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Salud

Por The New York Times

El modelo del ‘queso suizo’ es clave para proteger a los más vulnerables

Con el retroceso de la ola de la variante ómicron, muchos lugares están empezando a eliminar al menos algunas de las restricciones que les quedan en la pandemia.

18.02.2022 08:20

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2022-02-18T08:20:00-03:00
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Por The New York Times | David Leonhardt

Con el retroceso de la ola de la variante ómicron, muchos lugares están empezando a eliminar al menos algunas de las restricciones que les quedan en la pandemia.

Este cambio podría tener grandes beneficios. Podría reducir el aislamiento y la perturbación que han contribuido a una larga lista de males sociales, como el aumento de los problemas de salud mental, las sobredosis de drogas, los delitos violentos y, como ha escrito Matthew Yglesias de Substack, “todo tipo de mal comportamiento”.

Sin embargo, la eliminación de las restricciones también tiene sus inconvenientes. Millones de estadounidenses siguen siendo vulnerables a la COVID-19. El grupo más cuantioso de personas vulnerables, por mucho, es el de los no vacunados, que tienen la capacidad de protegerse y han elegido no hacerlo.

Sin embargo, otro grupo de personas ha hecho lo que puede para mantenerse sano —vacunándose— y, no obstante, sigue siendo vulnerable. Entre ellos se encuentran los ancianos y las personas con inmunodeficiencias que los hacen correr un mayor riesgo de contraer la COVID-19. Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por su sigla en inglés) de Estados Unidos, más del 75 por ciento de las personas vacunadas que han muerto por COVID tenían al menos cuatro factores de riesgo médico.

Hay varias medidas, como las cinco que se indican a continuación, que pueden ayudar a proteger a las personas vulnerables mientras la sociedad vuelve a la normalidad.

En este punto de la pandemia, se argumenta de manera firme que un enfoque dirigido —levantar las restricciones mientras se toman medidas específicas para proteger a los vulnerables— puede maximizar la salud pública. El enfoque correcto, según Jennifer Nuzzo, investigadora de salud pública de la Universidad Johns Hopkins, implica “pasar de las herramientas amplias y contundentes a las de mayor precisión”.

La conversación pública a menudo pasa por alto este término medio. A veces puede parecer un debate entre hacer todo lo posible para frenar la propagación de COVID-19 y no hacer nada, afirmó Katelyn Jetelina de la Universidad de Texas, quien escribe un útil boletín informativo sobre salud pública. En realidad, opinó, “debe haber un equilibrio”.

Vacunas y refuerzos

Quiero comenzar enfatizando la importancia de las vacunas, incluyendo las vacunas de refuerzo.

Sí, algunos estadounidenses se oponen tanto a la vacunación contra la COVID-19 que hay pocas posibilidades de convencerlos. Pero otros aún pueden optar por recibir vacunas si están fácilmente disponibles. Las inyecciones de refuerzo también son vitales para superar la disminución de la protección. Los refuerzos sobre todo son importantes para los vacunados vulnerables: los ancianos y los inmunocomprometidos.

“La vacunación es la intervención más valiosa que podemos hacer”, señaló William Hanage, experto en enfermedades infecciosas de la Universidad de Harvard.

Cubrebocas de alta calidad

Para los vacunados vulnerables, el mejor enfoque es lo que los investigadores de salud pública llaman “el modelo del queso suizo”. Es un acercamiento multifacético en el que cada estrategia, incluyendo las vacunas, tiene lagunas. Pero cuando las estrategias se superponen, los agujeros tienden a desaparecer.

Una de esas capas es usar un cubrebocas N95 o KN95, aunque los demás no lo traigan puesto. “El uso unidireccional de cubrebocas funciona”, como lo ha escrito Olga Khazan de The Atlantic.

Joseph Allen, de la Universidad de Harvard, ha argumentado que alguien que usa un cubrebocas N95 y habla con una persona sin cubrebocas tiene menos riesgo que alguien que usa una mascarilla quirúrgica estándar y habla con otra persona que usa un cubrebocas estándar.

“Dejemos de lado la idea de que los cubrebocas solo protegen si todos los usan”, escribió Allen en The Washington Post.

Un fármaco preventivo

En diciembre, la Administración de Alimentos y Medicamentos autorizó una medicina llamada Evusheld, fabricada por AstraZeneca. Está diseñada como capa adicional de protección además de las vacunas, para prevenir la COVID-19 en personas inmunodeprimidas.

El gobierno de Biden ha comprado 1,7 millones de dosis, lo que no es suficiente para proteger a todos los estadounidenses que podrían beneficiarse, pero es significativo. Un problema inmediato y más grande es la confusión en torno a la distribución. Mucha gente no sabe que Evusheld existe o no sabe cómo averiguar si cumplen las condiciones ni cómo obtener la vacuna.

Rob Relyea, un ingeniero de Microsoft cuya esposa tiene cáncer, ha creado un recurso en línea, a falta de información de fuentes oficiales. El país necesita un “mejor plan de comunicación en torno a Evusheld”, tuiteó Relyea. “Cada hospital debería llegar de forma proactiva a los pacientes inmunodeprimidos”.

La confusión en torno a Evusheld es otro ejemplo de cómo el fragmentado sistema sanitario estadounidense perjudica a las personas.

Pruebas rápidas

Una buena noticia reciente es la mayor disponibilidad de pruebas rápidas de COVID-19 en farmacias y en otros lugares.

Las pruebas rápidas son una herramienta importante para permitir que los ancianos y las personas inmunocomprometidas socialicen con amigos y familiares sintiéndose en confianza. Stefanie Friedhoff, de la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Brown, ha escrito sobre una amiga suya que deja un lote de pruebas en su pasillo para que las personas se las hagan antes de visitar a su esposo, que tiene la enfermedad de Parkinson.

Tratamientos posinfección

Las pruebas rápidas también pueden ayudar a las personas vulnerables a saber cuándo han contraído la COVID-19 y comenzar rápidamente un tratamiento para reducir su gravedad. “El tiempo es crítico, lo más cerca posible del inicio de los síntomas”, explicó Paul Sax del Hospital Brigham and Women’s en Boston.

Aunque algunos tratamientos posinfección ya no funcionan contra la variante ómicron, otros, como el remdesivir, parecen hacerlo. El tratamiento más efectivo puede ser el paxlovid, un medicamento de Pfizer diseñado para combatir la COVID.

Desafortunadamente, estos tratamientos también pueden ser difíciles de localizar. El resultado final

Las personas vulnerables, y sus familiares, pueden tomar algunas medidas importantes para protegerse, incluyendo los cubrebocas de alta calidad y las pruebas rápidas.

Sin embargo, las agencias gubernamentales, los hospitales y los consultorios médicos también pueden desempeñar un papel crucial, ayudando a la gente a localizar tratamientos que podrían salvarles la vida.

“Es responsabilidad de los legisladores dar a la gente herramientas para hacerlo”, sentenció el domingo en la CBS Scott Gottlieb, excomisario de la FDA.

Un último punto: algunos de estos problemas no son exclusivos de la COVID-19. Por ejemplo, la influenza mata a más de 30.000 estadounidenses al año, la mayoría de ellos ancianos o personas inmunodeprimidas.

Si la COVID-19 puede centrar al país en la búsqueda de mejores formas de protegerlos en el futuro, sería un resquicio de esperanza para una pandemia trágica. Distribución de cubrebocas N95 a trabajadores agrícolas en Medford, Oregón, el 28 de agosto de 2021. (Jordan Gale/The New York Times)