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Salud

Por The New York Times

El arte del bótox y la pérdida del ceño fruncido

Meses atrás Botox lanzó una serie de anuncios dirigidos por el cineasta Errol Morris

17.11.2021 07:01

Lectura: 8'

2021-11-17T07:01:00-03:00
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Por The New York Times | Amanda Hess

Meses atrás Botox lanzó una serie de anuncios dirigidos por el cineasta Errol Morris. Con el estilo de documentales muy cortos, los anuncios presentaban a usuarios de Botox: un viudo, una madre soltera, un artista “drag”, que cuentan anécdotas conmovedoras, tristes y, en última instancia, redentoras. En 2019, un anuncio típico de Botox presentaba el producto como un tónico para mujeres emprendedoras que podía infundirles agallas a las mujeres de fantasía mientras se trasladaban de la sala de juntas al bar. Ahora se replanteaba como una especie de suero de la verdad, una herramienta de profunda introspección personal. La madre contemplaba fotografías nostálgicas. El viudo recordaba los ojos de su esposo y lloraba. Aunque los personajes no mencionaban el bótox, la cámara miraba con compasión sus frentes relajadas y daba a entender que el procedimiento tenía un efecto terapéutico profundo. El eslogan era: “Sigues siendo tú”.

Morris es conocido por revelar los delirios institucionales: de la vigilancia policíaca en “La delgada línea azul” y del arte de gobernar en “Rumores de guerra”. Ahora estaba filmando un espejismo sentimental para una empresa farmacéutica, pero estos anuncios representan algo más que un sueldo para Morris. Son emblemáticos de la introducción del bótox en nuestra conciencia creativa, ahora que la parálisis muscular por elección se ha reconvertido en una extensión del proyecto del yo.

La toxina botulínica es un veneno que, por una macabra coincidencia, provoca botulismo y cura las arrugas. Cuando se inyecta en dosis bajas en una frente arrugada, bloquea las señales nerviosas a los músculos y alisa la piel sobre ellos. (También tiene usos médicos, como el tratamiento de la migraña). Aunque hay varias marcas rivales, Botox es la marca insignia de su categoría. Ofrece el tipo de trato que uno podría hacer con una nefasta bruja del mar: te concederá la juventud eterna, pero a cambio de poder mover la cara.

Hubo un momento en el que esta tendencia se consideró algo malo para la actuación, para la sociedad y, en especial, para las mujeres. Luego llegaron las Kardashian, “The Real Housewives”, un chorro de memes y un ejército de esteticistas con mucho carácter blandiendo agujas hipodérmicas en TikTok. Un rostro con bótox solía ser un espectáculo extraño, pero los espectáculos extraños alimentan la telerrealidad y la cultura del internet y, gracias a esos formatos que ganan popularidad, el bótox ha acumulado un destello de pompa teatral que ayuda a desarmar los temores culturales en torno a su uso.

El bótox, que en su día sugería vanidad, delirio y vergüenza, ahora se asocia a la confianza, la resiliencia e incluso la autenticidad, ya que la idea de “hacerse un arreglito” ha pasado a considerarse una forma legítima de trabajo. Pensemos en Nicole Kidman. La prensa del espectáculo lleva vigilando la frente de Kidman desde principios de los años 2000, cuando se comparaba su frente con una televisión de pantalla plana y la tundra helada. En 2010, Entertainment Weekly anunció el “Regreso del rostro de Nicole Kidman”, proclamando su interpretación de una madre afligida en “Al otro lado del corazón” como una refrescante gesticulación. Al año siguiente, Kidman por fin afirmó que se había puesto bótox en una ocasión, pero que había renunciado a él.

“Ya puedo volver a mover la frente”, declaró a un periódico alemán.

Aunque Kidman todavía puede fruncir el ceño, no parece que lo haga mucho. Una nueva era de actuaciones de Kidman está siendo muy bien recibida, no solo a pesar de su rostro que da la impresión de estar petrificado, sino gracias a él. En una sucesión de series de televisión, todas ellas escritas por David E. Kelley, ha interpretado a mujeres ricas tristes y fríamente misteriosas, y su actuación ha sido alabada por la crítica como “impenetrable”, “gélida”, “cérea” y con aspecto de máscara, pero en el buen sentido. En 2017, ganó un Emmy por su actuación en “Big Little Lies”, y la metanarrativa fue incluso más convincente que la trama del asesinato.

Para la mayoría de las actrices mayores de 50 años, la alternativa a la cirugía plástica no es envejecer con elegancia, sino volverse obsoletas. Kidman se ha negado a desaparecer en silencio, y cuanto más trabaja sin descanso, más empieza a reflejar en su rostro no una vanidad ociosa, ni siquiera una triste necesidad, sino una especie de poder de permanencia, resiliencia y un saber estar.

El reciente trabajo televisivo de Kidman parece estar en sintonía con el universo de “The Real Housewives”, ya que ambos programas se centran en mujeres con problemas y suficiente dinero para recurrir a la dermatología cosmética. Si bien el bótox puede verse inquietante en las películas naturalistas, ha encontrado su nicho en la telerrealidad, que se deleita en hacer una burla de la feminidad. Cuando se estrenó “The Real Housewives of Orange County” en Bravo en 2006, centrada en un grupito de mujeres de mediana edad atrapadas en una comunidad cerrada, el bótox era prácticamente un actor secundario. En los créditos iniciales, vemos a la cuarentona “ama de casa” Vicki Gunvalson (que en realidad es vendedora de seguros) hacer una mueca de dolor mientras le clavan una aguja en la cara, y se lamenta diciendo: “¡No quiero envejecer!”.

La serie, sus numerosas versiones y el universo de las Kardashian, de hechura similar, han convertido un rostro con bótox en una parodia chusca de la feminidad. En internet, las imágenes de las amas de casa y las Kardashian circulan en forma de GIF y capturas de pantalla, transformándose en avatares irónicos de nuestros propios sentimientos. Sus rostros, a la vez melodramáticos e insensibilizados, reflejan una verdad emocional extrañamente compleja, en la que las experiencias de depresión, ansiedad, trauma y dolor se desarrollan en medio de un carnaval absurdo de contenidos anestésicos y productos de lujo. Es desconcertante y ridículo al mismo tiempo, como Kim Kardashian llorando a través del bótox. Ahora, personajes como Kidman y Kelley han pasado esa mezcla de sentimientos por una lente de prestigio. En el país de los influentes, el bótox se presenta menos como un hábito de pesadilla y más como una vulnerabilidad con la que te puedes identificar. Además, es una herramienta de autoestima y de autoinvención. La marca Botox fue muy astuta al llamar a la “drag queen” Yuhua Hamasaki para uno de sus anuncios. Entre las mujeres blancas adineradas del condado de Orange, el bótox puede ser señal de conformidad y docilidad, pero las “drag queens” replantean la construcción de la feminidad como creativa e individualista. En el anuncio, Hamasaki da a entender que el bótox, al igual que el maquillaje y las pelucas, es una herramienta para escapar del binario de género, no para vigilarlo.

No obstante, este giro solidario tiene un límite. Kidman ha sido objeto de burlas despiadadas por su aspecto en el tráiler de “Being the Ricardos”, una película ambientada en la década de 1950 en la que interpreta a Lucille Ball, una mujer conocida por su expresividad facial. Incluso entre los actores de Hollywood, el procedimiento sigue siendo un tabú. En otros lugares, tiene connotaciones más sombrías. En “Botox”, una lúgubre película iraní-canadiense que ha circulado por los festivales este año, se convierte en una profunda metonimia del autoengaño. Incluso en los anuncios destinados a promocionar la marca Botox, se cierne una sombra mórbida. Los anuncios de Errol Morris tienen una calidad fúnebre. La iluminación suave y la música sombría sugieren que los personajes padecen una enfermedad terminal, lo que supongo que es cierto, ya que el envejecimiento acaba conduciendo a la muerte. Dado que muchos años de ridiculizar el bótox no han logrado desterrarlo de los rostros (los estadounidenses gastaron casi 2500 millones de dólares en el procedimiento en 2019, según la Sociedad Americana de Cirujanos Plásticos), solo nos queda navegar por las etapas del duelo, desde la negación y la ira hasta la negociación y la aceptación.

Me llama la atención que las arrugas en las mujeres no solo están estigmatizadas porque se ven viejas, sino porque se ven enfadadas, tristes, sorprendidas, angustiadas: se ven vivas. Incluso cuando el bótox se ha convertido en una estación de paso para las mujeres que corren el riesgo de ser catapultadas fuera de Hollywood, se presenta como un recordatorio vívido de lo que se ha perdido. Ya no se entierra a las estrellas de cine a partir de cierta edad, sino que se embalsaman. El nuevo eslogan de Botox es “Sigues siendo tú”, pero podría ser “Sigues aquí”. El bótox se ha introducido en nuestra conciencia creativa ahora que la parálisis muscular por elección se ha reconvertido en una extensión del proyecto del yo. (Tara Booth/The New York Times).