Por The New York Times | Michelle Goldberg
En los últimos años, muchas veces me ha quitado el sueño la horrorosa situación de nuestra política, pero hasta hace poco yo pensaba que se trataba de un caso aislado. Incluso cuando he escrito sobre la desesperanza política como un problema para los demócratas, asumía que era algo que le afectaba a los activistas y a la base electoral, el tipo de personas cuyos días transcurren insultando en silencio a Joe Manchin. Pero un nuevo e impactante estudio de Kevin B. Smith, coordinador del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad de Nebraska, en Lincoln, señala que el universo de la gente a la que nuestra política le quita el sueño podría ser mucho más grande de lo que habíamos pensado.
“La política es una fuente omnipresente y en gran medida inevitable de un estrés crónico que planteó considerables costos para la salud de una gran cantidad de adultos estadounidenses entre 2017 y 2020”, escribe Smith en “Politics Is Making Us Sick: The Negative Impact of Political Engagement on Public Health During the Trump Administration”. “Las elecciones de 2020 no ayudaron a aminorar esos efectos y es más probable que los hayan agravado”.
Smith descubrió que alrededor del 40 por ciento de los estadounidenses “casi siempre identifican la política como una fuente de estrés en su vida”. De manera alarmante, cerca del 5 por ciento ha considerado suicidarse como reacción ante los acontecimientos políticos. Smith me dijo que cuando calculó esa cifra, no podía creerlo y que todavía no está totalmente seguro de que no sea una casualidad estadística, pero se ha mantenido muy constante en tres encuestas. (Smith afirmó que, hace algunos años, tras publicar los resultados de la primera encuesta, recibió una llamada de alguien que trabajaba en una línea de ayuda telefónica para prevenir el suicidio que le informó que, después de las elecciones de 2016, había habido un repunte de llamadas).
El trabajo de Smith me llama mucho la atención por ciertas razones. La primera tiene que ver con los partidos. Personas de ambos partidos reportaron que la tensión política durante el mandato de Trump ha perjudicado su salud, pero, como es lógico, a los demócratas les ha ido peor. Mientras Donald Trump estuvo en la presidencia, pudieron transformar la ira y el temor en energía, pero no sé qué tan perdurable es esto. Cuanto más se convierte la política en una representación de la exasperante impotencia de los demócratas frente al incesante rencor de la derecha, mayor es mi temor de que la gente se desentienda como una manera de autoprotegerse.
Pero también me interesa el papel que tiene la política en el terrible estado de salud mental de los estadounidenses, que, en este momento, es uno de los temas fundamentales en el país. Pese a la división existente, hay un consenso bastante general de que, en materia psicológica, el país se encuentra en una situación terrible. De acuerdo con una encuesta de USA Today/Universidad de Suffolk, casi 9 de 10 electores registrados creen que Estados Unidos tiene una crisis de salud mental, la cual se manifiesta de varias maneras: el aumento de suicidios entre los jóvenes, los niveles más elevados de casos de sobredosis, los actos fortuitos de violencia callejera, las listas de espera de varios meses para las consultas con terapeutas infantiles, las crisis nerviosas relacionadas con el uso de cubrebocas, QAnon.
Llevo mucho tiempo pensando que la angustia psicológica generalizada —muy intensificada por la pandemia— contribuye a la descomposición de la política estadounidense. Pero, es posible que también sea al revés y que lo desagradable de la política estadounidense esté dañando la psique de la ciudadanía.
En marzo de 2017, Smith realizó un sondeo sobre la política y la salud mental con una muestra de más o menos 800 personas. Como escribió en un artículo de 2019, descubrió que los niveles de angustia eran bastante elevados; además del 40 por ciento que afirmaron que la política los estresaba, una quinta parte o más informaron “no dormir bien, estar fatigados o deprimidos por culpa de la política”. Hasta una cuarta parte de los encuestados reportaron tener conductas autodestructivas o compulsivas, entre ellas “decir o escribir cosas de las que después se arrepentían”, “tomar malas decisiones” y “no tomar en consideración las prioridades de los demás”.
En ese momento pensó que tal vez solo se debía al impacto de la elección de Trump. Pero sus dos encuestas posteriores, de octubre y noviembre de 2020, mostraron niveles de desdicha parecidos o mayores. Bueno, esos también eran momentos de una actividad política febril; tal vez si Smith hubiera encuestado a la gente en 2018 o 2019, habría hallado menos ansiedad en materia política. Sin embargo, sus hallazgos indican que hay decenas de millones de estadounidenses que sienten que nuestro entorno político los ha desgastado.
De cierto modo, esto es sorprendente. A la mayor parte de la gente no le entusiasma la política. La mayoría de los adultos estadounidenses no usan Twitter, el cual tiende a generar microciclos de noticias de carácter político. Incluso en un año de elecciones, había más personas que veían la temporada 30 de “Dancing With the Stars” que los programas más exitosos en horario estelar de Fox News, la red de noticias por cable más vista en el país. Como politólogos, Yanna Krupnikov y John Barry Ryan escribieron en The New York Times que casi todos los estadounidenses, “entre el 80 y 85 por ciento, no siguen los acontecimientos políticos, o solo lo hacen por casualidad”.
Smith no lo rebate eso, pero especula que incluso a quienes no les interesa mucho la política, se ven afectados por el entorno de odio, caos y disfuncionalidad. “Lo que creo que está ocurriendo es que la política es inevitable”, explicó. “Es, en esencia, una parte permanente del ruido de fondo de nuestras vidas”.
Por supuesto que lo último que un politólogo —o, para este caso, un columnista liberal— nos diría es que debamos soslayar ese ruido por completo. Es deprimente vivir en un imperio agonizante cuyas anquilosadas instituciones políticas han dejado de funcionar en su mayor parte; este es un problema colectivo que no se puede solucionar de manera individual. Tenemos un terrible dilema. Es casi seguro que cualquier forma de escapar a esta oscuridad de nuestra situación política actual implique más política.
—
Si tienes pensamientos suicidas, comunícate a la Red Nacional de Prevención del Suicidio al teléfono 1-800-273-8255 (TALK). También se puede encontrar una lista de más especialistas en SpeakingOfSuicide.com/resources.