Por The New York Times | Stephanie Nolen
Los esfuerzos para hacer el sexo más seguro casi siempre se centran en lo malo: qué hacer para evitar una terrible infección o un virus que puede ser mortal. Rara vez reconocen lo bueno; es decir, la razón por la cual la gente tiene sexo para empezar.
Y es por ello que las campañas que promueven el sexo seguro en todo el mundo no son tan efectivas como deberían.
Las investigaciones muestran que cuando las campañas para promover el sexo seguro aluden al placer —y hablan sobre el sexo como algo que hace que la vida sea buena o muestran que los condones pueden ser eróticos— más personas usan un condón la próxima vez que tienen relaciones sexuales.
Eso fue lo que descubrieron la Organización Mundial de la Salud (OMS) y una pequeña organización no gubernamental, The Pleasure Project, cuando revisaron los resultados de los ensayos y experimentos sobre el sexo más seguro en los últimos 15 años. Evaluaron más de 7000 intervenciones para su tratamiento del placer (o la falta de este). Los hallazgos arbitrados se publicaron en la revista especializada PLOS One.
“Tradicionalmente, la educación y los servicios de salud reproductiva promueven prácticas de sexo seguro que se centran en la reducción del riesgo y la prevención de enfermedades, sin reconocer que el sexo seguro también puede promover la intimidad, el placer, el consentimiento y el bienestar”, explicó Lianne Gonsalves, coautora del artículo y epidemióloga que investiga la salud sexual con la OMS. “Esta revisión nos da un mensaje sencillo: los programas que reflejan mejor las razones por las que la gente tiene relaciones sexuales, incluido el placer, tienen mejores resultados en la salud.
Hay mucho en juego. Las infecciones de transmisión sexual han alcanzado niveles históricos en Estados Unidos y aumentan en todo el mundo desde que los confinamientos de la pandemia de COVID-19 retrasaron las pruebas y el tratamiento. En 2021, hubo 1,5 millones de personas fueron diagnosticadas con VIH en todo el mundo, una tasa de infecciones nuevas que apenas ha variado en los últimos cuatro años. Tomar una píldora diaria conocida como PrEP, o profilaxis previa a la exposición, ofrece la promesa de prevenir algunas infecciones, pero los preservativos siguen siendo una forma sencilla y segura de hacerlo.
Siempre y cuando la gente los use.
The Pleasure Project lleva años argumentando que reconocer el papel del placer tendría un gran impacto en el uso del condón y reduciría no solo las infecciones de transmisión sexual, sino también los embarazos no deseados. Aun así, Anne Philpott, especialista británica en salud pública que fundó la iniciativa en 2004, dijo que la contundencia de los resultados del análisis fue una sorpresa incluso para ella.
“Si hubiera una píldora o una vacuna que demostrara este tipo de efecto, todo el mundo hablaría de ella y ocuparía todos los titulares”, afirmó. “Ahora tenemos pruebas: ignorar este punto ciego, durante toda la pandemia del sida, ha llevado a un menor uso del condón y a que no se hayan prevenido muertes”.
Pero el mensaje del placer, señaló, es una adición comparativamente barata y fácil para los programas. Se trata de un cambio de conversación, más que de un nuevo medicamento o dispositivo que necesita una aprobación reglamentaria y una infraestructura para llegar a lugares lejanos.
Llevo casi dos décadas coincidiendo con Philpott en reuniones mundiales sobre el sida. Pero su mensaje apenas comienza a arraigarse en la vasta comunidad de la salud sexual y reproductiva, que transmite mensajes y tecnologías para un sexo más seguro en gran parte del mundo.
Hay algunos avances. En septiembre, la Federación Internacional de Planificación Familiar, la mayor organización de salud sexual y reproductiva del mundo, aprobó los llamados Principios del Placer, unas directrices para centrar el disfrute en el sexo saludable. Es la primera vez que una organización mundial de salud sexual menciona de manera explícita la palabra que inicia con “p” en la prestación de sus servicios.
Hay programas dispersos por todo el mundo que adoptan este enfoque: proyectos como Phénix, en Montreal, que enseña “habilidades eróticas” a los hombres que tienen relaciones sexuales con hombres, mediante videos que hacen que los preservativos sean sensuales y divertidos.
El mejor empelo del mensaje del placer que he visto es el de Arushi Singh, codirectora de The Pleasure Project. Para transmitir lo que significa erotizar el sexo seguro, saca una pequeña bolsa azul de su bolso. “Este es un pequeño juguete sexual que me mostraron las trabajadores sexuales en una conferencia sobre sida en Bangkok”, dice con el tono de una amiga que tiene un descubrimiento maravilloso que compartir.
“Es pequeño, práctico, puedes llevarlo en tu bolso, introducirlo por ti misma o con ayuda de tu pareja”, explica. “Tiene muy buena lubricación. Viene con dos anillos, uno que se ancla al cérvix. Y este anillo exterior es el secreto: cuando un pene o un consolador penetran la vagina, el anillo exterior presiona el clítoris”.
Lo mueve un poco. “Esto es lo que hace”, agrega.
El juguete que Singh está mostrando es, de hecho, un preservativo femenino. Y así, dice, es como se le da la vuelta a la narrativa y se consigue que una conversación sobre la prevención de enfermedades sea, en primer lugar, sobre pasar un buen rato.
Entonces, teniendo en cuenta los millones de dólares que se gastan cada año en todo el mundo para cambiar la manera en que la gente tiene relaciones sexuales, ¿por qué se deja de lado el objetivo real del sexo?
Philpott tiene una teoría. “Las personas que trabajan en el campo de la salud sexual suelen tener una formación biomédica y se centran en la muerte, el peligro y la enfermedad”, explica. “No se les motiva a pensar en sí mismas como seres sexuales”.
El hecho de que la mayoría de los programas de salud sexual y reproductiva estén a cargo de grandes agencias de asistencia no ayuda, agregó. “Hay una narrativa de desarrollo internacional que históricamente proviene de un lugar muy negativo para el sexo o de una perspectiva colonial cristiana destinada a salvar a los ‘pobres desafortunados’”.
Sonali Silva, que hasta hace poco realizaba labores de promoción para The Pleasure Project en Sri Lanka, me dijo que durante los años en que trabajó en cuestiones relacionadas con la salud sexual, incluidos el derecho al aborto y el VIH, con grandes organizaciones internacionales como la OMS, no dejaba de toparse con el mismo fenómeno.
“El gran elefante en la habitación del que nadie quiere hablar es por qué la gente tiene sexo en primer lugar”, dijo. “Todos actuamos como si fuera solo con fines reproductivos. Desde que la gente está viva, tiene sexo por placer, pero el mundo del desarrollo internacional no tiene esa conversación”. Un anuncio de The Pleasure Project. (The Pleasure Project vía The New York Times)