España, uno de los países más castigados por el COVID-19, va poniendo en práctica la desescalada de la cuarentena con pasos lentos y cautelosos. Esa actitud resulta comprensible: el país sufrió más de 26.000 decesos. Y si bien hoy se considera que el virus está bajo control, a diario siguen produciéndose nuevos contagios y muertes.

Con la "nueva normalidad", surge entre los comerciantes la preocupación por acondicionar sus establecimientos de forma acorde a las normativas, y de modo que ofrezcan seguridad a clientes y trabajadores. De hecho, alardear de una adecuada higiene y una máxima desinfección se ha llegado a convertir en un argumento competitivo.

De la mano de este fenómeno, aterrizaron rápidamente en el mercado los vendedores de soluciones mágicas. Marian García, licenciada en Farmacia, escritora de divulgación científica y figura muy popular en su país como Boticaria García, advierte especialmente sobre tres: los aparatos que -supuestamente- desinfectan mediante el uso de ozono, los purificadores de aire y los dispositivos que emiten radiación ultravioleta.

"Es en el miedo donde los vendedores de humo, los estafadores y los charlatanes, encuentran el hueco para engañar a los más vulnerables", advierte la profesional en un video publicado en las redes sociales, donde describe los aparatos antes mencionados y explica por qué no son eficaces, y hasta pueden resultar peligrosos.

"A todos nos gustaría tener un aparato que, apretando un botón, eliminara el coronavirus, pero no existe", recuerda García, señalado que recurrir a ellos puede costar un buen dinero, además de hacernos creer que estamos en un sitio seguro y desinfectado, cuando no es así.

Por ello, recomienda alejarse de ese marketing engañoso y apelar a métodos sencillos, con menos brillantina y más efectividad: la lavandina, el agua y el jabón.