ir a una oficina significa saltarse un montón de pláticas incómodas (‘¿Vas a amamantar?’) y que te soben la panza sin pedir permiso”, escribe Sarah Kessler para The New York Times. (Margeaux Walter/The New York Times)