Las personas que eligen dormir menos para estudiar, trabajar o jugar hasta tarde de la noche quizá encuentren que no solo han ampliado sus horas de vigilia, sino también sus abdómenes.

Un nuevo estudio de tamaño reducido encontró que el problema básico tiene su origen en el hecho de que las personas que no duermen lo suficiente tienden a comer más. Y lo que es peor, todas esas calorías adicionales al final acaban precisamente donde la mayoría de las personas no las quieren: alrededor del vientre.

"Nuestro trabajo se enfocó en las personas que elegían dormir menos", explicó el autor del estudio, el Dr. Virend Somers, profesor de medicina cardiovascular del Colegio de Medicina de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota. "No se trataba de insomnio, sino más bien, por ejemplo, de un estudiante universitario que decide que es necesario dormir menos durante un tiempo para hacer su trabajo".

"Pero lo que encontramos es que cuando una persona relativamente joven, sana y delgada se priva de sueño y tiene un acceso sin restricciones a la comida, come 300 calorías adicionales al día", apuntó Somers en declaraciones recogidas por el reportero especializado Alan Mozes, en un artículo que publica HealthDay News.

La comida adicional no pareció conducir a un enorme aumento de peso, reconocieron los investigadores. Pero sí pareció implicar un "increíble" aumento del 11 por ciento en la llamada "grasa visceral", advirtió Somers.

"Esta es la grasa que rodea al vientre y los órganos internos", anotó. "La grasa que en realidad no se puede ver. Pero que es en realidad la grasa más peligrosa".

Esto, apuntó Somers, se debe a que la grasa visceral, que se deposita de forma muy profunda, "produce todo tipo de cosas tóxicas que provocan enfermedades del corazón y de los vasos sanguíneos", entre ellas hipertensión, azúcar alto en la sangre y colesterol alto, todo lo que puede elevar de forma notable el riesgo de desarrollar diabetes.

Somers y sus compañeros reportaron sus hallazgos en la edición del 5 de abril de la revista Journal of the American College of Cardiology.

Anotaron que más de un tercio de los adultos estadounidenses no duermen lo suficiente con regularidad, debido a las elecciones de estilo de vida, por ejemplo trabajar turnos de noche o dejarse seducir por las redes sociales.

Para explorar el impacto de la pérdida del sueño en la acumulación de la grasa, los investigadores reclutaron a 12 personas sanas de 19 a 39 años entre 2013 y 2018.

Ninguno de los participantes era obeso. Se pidió a todos que completaran un estudio de dos fases en un laboratorio, cada una de las cuales duró un total de tres semanas.

En una fase, se restringió el sueño diario de forma significativa durante dos semanas, lo que significaba un sueño nocturno de apenas cuatro horas. La otra fase no conllevó una restricción del sueño.

A lo largo de cada fase "monitorizamos toda la comida que consumieron", dijo Somers. "Pero podían comer o pedir cualquier cosa que quisieran".

El equipo encontró que el consumo de proteína aumentó en un 13 por ciento y que el consumo de grasa aumentó en un 17 por ciento durante la fase de restricción del sueño, mientras que los niveles de actividad permanecieron más o menos constantes.

Aun así, "lo interesante es que cuando ocurrió la restricción del sueño, solo aumentaron más o menos una libra [poco menos de medio kilo] a lo largo del periodo del estudio, lo que no se trata de un aumento grande", aclaró Somers.

"Pero lo que de verdad nos sorprendió", añadió, "es que incluso después de que las restricciones del sueño pararon y los niveles de consumo de comida bajaron, la grasa visceral continuó en aumento".

"No sabemos por qué sucedió. Tampoco sabemos qué podría significar esto para las personas que ya son obesas. O para las personas que tienen problemas con el insomnio que no pueden controlar. Esto será para investigaciones futuras", planteó Somers.

"Pero lo que ya podemos decir es que, incluso para las personas sanas que pierden sueño por elección propia, no es un cambio que se puede desactivar con facilidad una vez se activa", advirtió. "Y lo que de verdad importa es comprender que el sueño de recuperación (tras la pérdida de sueño) quizá no lo vuelva a la normalidad".

El consejo de Somers es que "si va a privarse de sueño durante un periodo prolongado, debe prestar una atención particular a la cantidad de comida que consume, y a cuáles alimentos elige. Y ser más meticuloso sobre hacer ejercicio".

Además, como la grasa visceral aumenta incluso si la báscula apenas se mueve, "sepa que medir solo el peso no le dirá si las cosas van bien o mal", apuntó.

El Dr. Harold Bays, director médico y presidente de Centro de Investigación Metabólica y sobre la Aterosclerosis de Louisville, y autor de un editorial que se publicó junto con el estudio, se hizo eco de esta idea.

"Es probable que unos patrones anómalos de sueño, sobre todo cuando se deben al estrés, empeoren la función grasa en el cuerpo, aumenten la grasa visceral o abdominal, y empeoren la composición corporal, incluso sin un gran cambio en el peso corporal", indicó Bays.

Pero la solución, sugirió, es sencilla: duerma lo suficiente.