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Salud

Por The New York Times

El coronavirus ataca el tejido graso, según los científicos

Desde el comienzo de la pandemia, el coronavirus parecía tener en la mira a las personas con kilos de más.

10.12.2021 06:52

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2021-12-10T06:52:00-03:00
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Por The New York Times | Roni Caryn Rabin

Desde el comienzo de la pandemia, el coronavirus parecía tener en la mira a las personas con kilos de más. Los pacientes con sobrepeso u obesidad eran más propensos a desarrollar COVID-19 grave y tenían más probabilidades de morir.

Aunque estos pacientes suelen tener problemas de salud como la diabetes que agravan su riesgo, los científicos están cada vez más convencidos de que su vulnerabilidad está relacionada con la obesidad en sí misma.

Ahora los investigadores han descubierto que el coronavirus infecta tanto a las células adiposas como a determinadas células inmunitarias dentro de la grasa corporal, lo que provoca una respuesta defensiva perjudicial en el organismo.

“La conclusión es que: ‘Ay, por Dios, en efecto, el virus puede infectar directamente las células adiposas’”, afirmó Philipp Scherer, científico que estudia las células adiposas en el Centro Médico UT Southwestern de Dallas, quien no participó en la investigación.

“Lo que ocurre en la grasa no se queda en la grasa”, añadió. “También afecta los tejidos circundantes”.

La investigación aún no ha sido revisada por pares ni publicada en una revista científica, pero se publicó en internet en octubre. Si los resultados se mantienen, podrían aclarar no solo por qué los pacientes con exceso de peso son vulnerables al virus, sino también por qué algunos adultos jóvenes sin otros riesgos enferman tanto.

Los autores del estudio sugirieron que las pruebas podrían apuntar a nuevos tratamientos contra el COVID-19 dirigidos a la grasa corporal.

“Tal vez ese sea el talón de Aquiles que el virus utiliza para evadir nuestras respuestas inmunitarias protectoras, escondiéndose en este lugar”, señaló Vishwa Deep Dixit, profesor de Medicina comparada e Inmunología de la Facultad de Medicina de Yale.

El hallazgo es especialmente relevante para Estados Unidos, que tiene uno de los índices de obesidad más altos del mundo. La mayoría de los adultos estadounidenses tienen sobrepeso, y el 42 por ciento padece obesidad. Los negros, los hispanos, los indígenas estadounidenses y los nativos de Alaska presentan índices de obesidad más altos que los adultos blancos y los asiáticos estadounidenses; también se han visto afectados de manera desproporcionada por la pandemia, con índices de mortalidad que casi duplican las de los estadounidenses blancos.

“Es muy posible que esto esté contribuyendo a una enfermedad grave”, comentó Catherine Blish, profesora del Centro Médico de la Universidad de Stanford y una de las dos autoras principales del informe. “Estamos viendo que se producen las mismas citoquinas inflamatorias presentes en la sangre de los pacientes que están muy enfermos en respuesta a la infección de esos tejidos”.

Antes se pensaba que la grasa corporal era inerte, una especie de almacenamiento, pero ahora los científicos saben que el tejido es biológicamente activo, pues produce hormonas y proteínas del sistema inmunitario que actúan sobre otras células, promoviendo un estado de inflamación persistente de bajo grado incluso cuando no hay infección.

La inflamación es la respuesta del cuerpo a un invasor, y a veces es tan vigorosa que es más dañina que la infección que la desencadenó.

El tejido adiposo está compuesto sobre todo por células adiposas o adipocitos. También contiene preadipocitos, que maduran hasta convertirse en células adiposas, y una variedad de células inmunitarias, entre ellas un tipo llamado macrófagos del tejido adiposo.

Blish, junto con sus colegas de Stanford y de Alemania y Suiza, llevó a cabo experimentos para comprobar si el tejido adiposo obtenido de pacientes sometidos a cirugía bariátrica podía infectarse con el coronavirus, y siguió la respuesta de varios tipos de células.

Los científicos descubrieron que las propias células adiposas podían infectarse, pero no se inflamaban demasiado, sin embargo, ciertas células inmunitarias llamadas macrófagos también son susceptibles a la infección, y desarrollaban una fuerte respuesta inflamatoria.

Lo que es más extraño es que los preadipocitos no se infectaron, pero contribuyeron a la respuesta inflamatoria. (Los científicos no analizaron si determinadas variantes eran más destructivas en este sentido que otras).

El equipo de investigación también obtuvo tejido adiposo de los cuerpos de los pacientes europeos que habían muerto de COVID-19 y descubrió el coronavirus en la grasa cercana a varios órganos.

La idea de que el tejido adiposo pueda servir de reservorio de patógenos no es nueva, dijo Dixit. Se sabe que la grasa corporal alberga varios de ellos, como el VIH y el virus de la influenza.

El coronavirus parece ser capaz de evadir las defensas inmunitarias de la grasa corporal, que son limitadas e incapaces de combatirlo con eficacia, y en las personas obesas puede haber mucha grasa corporal.

Un hombre cuyo peso ideal es de 77 kilogramos, pero que pesa 113, está cargando una cantidad sustancial de grasa en la que el virus puede quedarse a “pasar el rato”, replicarse y desencadenar una respuesta destructiva del sistema inmunitario, señaló David Kass, profesor de Cardiología en Johns Hopkins.

“Si de verdad estás muy obeso, la grasa es el órgano más grande de tu cuerpo”, dijo Kass.

El coronavirus “puede infectar ese tejido y quedarse a vivir ahí”, dijo. “No importa si lo hiere, lo mata o, en el mejor de los casos, lo usa para amplificarse. Se convierte en una especie de depósito”.

A medida que la respuesta inflamatoria se convierte en una bola de nieve, las citocinas desencadenan aún más inflamación y la liberación de más citocinas. “Es como una tormenta perfecta”, dijo Kass.

Blish y sus colegas especularon que la grasa corporal infectada puede incluso contribuir a desarrollar COVID-19 prolongado, una enfermedad que presenta síntomas molestos, como la fatiga, que persisten durante semanas o meses después de la recuperación de un episodio agudo.

Los datos también sugieren que las vacunas y los tratamientos contra el COVID-19 deben tener en cuenta el peso y las reservas de grasa del paciente.

“Este trabajo es otra llamada de atención para que la profesión médica y la salud pública examinen más a fondo los problemas de las personas con sobrepeso y obesidad, y los tratamientos y vacunas que les estamos administrando”, dijo Barry Popkin, profesor de nutrición de la Universidad de Carolina del Norte en Chapel Hill, quien ha estudiado el riesgo elevado que supone el COVID-19 para las personas con obesidad.

“Seguimos documentando el riesgo que tienen estas personas, pero aún no lo tratamos”, concluyó Popkin.