Por The New York Times | Megan Specia
LONDRES — En el Reino Unido, Francia, España y otros países de Europa, los políticos y algunos expertos en salud pública están promoviendo una nueva estrategia para la pandemia de la COVID-19 que se origina en la audacia y la resignación: la enfermedad se está convirtiendo en un rasgo de la cotidianidad.
Los gobiernos están aprovechando un momento en el cual sus poblaciones han experimentado menos enfermedades graves y, en algunos casos, una caída en los nuevos casos diarios después de semanas de un crecimiento récord. Además, están alejando sus políticas de mitigación del plano de la emergencia.
Por ejemplo, en España, la semana pasada, el primer ministro Pedro Sánchez declaró que los ciudadanos “vamos a tener que aprender a convivir como lo hacemos con otros muchos virus” y señaló que el país debía ajustar su estrategia nacional para que se alinee mucho más con la manera en que maneja los brotes de influenza. Hace poco, Olivier Véran, el ministro de Salud francés, mencionó que el alto nivel de infecciones y la sólida tasa de vacunación en Francia “tal vez” podrían implicar que esta sea la última ola.
El cambio está ocurriendo aunque esta semana la Organización Mundial de la Salud (OMS) haya advertido que no se debe tratar el virus como una influenza estacional, pues aseguró que era demasiado pronto como para considerarlo así. Según la OMS, todavía no se sabe mucho sobre la enfermedad. Además, un aumento en los casos a causa de la variante ómicron sigue golpeando el continente, la población de una gran parte del mundo sigue vulnerable debido a la falta de una vacunación generalizada y es probable que sigan apareciendo más variantes.
No obstante, defensores de la postura de “aprender a vivir con él” señalaron que el último incremento de casos es distinto, en varias maneras, al que ocurrió en los primeros días del virus, entre ellas una alta tasa de vacunación en poblaciones de partes de Europa, en especial el occidente, y una tasa mucho menor de hospitalizaciones.
El sentimiento es evidente en las políticas que el gobierno británico ha adoptado desde inicios de este año, una desviación total del “pie de lucha” que el servicio de salud del país predicó en diciembre.
Los cambios incluyen periodos más cortos de aislamiento y la eliminación de pruebas previas para viajar a Inglaterra, en gran parte porque la ómicron ya era tan prevalente que las pruebas tuvieron un efecto limitado en su propagación.
Ha habido algunas señales concretas de que el Reino Unido podría estar entrando en una nueva fase. El viernes, se reportaron 99.652 nuevos casos, una caída notable en comparación con los 178.250 casos reportados el mismo día de la semana pasada. Peter English, un consultor retirado especializado en control de enfermedades transmisibles, comentó que, para muchos expertos en salud pública y científicos del Reino Unido, el debate se había alejado del tema de los confinamientos y se había centrado en las medidas de mitigación con sentido común. En la actualidad, la mayoría está promoviendo medidas como el uso obligatorio de mascarillas en lugares públicos y una legislación para las normas de ventilación.
“Ya se habló sobre la no existencia del COVID y de la eliminación del virus por medio de las restricciones”, comentó. “Creo que esa batalla ya está perdida. Creo que, al haber permitido que se propague hasta donde está en este momento, será muy, pero muy difícil regresar a cómo estábamos antes de la llegada del virus”.
Según English, desde esa perspectiva, “tendremos que aceptar que el virus sea endémico”. Sin embargo, agregó que “lo endémico no significa que no sea grave” e instó a ser cautelosos con la idea de simplemente “aprender a vivir con él” sin implementar medidas de mitigación.
En Inglaterra, una de las principales preocupaciones ha sido la intensa presión que el virus ha puesto sobre el Servicio Nacional de Salud (NHS, por su sigla en inglés). No obstante, se han comenzado a calmar algunas de las inquietudes inmediatas en torno a que los hospitales británicos pudieran saturarse con pacientes durante esta última ola.
El miércoles, Matthew Taylor, director de NHS Confederation, una organización con membresía para los directores de los hospitales, señaló que “a menos que las cosas cambien de una forma inesperada, estamos cerca de alcanzar el máximo nacional de pacientes con COVID en los hospitales”.
En España, se está creando un nuevo sistema de monitoreo que entrará en vigencia en cuanto mengüe la ola actual de casos y, hace poco, el país también moderó sus reglas de aislamiento. No obstante, la iniciativa de Madrid para que la ómicron sea tratada más como la influenza recibió críticas de algunos doctores y algunas asociaciones profesionales, así como de la Agencia Europea de Medicamentos, la cual asegura que el virus se sigue comportando como en una pandemia.
En Francia, las infecciones siguen al alza, con alrededor de 300.000 nuevos casos al día reportados esta semana, casi seis veces más que hace un mes. Sin embargo, el presidente Emmanuel Macron, a quien le espera una elección presidencial en abril, optó por implementar restricciones mínimas y más bien se ha enfocado en instar a los franceses a vacunarse. Alemania va varias semanas detrás de algunos de sus vecinos europeos en cuanto a un repunte en las infecciones. El martes, reportó 80.430 nuevos casos, cifra que rompió un récord de noviembre. No obstante, algunos expertos científicos independientes se han resistido a aconsejarle al gobierno que imponga nuevas restricciones a pesar de la opinión generalizada de que las infecciones seguirán en aumento.
Christian Drosten, el virólogo más famoso del país, hizo notar que lo más probable era que con el tiempo Alemania empiece a tratar el virus como endémico.
“Pongámoslo así: no deberíamos abrir la puerta por completo”, dijo la semana pasada en una entrevista de pódcast. “Pero en algunos lugares, debemos abrirle un poco la puerta al virus”.
Asimismo, Italia está enfrentando las tasas de infección diarias más altas desde los inicios de la pandemia. Sin embargo, en semanas recientes, ha reforzado las restricciones, volvió obligatorias las vacunas para las personas mayores de 49 años e incluso ha exigido un pase de salud para usar el transporte público.
Un vocero del Ministerio de Salud de Italia comentó que el país “seguía en una fase delicada” y que los aumentos de casos diarios en las últimas fechas seguían ejerciendo presión sobre las unidades de cuidados intensivos. Entre los científicos italianos, ha habido una tendencia a coincidir en que es demasiado temprano para declarar la situación como endémica, aunque haya llegado el momento de “empezar a pensar en la nueva normalidad” de coexistir con el virus, mencionó Fabrizio Pregliasco, experto en virus de la Universidad de Milán.
Ese tipo de cautela es evidente entre una gran variedad de profesionales de la salud e investigadores de toda Europa, algunos de los cuales esta semana, en The British Medical Journal exhortaron a una mejor coordinación para hacerle frente a la pandemia. Arguyeron que todavía había una necesidad urgente de “reducir las infecciones para evitar la saturación de los sistemas sanitarios y proteger la vida pública y la economía”.
“Incluso en los escenarios más optimistas, si dejamos que la ómicron ande libre, corremos el riesgo de que haya consecuencias devastadoras”, escribieron.
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