Las vacunas son seguras a entre 2 y 8 grados centígrados, pues más allá de esos límites las proteínas que las componen empiezan a deshacerse, lo que las hace ineficaces. En la actualidad, hasta el 50% de las dosis se descartan debido a la exposición a temperaturas no óptimas, según un comunicado de la Universidad de Bath (Reino Unido).
Un estudio que publica hoy la revista Scientific Reports describe cómo un grupo de investigadores ha descubierto que al encapsular moléculas de proteínas en una capa de sílice, la estructura permanece intacta incluso cuando se calienta a 100 grados o se almacena a temperatura ambiente hasta tres años.
La técnica para proporcionar a una vacuna una capa a medida de sílice, conocida en inglés como "ensilication", ha sido desarrollada por un equipo de la Universidad de Bath, en colaboración con la Universidad de Newcastle.
Para comprobar que las vacunas así tratadas resistían a temperaturas más altas de las establecidas durante un trayecto largo, los investigadores enviaron muestras con y sin sílice de la vacuna del tétanos por correo postal de Bath a Newcastle, en un viaje de casi 500 kilómetros y que suele tardar uno o dos días.
Posteriormente, se inyectaron dosis de la vacuna protegida con sílice en ratones, lo que generó una respuesta inmunológica, demostrando así que la vacuna era aún eficaz.
En cambio, no se detectó ninguna respuesta inmunológica en los ratones a los que se les inyectó la vacuna sin protección de sílice, lo que indicó que se había dañado durante el viaje.
Para la directora de la investigación, Asel Sartbaeva, de la Universidad de Bath, estos datos son "emocionantes" pues señalan que la "ensilicación" conserva "no solo la estructura de las proteínas de la vacuna, sino también su función, inmunogenicidad" -capacidad de producir una respuesta inmune-.
La experta señaló que la investigación se había centrado en la vacuna del tétanos, puesto que forma parte de la vacuna DTP (difteria, tétanos y tosferina), que se administra a los niños pequeños en tres dosis.
A partir de ahora, los científicos trabajarán en el desarrollo de una vacuna termoestable de la difteria y la tosferina; para finalmente crear la capa protectora de sílice para la DTP, y así no depender de la distribución de la cadena de frío, explicó Sartbaeva.
La investigadora estimó que este tipo de vacunas protegidas podrían estar disponibles para los humanos en un plazo de 5 a 15 años, y espera que esta tecnología pueda finalmente ser incorporada al almacenamiento y transporte de las vacunas infantiles, ya que el sílice es inorgánico y no tóxico.
Con información de EFE
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